La soledad que nos espera

Ayer por andar de copa rota me quebré una pata. Como paticojo’ no puedo ir por ahora a ningún Pereira, me ha tocado pasear imaginariamente al mejor estilo de un chamán octogenario: he ido a mil dimensiones, he ido a mil planetas, he  ido a mil temporalidades, en donde los humanos, no son precisamente simios felices u optimistas mamíferos.

Mi linda y perturbada imaginación, me llevó hace un rato por un tobogán extra temporal y casi metafísico, directico hacia la Colombia del 2098 ¿Y qué vi? Agárrense de la silla, de la banca, del chinchorro o de la baranda de la cama, porque lo que observaron y oyeron mis sentidos de treintañero parrandero, puede por lo menos, ponerle los pelos de punta  a más de un idealista desocupado.

Lo primero que vieron estos ojitos achicopalados era que la gran amazonia se había borrado del mapa, y hasta de  los colombianitos. En lugar de selvas, indígenas y delfines rosados, había un parque de diversiones con hologramas de todos los tamaños y colores: vacas con alas, anacondas parlanchinas y tiburones caminantes ¡Espantoso!

Mi alma de chismoso montañero preguntó y preguntó por la razón del por qué en el lugar  en que había un paraíso amazónico, habían construido a la topa tolondra esa abominación que ofendía inclusive  la mismísima esencia de la nostalgia. ¿Y qué me dijeron? Lo que me esperaba: que era más rentable tener hologramas de vaquitas y de delfines paticontentos´, porque estos no necesitaban veterinarios, ni purinas, ni vacunas, ni tratos melodramáticos.

Después de esa respuesta, me fui de ahí como alma que lleva el diablo ¿Y en donde terminé? En la capital de la república. Como era de esperarse las cosas allá no mejoraron mucho: los que se decían humanos, iban por las calles de abajo para arriba y de arriba para abajo llevando de la mano zalameramente, romeos, julietas y dulcineas de aluminio, caucho y no sé de qué otros ornamentos más.

Lo primero que me dije es que esa vaina ya no era mera cuestión de imaginación, que por alguna cosa rara había viajado en el tiempo ¡Era una premonición! A nuestro país, como al resto del planeta, están llegando mercancías, ideas de progreso y cosmogonías que alaban hasta el hartazgo la dependencia tecnológica. Hoy, de hecho, ya nuestros jóvenes establecen relaciones emocionales con inteligencias artificiales que sabrá dios cuanto van a durar.

La soledad que nos aguarda a la vuelta de la esquina no tendrá límites. Todo por lo que lucharon nuestros próceres como Bolívar, Santander y Córdova se habrán ido al carajo. El lema que retumbará  en estas cordilleras en el lóbrego 2098, será simplemente: no hay más libertad para mí que este ramo de tuercas, algoritmos y arrullos sincronizados… Después de semejante visión me desperté medio tembleque y sudando hasta el Océano Pacifico.

Y es que no es para menos, nuestra soledad será tan grande, tan abismal, que las IA del mañana serán, incluso, después de ser amantes, desvares y terapeutas, abnegadas plañideras en nuestros modestos o suntuosos entierros. Nuestros conflictos actuales son un juego de niños en comparación a lo que nos espera en los pantanos del futuro.

Esa soledad maquinada, (y paradójicamente solapada), nos distanciará cada vez más de nuestros semejantes: el niño jugará con algún caballero fantástico en alguna plataforma de recreaciones medievales; el adulto mayor se distraerá con los bingos e historias de algún armatoste embutido con historias de culebrero; y los simios cosmopolitas en edad productiva irán a algún balneario a broncearse las nalgas con algún amante de tuercas inoxidables.

Edison David Ramírez Serna

Nació en El Santuario Antioquia, Colombia, en 1991. Es historiador egresado de la Universidad Nacional de Colombia. Tiene diversas colaboraciones literarias, académicas y de divulgación en los temas de las ciencias humanas. Actualmente es docente en el Instituto Formarte en las áreas de sociales, filosofía y competencia lectora. Básicamente mis temas de interés han sido, y seguirán siendo, la filosofía, la literatura, el cine, la antropología y la historia.

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