
El fenómeno de las drogas en Colombia puede estar en el momento de mayor avance en términos de salud y derechos humanos desde la guerra contra las drogas, declarada por Richard Nixon en 1971 y acogida poco tiempo después por Misael Pastrana, esto se ve materializado en la política nacional de drogas “sembrando vida desterramos el narcotráfico 2023 – 2033” y reflejado en la punta de lanza que ha sido el Gobierno Colombiano en los últimos meses para el cambio de la política de las Naciones Unidas sobre la coca.
Hoy de forma directa en el panorama nacional se habla de derechos humanos ante el fenómeno de drogas, hay experiencia de implementación de programas públicos de reducción de riesgos y daños para usuarios de sustancias en algunas ciudades, articulaciones e investigaciones para entender el fenómeno de forma amplia, organizaciones de usuarios de sustancias psicoactivas con apuesta política; solo por nombrar algunos avances difíciles de imaginar hace 40 años, sin embargo, el prohibicionismo está lejos superarse como abordaje hegemónico del tema, ejemplo de ellos es como diferentes investigaciones continúan demostrando presencia de estigma hacia usuarios de sustancias psicoactivas en el personal de salud, las facultades de medicina y psicología continúan formando en la abstinencia como única posibilidad de intervención y el tratamiento policial de los usuarios continua siendo una constante en el país.
El avance de derechos humanos en el tema de drogas ha logrado hasta ahora proponer una discusión abierta en términos sociales, entre los abordajes de la salud pública y derechos humanos en contraposición prohibicionismo y la guerra. Logros que han sido posibles a costa del trabajo diferentes sectores (academia, organizaciones sociales, organizaciones de usuarios de sustancias y entidades gubernamentales entre otros) permitiendo tener en la actualidad un acumulado de trabajo investigativo, salubrista y político pese a la imposición del prohibicionismo como ideología.
Surgen nuevos retos con relación a los avances obtenidos, ya que el avance aun es limitado con relación a los resultados necesarios. La fuerza del prohibicionismo es entendible en términos políticos y económicos, puesto que es condición para que el narcotráfico sea lo rentable que es, además está el peso de la construcción de cargas morales producidas por más de 50 años de propaganda global prohibicionista que siguen siendo reforzados por medios y políticos, esto es ampliamente conocido, se ha descrito lo esperable de su sostenimiento y lo difícil de su desmonte, sin embargo es importante hacer énfasis también sobre riesgos menos explícitos que puedan llevar a limitar el avance alcanzado, como lo vienen siendo en Colombia empresas privadas que han hecho negocio del prohibicionismo oponiéndose a él.
Este gran logro de diferentes sectores que ha sido la apertura del debate sobre las sustancias psicoactivas en la sociedad y que encuentra un asidero importante en la actual política nacional de drogas, corre el riesgo de verse monopolizado y limitado, es la apertura de esta conversación en términos sociales el principal logro, pues es la que tiene la posibilidad de desmontar los criterios ideológicos de la guerra contra las drogas hoy hegemónicos en el escenario nacional e internacional. La labor implica la profundización democrática del debate, la participación de los distintos actores y no el cierre de la discusión democrática a sectores empresariales presentados como abanderados, gurús o voces autorizadas exclusivas del tema.
Resulta rentable ofrecer servicios desde otra perspectiva, en un mundo que está virando a entender que la guerra contra las drogas no es útil (lo que en principio no es problemático), sin embargo lo que han dejado ver estas empresas es que al estilo del narcotráfico buscan monopolizar el discurso (y en este caso el mercado) en contra del prohibicionismo, por medio de ataques a cualquier iniciativa que no los incluya, son tan o más dañinos que los mismos prohibicionistas cuando cierran el debate a su exclusiva y única lectura sobre las drogas con fines comerciales.
Empresas como estas, se presentan como las únicas voces autorizadas para hablar del tema, abordan la educación para la salud como una práctica de marketing, presentan la discusión académica como acabada y se convierten en un lastre para el avance como sociedad en el tema de drogas. No avaneceremos mucho más si no reconocemos que lo fundamental logrado hasta hoy es la apertura del debate, misma apertura que permitió llegar hasta una política de drogas diferente en el país. Lo que nos corresponde como sociedad es derrumbar el prohibicionismo, no abrirle una ventana para rentar de él a la par que el narcotráfico. mientras se mina el avance de otros sectores por la pequeñez de un contrato.
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