El mercader del odio

ALDUMAR FORERO ORJUELA

“El presidente Gustavo Petro es el principal promotor del odio en Colombia, utiliza el resentimiento y la confrontación como herramientas políticas. Petro ha convertido el odio en una industria que intoxica a la sociedad y que la sumerge en la total desesperanza.”


 El cambio en Colombia se dará cuando los propios colombianos saquen de sus mentes y, sobre todo, de sus corazones, el odio, la venganza, el rencor y la violencia. Es triste decirlo pero Gustavo Petro es presidente porque representa esos «antivalores» que en muchas personas permanece. Petro no es más que el representante de ese odio enquistado en lo más profundo del ser colombiano.

La historia de Colombia es una llena de guerras y discordias entre compatriotas. No ha habido un año en donde no haya desastres por el odio que se expresa en cada esquina de cada barrio de cada ciudad de Colombia. Los gobernantes que se han tenido, en su gran mayoría, por no decir todos, han sido producto del odio y de la venganza de algún bando.

A veces los colombianos – algunos – piensan que la violencia por el odio no es una cuestión generalizada sino que es marginal y que solo la sufren quienes están directamente implicados o porque estuvieron en «el lugar equivocado». Esto tiene mucho de largo como de ancho. En Colombia hay un problema gravísimo de odio que para los individuos de «a pie» es una droga pero para los políticos – sobre todo del gobierno – es una industria.

Para el colombiano que trabaja todos los días y que no está pendiente de lo que sucede en la política – no tiene porque estar enterado de todo, está ocupado en salir adelante, ver a sus seres queridos progresar y poder sobrevivir en un país difícil – el odio que se respira a diario lo tiene intoxicado. Es que no hace falta estar enterado de lo que sucede en el país, es que las noticias y las brisas de las tropelías llegan hasta el último rincón de la patria.

Para el gobierno de Petro esa droga – el odio – es el producto que mejor vende, que mejor réditos le trae y con la cual puede tener al conjunto de individuos en un trance casi irreversible. Todos los días hay alguna noticia que lleva a los colombianos a cultivar el odio escondido gracias a un gobierno que en vez de unir divide y que en vez de construir paz y armonía cultiva a diario, de día y de noche, la guerra y la discordancia.

El presidente Petro, usando de manera indebida, las emociones de los individuos hace del odio un botín personal que lo usufructúa en detrimento de los intereses de la nación. Él cree que al atizar el odio – el lo llama lucha – está defendiendo las causas más justas y nobles de los colombianos, todo lo contrario, él está construyendo para sí una fortuna erigida al precio de la venganza y de la muerte.

Nadie más que Petro, su gobierno y quienes creen en la violencia piensan que Colombia debe ser destruida a través de la confrontación civil. Ya, a estas alturas de la historia, se sabe que Petro quiere convertir al país en una montaña de cadáveres y en ríos de sangre.

Ese discurso de la «paz» y del «diálogo» que tanto pregona y reza por doquier no es otra cosa que el engaño supino al que quiere, además de las dosis de odio que inyecta en la sociedad, inducir a la totalidad de la población. Los hechos son claros en el país, bajo el gobierno Petro la violencia está disparada, cada día mueren colombianos por las acciones terroristas de los grupos ilegales. Pero hay algo peor – y eso que el terrorismo ya es una cosa horrible – y es el genocidio que se está produciendo por iniciativa del propio gobierno.

Cómo es posible que el propio ministro de salud diga que están produciendo una grave crisis sanitaria para que puedan imponer una reforma a la salud estatista. Eso simplemente es criminal y en un país serio ese señor ya debería estar en la cárcel. Todo esto pasa mientras el presidente sigue inyectando grandes dosis de odio contra «la oligarquía», mientras los colombianos, cada día, ven más cerca su muerte que la esperanza de vivir.

Quedará en los anales de historia que Petro industrializó el odio en Colombia, que utilizó de una manera perversa las emociones de los colombianos como capital político y electoral, que prometió paz e impuso la guerra, que dijo que habría bienestar y destruyó el sistema de salud ocasionando muertos, destruyó la economía aunque las cifras las maquille, que acabó con las relaciones diplomáticas y comerciales con el mejor socio – Estados Unidos – para ir como una meretriz ante los imperialistas chinos. Todo un mercader del odio.

Aldumar Forero Orjuela

Joven oriundo de Bogotá D.C. Nacido en 1998, de familia conservadora, se ha adherido a las ideas del liberalismo que aboga por el respeto a la vida, la libertad y la propiedad como los valores más importantes de una sociedad.

Economista de la Universidad de La Salle. Con diplomados en cultura democrática y juventud constructora de paz.

Ha sido columnista en varios medios digitales de opinión y actualmente es columnista en Al Poniente.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.