Logoi – Camarlengo

Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.

Mauricio Montoya y Fernando Montoya

 

La aparición en Roma de un cardenal destituido y condenado por corrupción financiera (Ángelo Becciu); la llegada de otro (Juan Luis Cipriani), separado de su rango cardenalicio por acusaciones de abuso sexual a un menor de edad; y la tarea asignada a un purpurado de cumplir con el rito de cierre del  ataúd del papa Francisco, a pesar de las denuncias en su contra, por encubrir la pederastia en su arquidiócesis (Roger Mahony); son algunos de los retos a los que tendrá que responder el camarlengo, encargado de los asuntos vaticanos tras el fallecimiento del Papa Francisco I.

El cardenal Kevin Farrell es el actual camarlengo. La figura del camarlengo nació en el siglo XII, por consejo de la curia romana, que consideró necesaria la institución de un cargo, en el que pudiera nombrarse a una persona de entera confianza del obispo de Roma, pues al fin y al cabo era el que lo acompañaría hasta la morada final y el que se encargaría de dar apertura al Cónclave que designaría a su sucesor en el trono de San Pedro.

Refieren los anales históricos que fue en el siglo XV que el camarlengo obtuvo el privilegio del cardenalato y en 1621, a partir de una Bula del papa Gregorio XV, se le posicionó como tesorero papal. Tan solo en tres ocasiones, el camarlengo de turno ha sido elegido como Papa:

* El cardenal Cosme Gentile Migliorati, camarlengo del Papa Bonifacio IX, fue elegido pontífice en 1404 y escogió como nombre el de Inocencio VII.

* El cardenal Vincenzo Giaoacchino Pecci en 1878, quien se denominaría León XIII, después de haber sido el camarlengo de Pío IX.

* El cardenal Eugenio Pacelli, proclamado como Pío XII en el año 1939, y que fungió como camarlengo de Pío XI, este último recordado por haber firmado el pacto de Letrán (1929), con Benito Musolini, por medio del que se reconocía a la Ciudad del Vaticano como un Estado y al Papa como su jefe espiritual y político.

Es menester recordar que, en los períodos en los que los Papas han sido considerados mandatarios o jefes de Estado (época de los Estados Pontificios  -756 – 1870- y después de 1929 hasta el presente), el camarlengo podría ser definido como un primer ministro, aunque en su significado, la palabra en cuestión (camarlengo), denote la de un simple asistente de cámara o chambelán, refiriéndose a  un oficial de la Corte, específicamente en el contexto francés, con atribuciones en el manejo de lo administrativo y otros asuntos.

En cuanto a labores menos administrativas, el camarlengo tiene la tarea de corroborar el fallecimiento del Papa, a través de un ritual centenario que implica golpear su frente, con un pequeño martillo de plata, en tres ocasiones y en cada una de ellas llamar al finado por su nombre de pila. Si no recibe respuesta, declarará la muerte del pontífice con las siguientes palabras: Vere Papa mortuus est (“el Papa está realmente muerto).

Además, el camarlengo tendrá la obligación de cerrar  los aposentos del Papa y destruir su anillo del Pescador, símbolo de la autoridad papal, con el fin de evitar que su sello pontificio sea falsificado.

Pero tal vez sea necesario remontarnos un poco más allá en la historia y recordar a personajes como Pipino de Heristal, Carlos Martel y Pipino el Breve, quienes ocuparon el puesto de mayordomos de palacio, asistentes de los últimos reyes merovingios que gobernaron los reinos francos, y convirtieron el cargo en un botín político que los llevaría a fundar la dinastía Carolingia y a reinar sobre los francos por alrededor de 200 años. Los mayordomos de palacio, cargo creado por los monarcas merovingios, cumplían con todas las funciones políticas y administrativas de palacio, en especial en la época de los llamados reyes holgazanes (768 – 791) que dedicaron su tiempo más a la diversión que al gobierno del reino. Podría decirse que estos mayordomos palatinos son los antepasados de la figura del camarlengo, pero como es claro que los más puristas historiadores cuestionarán esta idea, digamos entonces que un claro ejemplo histórico del papel político y espiritual de un cardenal, nunca electo como camarlengo, pero sí como primer ministro, fue el del cardenal de Richilieu (Armand Jean du Plessis), mano derecha del rey Luis XIII y quien manejó con diplomacia y astucia todo lo referido a los temas del poder, tanto así que su legado pervive y es tan estudiado como los libros de Hobbes y Maquiavelo.

Seguramente en la nueva elección del Papa, así como en las anteriores, el camarlengo tendrá más influencia que el mismísimo Espíritu Santo, pues en cuestiones de poder, los valores religiosos y teologales son los primeros sacrificados.

No olvidemos, que por más que los musulmanes ya superen en número a los cristianos católicos del mundo, el papel socio político y religioso que juegan los clérigos sigue siendo influyente. Es imposible no pensar en el beneplácito del patriarca ortodoxo ruso a la ofensiva de Putin en Ucrania; en el silencio guardado por una facción del clero colombiano frente a las acciones de personajes como monseñor Builes o el cardenal López Trujillo; o en la impunidad de los militares salvadoreños (maquillada por algunos Papas) ante el asesinato de Monseñor Arnulfo Romero, al que por lo menos este último Papa tuvo la decencia de canonizar y reconocer su martirio.

Papas, nuncios apostólicos, arzobispos, obispos, cardenales, sacerdotes, diáconos y camarlengos seguirán apareciendo en el escenario mundial, la pregunta será si para satisfacer intereses particulares o para cumplir con las responsabilidades que les obliga su elección.

 

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Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra. Por: Mauricio Montoya y Fernando Montoya

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