“Los perseguidos de entonces ahora son los exterminadores.”
La venganza del ejército israelí en Gaza ha puesto en evidencia una desproporción comparable con el exterminio ejecutado por los nazis contra los judíos en los campos de concentración en Europa. No pretendo, querido lector, ser mojigato con esta opinión, porque tampoco podemos decir que, después de una brutal incursión del grupo terrorista Hamás y la subsiguiente ejecución de un plan de secuestros masivos, el asesinato desalmado de ciudadanos locales y extranjeros, sin importar la edad y el género, y quién sabe cuántos vejámenes que aún desconocemos, no los exime de responsabilidad por las consecuencias provocadas por sus actos.
Lo que se veía como una respuesta obvia por parte de un Estado bajo ataque se ha transformado en una venganza genocida desproporcionada en términos militares, en términos de bajas, en términos de destrucción y en términos humanos. En palabras de Kafka: “Al despertar la Estrella de David una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertida en una esvástica monstruosa.” No quiero incomodar a quienes practican el judaísmo —estoy seguro de que muchos israelíes y judíos están en contra de lo que está pasando—, porque esta columna no es una diatriba en contra de la religión ni de sus feligreses; es una crítica a la política de exterminio perpetrada por el Estado de Israel contra un pueblo que, finalmente, fue desplazado de su territorio ancestral por una invasión igual de injusta e ilegal.
Pero lo que está ocurriendo me hace pensar en la paradójica metamorfosis del simbolismo que representa la esvástica y, a su vez, la Estrella de David, los símbolos que marcaron la degeneración de la especie humana en la Segunda Guerra Mundial.
Los perseguidos de entonces ahora son los exterminadores. Y mientras se radicalizan las partes, la gente sigue muriendo, los hospitales están bajo ataque, los niños ya no juegan, sino que huyen o son sepultados por sus padres —si es que no han muerto antes que ellos—. No hay vida, solo hay muerte. No sé si aún hay esperanza en ese pueblo, o solo la funesta probabilidad de un misil entrando por la ventana.
P.D. No dude en escribirme sus comentarios a mi cuenta de X @sanderslois
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