“El Gobierno de Gustavo Petro podría ser recordado por la historia misma como el de la unidad y la reconciliación, pero todo depende de la voluntad de una persona para hacer una llamada: Alvaro Uribe Velez.”
¡Qué entrevista!
La Revista Cambio publicó, en los últimos días, una tremenda entrevista con el “ex” eterno de Colombia. El ex-presidente Juan Manuel Santos, luego de intermitentes y muy pocas apariciones públicas, criticó fuertemente las inaceptables provocaciones del Gobierno Nacional frente a la institucionalidad colombiana. En dicha entrevista, imperdible por lo demás, reconoció la importancia de la unidad. Y ahí fue donde abrió la puerta a la reconciliación.
La pelota está en “El Ubérrimo”
Santos, con su acostumbrado tono pausado, generó toda una serie de reacciones frente a una propuesta absolutamente sorprendente: le gustaría poder conversar con el ex-presidente Alvaro Uribe en torno a los problemas del país y le encantaría poder generar una unidad nacional que rechace las conductas antidemocráticas del hoy Presidente Petro.
Ahí viene la gran pregunta: ¿Será Uribe capaz de aceptar esta invitación? ¿Será Uribe capaz de hablar y concretar un frente unido en contra del inaceptable comportamiento de Petro? ¿Serán capaces de verse, cara a cara, los “ex” de Colombia?
La verdad, deberían volver.
Seamos francos: todos sabemos que Uribe y Santos terminaron muy mal. Las cosas al final no fluían y, en definitiva, seguir no era lo más sano. Del amor pasaron al odio, y demás. Historia patria para este punto.
Dejando de lado el jocoso dramatismo de este acontecimiento, el análisis tiene que ir en otra dirección. Hablar no significa generar alianzas políticas. Hablar implica entender puntos comunes y buscar, de una vez por todas, una unidad que conjuntamente rechace cualquier acción antidemocrática por parte del autodenominado “Gobierno del Cambio”.
Que Uribe y Santos se puedan sentar a tomar un café, como personas civilizadas, para hablar sobre los problemas de Colombia y para unirse en torno a un rechazo conjunto frente a las actitudes antidemocráticas de Petro sería beneficioso para el país. Incluso mejoraría la percepción frente a estos icónicos políticos que, “duele a quien le duela” marcaron el inicio del siglo XXI y transformaron un país.
Increíble. Aunque sea por las razones incorrectas, Petro logró lo impensable: estamos a una llamada de la reconciliación política más esperada.
Las perspectivas para el 2026
Como vamos, vamos realmente mal. Las precandidaturas no han demostrado ni han dado soluciones concretas frente a la verdadera necesidad de Colombia: la unidad. Algunos candidatos apelan a su compromiso irrestricto con volver a épocas “más seguras”, otros a reconstruir aquello que día a día termina pero ninguno (o al menos no una voz visible), ha buscado unir al país en torno a un sentimiento común. Cosa muy difícil, por lo demás, pero no imposible: solo difícil.
El sectarismo político, la agresividad en los discursos, el rechazo por otros puntos de vista y el ver un enemigo en el opositor han sido un fenómeno que, desafortunadamente, se ha escalado específicamente en los últimos tres años. El país tuvo que vivir un execrable atentado, qué tiene a un político debatiendo su existencia entre la vida y la muerte, para entender que este no es el camino. Volvieron las balas al cuasipermanente violento escenario político nacional. Triste, pero cierto.
Una eventual reunión entre Santos y Uribe podría abrir ese, tan necesario, espacio de diálogo que necesita Colombia. Un frente unido no contra un Gobierno, sino a favor de la paz (verdadera), de la institucionalidad y de la ley es lo que necesitamos (urgentemente). Nadie espera que vuelvan a ser inseparables, o que actúen como estrategas políticos porque, dicho sea de paso, no es un escenario dónde se deba buscar una alianza política. Es un escenario para demostrar que sí es posible la paz, y que incluso quienes llevan años sin hablarse, pueden hacerlo.
A ellos:
Señores ex-presidentes: el amor a la Patria comienza por entender que una pelea personal (incluso política) no puede ser más fuerte que el amor por el país y por su gente. Hablar no es perder o ganar. Hablar no es hacer una alianza política. Hablar es dar un paso más hacia el desescalamiento del conflicto. Hablar de, por y para Colombia es amor a la Patria.
Entonces sí: deberían volver. Deberían hablar. Y no por ellos: por Colombia.
Adenda: Estamos hablando de política, aunque más bien parece un chisme sobre una relación tóxica. Pero esto es Colombia: en general todo parece una relación tóxica.
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