Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.
Mauricio Montoya y Fernando Montoy
“Y dijo Dios: Hágase la luz; y fue la luz”
Génesis 1, 3.
En 1967, Rocco Morabito, un fotógrafo del periódico Jacksonville Journal fue testigo de una escena que le cambiaría su vida profesional. Morabito capturó con su lente fotográfico a un hombre inconsciente (Randall Champion) que colgaba de un poste de luz, mientras que uno de sus compañeros de trabajo (J.D. Thompson) le daba respiración boca a boca para reanimarlo. Thompson salvó la vida de Randall, quien había sufrido una descarga eléctrica, cuando reparaba unos cables de luz. La foto ganó el premio Pulitzer de fotografía de 1968 y es conocida (hasta hoy) bajo el polémico nombre de “El beso de la vida” (the kiss of life).
Como esta historia, hay muchas otras en las que la electricidad ha jugado un papel central. El enfrentamiento, entre Thomas Alva Edison y Nikola Tesla, conocido como la guerra de las corrientes (corriente continua vs corriente alterna), o la condena a la silla eléctrica, en 1944, que terminó con la vida de George Stinney, un niño afroamericano de solo 14 años, que fue sentenciado a la pena capital en Carolina del sur, Estados Unidos, en plena era de la segregación racial. 70 años después, en 2014, su nombre fue limpiado, pero la electricidad ya había hecho su trabajo.
El apagón, sucedido en días recientes, en algunos países de Europa, mayoritariamente en España, puso en la discusión nuestra dependencia de los sistemas de electrificación. Fábricas paralizadas, trenes detenidos, hospitales en riesgo y personas incomunicadas (aunque como ironía podríamos decir que se observaron personas comunicándose, entre ellas, verbalmente) fueron algunos de los cuadros que se pudieron ver en medios de comunicación, luego del restablecimiento del fluido eléctrico.
Así las cosas, puede decirse que la electricidad ha tenido sus bemoles. En 1889, una caricatura titulada “An unrestrained demon” (el demonio desenfrenado) cuestionaba el invento de la electricidad y la hacía responsable de un futuro caótico en el mundo. La misma iglesia católica vio con recelo ciertos avances científicos, a finales del siglo XIX, entre ellos la electricidad. Tal vez sea por eso que siguen anunciando la elección del papa con humo blanco y no con un bombillo multicolor.
Sin embargo, en nuestro lenguaje corriente suele asociarse la energía eléctrica con la luz, una palabra con orígenes latinos (lux) que significa claro, brillante e iluminado. Además, un término con acepciones religiosas, onomásticas, astronómicas, populares y anecdóticas.
“Hágase la luz”, una frase que proviene del libro bíblico del génesis y se le atribuye al Dios creador; “lucifer”, uno de los nombres con el que se denominaba a un ángel caído en el Antiguo Testamento y que significa: “el que lleva la luz” (como curiosidad, en 1829, el químico inglés -John Walter- que inventó el fósforo de fricción, lo llamó “Lucifer match”); “luz de Cristo”, una breve jaculatoria que repite el sacerdote la noche de la vigilia Pascual, al mismo tiempo que enciende el cirio en un templo inundado por la oscuridad; un descubrimiento, gracias al telescopio, que le permitió a Galileo Galilei afirmar que la luna recibía la luz del sol, contradiciendo al filósofo estagirita (Aristóteles) que creía que la luna era una esfera perfecta con luminosidad propia; un dicho popular (“luz de la calle y oscuridad de la casa”) que se refiere a una persona que por fuera del hogar muestra todo lo bueno que no manifiesta en su casa; y una anécdota que recuerda a “Marañas” (Nemesio Mejía Montoya), un personaje típico de la Medellín del siglo XIX, que cuando se inauguró el alumbrado público en el Parque Villanueva (rebautizado en 1923 como Parque Bolívar) el 7 de julio de 1898, dijo sin tapujos: “¡Luna, te jodites! De hoy en adelante tenés que ir a alumbrar solo a los pueblos”.
En la actualidad, los gobiernos del mundo debaten el uso de las energías alternativas. Muchas industrias, públicas y privadas, están incursionando ya en el manejo de energías como la solar, la eólica, la hidroeléctrica, la marina y la nuclear. Anuncios como el agotamiento de las reservas de petróleo y cataclismos eléctricos como los recientemente ocurridos, nos hacen pensar en asuntos como el de las energías naturales, el racionamiento energético o el enriquecimiento de uranio, este último disfrazado de alternativo, pero acompañado de los fantasmas de una guerra nuclear.
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