San Isidro, cuando prevenir era posible, pero no prioridad

Cuando los protocolos son formales, pero no funcionales, escritos, pero no vividos, activados, pero no articulados, se convierten en papel mojado ante la emergencia.”


La administración debió dejar de ser un actor que llegó después, cuando el lodo ya ha dicho lo que durante años se ignoró.

El 25 de abril quedará marcado en la memoria colectiva de Sabaneta y en la propia, como el día en que el lodo habló más fuerte que cualquier advertencia previa. Mientras avanzaba la tarde de ese trágico jueves, llegó la noticia: varios vecinos de San Isidro habían perdido la vida por un movimiento de masa. Sentí un nudo en el estómago. No era un rumor cualquiera, era la confirmación de lo que durante años se había evitado enfrentar. La tragedia dejó de ser una posibilidad remota para volverse una herida abierta en nuestra tierra. En ese momento entendí que lo impensable sí podía ocurrir aquí, en nuestro propio municipio.

Cuando los protocolos son formales, pero no funcionales, escritos, pero no vividos, activados, pero no articulados, se convierten en papel mojado ante la emergencia. Partamos de algo, la inversión social en la periferia del municipio no es la adecuada, no es suficiente y creería que no es de interés para la centralidad. La deuda historia con la periferia o barrios del municipio es sistémica, se ha vivido a lo largo de los años. Lo más grave, que la administración los ha olvidado y los ha relegado, premiando la urbe, la centralidad. Siempre lo he dicho, lamentablemente la inversión en gestión del riesgo no da votos, no es visible y no se puede exhibir. En cambio, vías, infraestructura urbana o campañas publicitarias siempre serán mejor estrategia para ser el centro de la inversión pública y de las luces del escenario.

Hablemos de la Gestión del Riesgo, este concepto se estructura como un proceso técnico y orientado a la reducción de la vulnerabilidad de las comunidades frente a amenazas. Lo que lleva a una planificación territorial informada y a la formación de alertas tempranas para proteger a los nuestros. El riesgo se debe Conocer, detallar y describir, es imposible reparar lo que no conocemos, pero, lo más importante es que se debe Reducir con obras e intervenciones físicas sobre el territorio. Pero si este se materializa, se deberá manejar el desastre con una respuesta inmediata y coordinada desde todas las instituciones posibles.

Por esto fue, que, en El Plan Municipal de Gestión del Riesgo del 2023, 2020 identificaron que las áreas de condición del riesgo del municipio representan aproximadamente un 7.42% del área total del municipio. Y manifestaron:

Dado que las áreas donde se presentan procesos erosivos intensos, bien sea en laderas o márgenes de las corrientes, son propensas a presentar movimientos en masa o episodios de inundación respectivamente, se debe priorizar la realización de los estudios detallados que permitan categorizar el riesgo y establecer las medidas de intervención pertinentes,(…) y (…)“Los estudios detallados están orientados a determinar la categorización del riesgo y establecer las medidas de mitigación correspondientes”.[1] Concluyendo que “de no tomarse las acciones requeridas, se podrían tener consecuencias severas sobre el incremento en el nivel de riesgo, por evolución de la amenaza.”.

El nivel de detalle del conocimiento del riesgo se evidencia en la parte final del documento, donde se identifica el Punto Crítico Nro. 18, denominado el Deslizamiento Sector San Isidro. Como un riesgo de amenaza por movimiento en masa alto, que finalmente se materializó.

Conocer el riesgo es como saber que hay una vela encendida cerca de una cortina: uno ve el peligro, lo tiene claro, incluso lo discute en reuniones, hace inventarios, levanta mapas, y hasta lo pone en presentaciones en PowerPoint. Pero si no se hace nada para apagar la vela o correr la cortina, ¿de qué sirvió tanto conocimiento? Saber que hay riesgo no es ningún mérito si no se actúa para evitar que termine en tragedia.

Y es que evitar el riesgo o más precisamente, reducirlo. Es tomar decisiones antes de que el desastre toque la puerta. Es invertir, intervenir, prevenir. Es mover a tiempo a quienes están en zonas de amenaza, reforzar estructuras, sembrar árboles, escuchar a la comunidad. En teoría, se sabe. En la práctica…se ignora.

En el caso de San Isidro, los riesgos ya estaban identificados. El terreno era inestable, las lluvias eran previsibles, los estudios existen. Lo que no existió fue voluntad real de anticiparse. Porque prevenir no da réditos políticos inmediatos, no se inaugura con cinta roja ni da titulares espectaculares. Pero prevenir salva vidas.

