“Ni las tarimas con criminales, ni la persecución política del Régimen, ni el chantaje disfrazado de decisiones fiscales podrán someter la dignidad, la historia de lucha y el coraje de Antioquia. Cada intento de humillación solo reafirma la fuerza de un pueblo que ha sabido levantarse de la violencia, que ha construido progreso con sus propias manos y que no permitirá ser doblegado por la venganza y el odio del Régimen de Petro.”
En un lugar como Antioquia, donde la gente ha sabido resistir, hay cosas que no se perdonan ni se olvidan. No es lo mismo un gobernante que, en teoría, protege a su pueblo, que los verdugos que lo han hecho sufrir con violencia y extorsiones.
Por eso, en Antioquia se sintió como una herida abierta lo que ocurrió en La Alpujarra el 21 de junio de 2025. Ese día, el Jefe del Régimen, Gustavo Petro, subió a la tarima a cabecillas como Douglas, Tom y Carlos Pesebre, trasladados desde la cárcel de Itagüí.
Lo bautizaron «pedagogía de paz urbana», pero aquí muchos lo vimos como un premio a los verdugos. Que el Estado se ponga hombro a hombro con quienes han sembrado miedo deja un mensaje brutal: esos criminales tienen tanto poder que comparten escenario con el presidente.
Federico Gutiérrez, alcalde de Medellín, lo llamó «una lápida» sobre la ciudad, y tiene razón. Andrés Julián Rendón, gobernador de Antioquia, lo dijo sin rodeos, es una afrenta a las víctimas y Proantioquia también fue clara, eso fue abrir de nuevo la herida.
Yo no nací en Antioquia, pero la quiero y la respeto como si fuera mía. Hablar de paz no significa rendirse ante los que han desangrado a la gente ni darles honores que no merecen. Una cosa es buscar justicia y otra muy distinta es subir a los verdugos a un escenario como si fueran héroes.
En los barrios —y la gente lo sabe— donde aún hay que pagar para vender una arepa, ver a esos criminales al lado del presidente es una bofetada a los ciudadanos honrados. Es como si dijeran: «ellos mandan más que ustedes». ¿Qué esperanza le queda al tendero, al trabajador de a pie, cuando el Estado se sienta con los mismos que llenaron de miedo las calles?
El mismo gobierno que subió a los criminales a una tarima ahora usa la plata como garrote. En enero de 2025, el Ministerio de Hacienda congeló parte del presupuesto nacional y, con eso, dejó colgados los recursos del Metro de la 80.
Como denunció Federico Gutiérrez —y lo reportaron El Tiempo y El Colombiano—, fueron cerca de $483.000 millones de 2024 que nunca llegaron y otros $497.000 millones de 2025 aplazados para después. La Gobernación de Antioquia, en febrero de 2025, advirtió que lo mismo ocurre con el Túnel del Toyo, la vía Necoclí–Arboletes y programas vitales de salud, educación y primera infancia. Semana y Proantioquia también han levantado la voz.
La gente lo entiende claro, si Antioquia no se arrodilla al Régimen, le frenan las obras. Y todos los colombianos sabemos reconocer el tufo de la extorsión, aunque la maquillen con discursos.
Decir que en Antioquia se invierte solo para los ricos es otra falacia del Jefe del Régimen, una excusa para castigar a una tierra que no le rinde pleitesía. Ninguna carretera ni túnel es un lujo para los de El Poblado; son las venas por donde sale el café, la leche, los productos y el trabajo que mueve a Colombia.
Cuando Bogotá falla —como tantas veces—, Antioquia paga de su bolsillo sin pedir limosna. Ahí están el Túnel del Toyo, Buen Comienzo, los hospitales y los programas sociales que el gobierno nacional abandonó.
Petro, su ataque no tiene fundamento, no es Antioquia la que divide al país, es usted, con su obsesión de señalar al que produce como si fuera enemigo.
A esta tierra la han querido doblegar muchas veces, y siempre se ha levantado más fuerte. En 1813 proclamó su independencia; los arrieros abrieron trochas y sembraron café donde solo había monte; levantaron un ferrocarril que desafió montañas; sobrevivieron al plomo del narco y respondieron con Metrocables, bibliotecas, escuelas en ladera y barrios como la Comuna 13 que se negaron a morir.
Esa es la esencia de Antioquia, trabajo, memoria y resistencia.
Por eso no se equivoque el Jefe del Régimen, ni sus tarimas con criminales ni sus recortes van a aplastar esta tierra. Cada peso que Bogotá retiene, Antioquia lo convierte en acción. Cada afrenta, en carácter. Hablo desde fuera, pero con respeto y cariño digo, al pueblo antioqueño lo podrán golpear, pero no lo pondrán de rodillas.
Cuando un presidente se fotografía con cabecillas y luego persigue judicialmente a quienes lo enfrentan, la gente entiende la jugada. En Antioquia muchos ven que Gustavo Petro busca cooptar a la región con amenazas y procesos judiciales, sobre todo contra un gobernador que no se doblega. Ese guion ya se ha visto en otros países, primero desacreditan, luego asfixian, y después persiguen con jueces de bolsillo.
Antioquia no puede caer bajo el yugo de un dictador en ciernes. No es solo tarea de los antioqueños defender su dignidad; el resto del país debe pararse firme a su lado, porque si hoy quieren someter a Antioquia, mañana será cualquier otra región. Que lo escuche bien el Jefe del Régimen, la paz no se firma con amenazas ni Colombia se gobierna castigando al que trabaja. Con Antioquia no se juega.
Hoy más que nunca, el gobernador Andrés Julián Rendón necesita sentir que no está solo frente a esta persecución política. Intentar silenciar a un opositor con expedientes y amenazas no es justicia, es cobardía.
A él y a todos los antioqueños les digo —desde fuera de esas montañas, pero con el corazón sincero— Colombia les debe gratitud y respeto por su historia de trabajo y resistencia. Antioquia no se arrodilla porque su gente nació para abrir camino, no para agachar la cabeza. Y defender su dignidad es defender la de toda la nación.
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