Aceptar que nos equivocamos

José María Dávila Román

“Fue famosa la intervención del ex presidente de Toyota, Akio Toyoda, en el 2010, ante el Congreso de Estados Unidos, donde públicamente y llorando, pidió disculpas por las fallas de seguridad que estaban teniendo algunos vehículos de la marca”.


¿Por qué hay personas que les cuesta reconocer abiertamente sus errores y se empeñan en mentir para mantenerlos ocultos? ¿No es mejor coger el toro por los cuernos, aceptar que nos equivocamos y asumir un compromiso para no volverlos a cometer?

A propósito, esta semana escuché una frase de un panelista radial sobre crisis reputacional, que decía que, si una empresa o un líder se equivoca, lo mejor para apagar la crisis es que el que comete el error lo cuente primero y de manera rápida para que otros no cuenten la historia y, tal vez, con malas intenciones, como le está sucediendo al presidente Gustavo Petro por cuenta de su ex ministro de Relaciones Exteriores Álvaro Leyva quien nuevamente sacó a relucir, a través de una carta pública, que el presidente Petro era drogadicto.

Rumor que empezó hace más de un año cuando la periodista María Jimena Duzán, en su columna en la revista Cambio invitó al presidente Petro a que contara a la opinión pública si sufría de un problema de adicción. Petro nunca lo ha aceptado y por el contrario responde que sus adicciones son al café y al amor.

El debate se genera porque para la ciudadanía es válido preguntarse si un presidente con problemas de drogadicción -que además el narcotráfico es uno de los flagelos de Colombia y una de las principales problemáticas para mantener y garantizar el orden público- está en la capacidad de gobernar con lucidez un país como Colombia que tiene un sinnúmero de complejidades y máxime, cuando el presidente Petro ha dado síntomas de no estar siempre en sus cabales con declaraciones y publicaciones incoherentes que hacen generar crisis para el país sin necesidad: una publicación suya en X el domingo 26 de enero de este año a las 3.41 de la madrugada generó un problema con Estados Unidos porque Petro se negó a recibir deportados cuando es una práctica común entre los dos países desde hace décadas.

Pero Petro no acepta equivocaciones y, por el contrario, su estrategia es victimizarse así sea con mentiras para quedar como mártir y obtener respaldo popular que le de oxígeno a su proyecto político. Lo vimos nuevamente esta semana en el consejo de ministros que transmitió por los canales privados así el Consejo de Estado le dijera no podía, allí dijo que ya no podía ir a Estados Unidos que, porque creía que ya le habían quitado la visa, cuando no; insistentemente menciona que le quieren dar un golpe de estado, que lo censuran, etc.; en la visión de Petro, todo el mundo está contra él y por eso se autodenomina el último de los Aureliano Buendía.

Reconocer los errores, así como perdonar, no es mostrar debilidad, por el contrario, es grandeza y vencer el ego, porque nos permite reconocer que como humanos fallamos, pero que podemos levantarnos y ser mejores.

Fue famosa la intervención del ex presidente de Toyota, Akio Toyoda, en el 2010, ante el Congreso de Estados Unidos, donde públicamente y llorando, pidió disculpas por las fallas de seguridad que estaban teniendo algunos vehículos de la marca y que habían generado numerosos accidentes. La opinión pública evidenció un dolor genuino por parte del directivo de Toyota y le dieron una nueva oportunidad a la marca para enmendar su error y con los años logró nuevamente recuperar su reputación.

Probablemente la historia sería distinta si la marca, con arrogancia, no hubiera aceptado su equivocación.

Estamos propensos a la equivocación, es una condición humana, pero para avanzar como personas, debemos empezar por reconocer nuestros errores y trazar un plan para superarlos, no esconderlos y mucho menos negarlos porque estarán siempre ahí, latentes.

José María Dávila Román

Comunicador Social - Periodista de la UPB con Maestría en Gerencia para la Innovación Social y el Desarrollo Local de la Universidad Eafit. Creo que para dejar huella hay que tener pasión por lo que se hace y un propósito claro de por qué y para qué, hacemos lo que hacemos. Mi propósito es hacer historia desde donde esté, para construir un mundo mejor y dejar un legado de esperanza y optimismo para los que vienen detrás. Soy orgullosamente jericoano.

Nota al pie: El columnista tiene o ha tenido vinculación laboral con la minera AngloGold Ashanti. 

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