Entonces, no se trata solo de conocer los riesgos, sino de evitar que esos riesgos se vuelvan dolor. Porque cuando hay conocimiento pero no acción, el desastre ya no es solo natural: se convierte en una forma elegante de negligencia, de burocracia que espera a que algo pase para activarse. Como si la institucionalidad viviera en pausa… hasta que llega la tragedia y entonces, sí, se activa. Eso sí, con un gran despliegue de institucionalidad y medios, sirenas y ceremonias, publicaciones y discursos. Porque cuando el riesgo es conocido y no se interviene, lo que se repite no es un evento fortuito: es una omisión sistemática. Y esas, por más que se disfracen de “imprevistos”, también tienen responsables.

La pregunta que queda flotando, así como la tierra removida que cubrió hogares, es sencilla pero incómoda: ¿Qué se hizo, concretamente, para evitar este dolor que hoy se llora?

La respuesta queda abierta al arbitrio e interpretación del que lee y espero que esta reflexión lo lleve a encontrarla.

Sin embargo, aún estamos a tiempo de evitar mas tragedias. Pero hoy en día, hablar con fuerza se ha vuelto más importante que hablar con la razón. Parece que ya no se puede dudar, ni escuchar, ni debatir sin que eso se vea como debilidad. Y así, poco a poco, vamos dejando de lado lo más valioso de una democracia: la posibilidad de pensar distinto y construir juntos.

Cuando un líder se convence de que siempre tiene la razón, ha renunciado al aprendizaje. Y cuando la gente siente que no la escuchan, se cierra, se frustra, se apagan, y pierde la confianza en lo público. Eso pasa cuando el poder se usa para imponer y no para conversar.

Pero este ejercicio de reflexión nace desde la proposición, no desde el reproche que es tan fácil de hacer, si no desde un ejercicio del deber ético, aun cuando este genera molestia y causa escozor. Esto no es un ataque, es una reflexión conjunta, donde se plantea un problema, se hace un llamado a escuchar y también se acompaña de una de tantas propuestas.

Por eso dejo algunas recomendaciones para que la Alcaldía de Sabaneta promueva activamente una cultura institucional basada en la humildad epistémica[2]. Estas son:

  1. Escuchar de verdad, no por obligación. Fomentar espacios de participación real donde la ciudadanía no solo escuche, sino también sea reconocida, pues el saber técnico debe dialogar con el saber territorial y comunitario.
  1. Gobernar es hablar con la verdad.
    Transformar la comunicación política
    : evitar discursos triunfalistas y en su lugar promover mensajes que reconozcan la complejidad de los problemas públicos, la posibilidad del error y el valor de una idea diferente, de un panorama, reconociendo la complejidad, la incertidumbre y el valor de las diferencias como fuente de soluciones reales.
  2. Reconocer el error es una virtud de la gestión pública.
    Formar equipos que sepan dudar y corregir
    : construir una gestión que premie la revisión crítica y el aprendizaje constante, más que la obediencia ciega o la lealtad a una única verdad.
  3. Escuchar no es ceder el poder, es ejercerlo con virtud.
    Desarrollar un liderazgo que escuche antes de responder
    : la verdadera autoridad no se impone desde la certeza absoluta, sino que se gana desde la capacidad de integrar múltiples visiones, reconocer errores no debilita el liderazgo, lo hace más humano y confiable.

Hoy más que nunca, se necesita una administración que gobierne con empatía. Que no tema dudar, que se atreva a corregir y que escuche incluso cuando duela, cuando moleste, cuando incomode. Porque gobernar no es tener siempre la razón, sino tener siempre presente a nuestra gente.

El llamado no es solo a mejorar planes, sino a reconstruir confianzas. A pasar de los discursos a las acciones. A asumir que el riesgo ignorado se convierte en tragedia, y que cada nombre perdido en el barro debe ser el impulso para que no se repita.

Finalmente, aún estamos a tiempo de cambiar el rumbo. Pero ese tiempo, como las lluvias, también se agota.


[1] PLAN MUNICIPAL DE GESTIÓN DEL RIESGO DE DESASTRES. Municipio de Sabaneta. Disponible en: https://sabaneta.gov.co/files/allfiles/2024-09-12-07-14-17.pdf

[2] Sánchez, P., & Merchán, J. M. (2025, 23 mayo). La cultura de la arrogancia. Ethic. https://ethic.es/cultura-de-la-arrogancia

Juan Sebastián García

Abogado y deportista. Interesado en los temas públicos a nivel local y nacional, entusiasta en opinar y tomar partido. Desde Sabaneta, Antioquia.

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