Contratos inteligentes: ¿el futuro del derecho comercial en Colombia?

“Colombia necesita menos trámites y más tecnología. Los contratos inteligentes pueden ser el primer paso.”


Hablar de innovación en Colombia muchas veces nos lleva a pensar en apps, fintechs o inteligencia artificial, pero rara vez pensamos en el derecho comercial como un campo que pueda transformarse radicalmente con tecnología. Y, sin embargo, es ahí donde creo que se está gestando una de las revoluciones más silenciosas, pero más profundas: la llegada de los contratos inteligentes.

Y no, no es ciencia ficción. Esta tecnología ya existe y está empezando a cambiar la forma en que las personas y las empresas se relacionan comercialmente, sin necesidad de abogados, notarios o trámites engorrosos. Pero antes de entrar en materia, vale la pena responder una pregunta básica que muchos se hacen: ¿qué es exactamente un contrato inteligente?

Un contrato inteligente (o smart contract) no es más que un programa que se ejecuta automáticamente cuando se cumplen ciertas condiciones predefinidas por las partes. Funciona sobre una tecnología llamada blockchain, que permite almacenar datos de manera segura, transparente e inalterable.

La diferencia con un contrato tradicional es que no necesita intermediarios para garantizar su cumplimiento. El código mismo se encarga de hacer valer lo pactado. Por ejemplo: si yo alquilo una bodega a través de un contrato inteligente, este puede verificar automáticamente que pagué a tiempo y, de ser así, enviar una señal para abrir electrónicamente la puerta. Si no pago, simplemente no se activa el acceso.

Todo ocurre sin necesidad de intervención humana, de validaciones manuales ni de procesos judiciales. Se cumple lo acordado, o no se ejecuta nada. Así de simple.

¿Y esto qué tiene que ver con el derecho comercial en Colombia?

Mucho. Porque buena parte de las relaciones comerciales en nuestro país dependen de la confianza entre partes, y esa confianza a menudo se traduce en tiempos de espera, papeleo, comités jurídicos, y una alta probabilidad de conflictos cuando las cosas no salen bien.

Los contratos inteligentes pueden automatizar desde simples acuerdos de compraventa hasta complejas cadenas logísticas, haciendo que el cumplimiento contractual sea automático y transparente. Y esto no solo reduce costos, sino que también disminuye riesgos legales y mejora la trazabilidad de los procesos.

Además, en un entorno como el colombiano donde la informalidad y la lentitud judicial afectan la competitividad, esta tecnología puede ser un puente hacia relaciones comerciales más justas y eficientes.

¿Qué tan cerca estamos de ver esto en Colombia?

El reto más grande, sin embargo, es normativo y cultural

Desde el punto de vista legal, el ordenamiento colombiano aún no reconoce de forma clara a los contratos inteligentes como válidos por sí solos. Y aunque en teoría podrían respaldarse en principios generales del derecho (como la autonomía de la voluntad), sigue existiendo una gran incertidumbre en caso de conflictos o incumplimientos.

Desde el lado cultural, muchas personas incluyendo empresarios, abogados e incluso jueces aún no comprenden del todo cómo funciona esta tecnología ni qué valor podría aportar. Esto frena su adopción y hace que siga viéndose como algo lejano o demasiado técnico.

¿Qué necesitamos para avanzar?

Educación y formación jurídica actualizada. Las facultades de Derecho deben comenzar a integrar contenidos sobre tecnología, blockchain y automatización contractual. No podemos seguir formando abogados solo para el pasado.

Voluntad política y apertura regulatoria. Así como se han hecho pilotos en otras partes del mundo, deberíamos tener espacios donde empresas, universidades y entidades públicas puedan explorar legalmente este tipo de mecanismos sin miedo a consecuencias legales inciertas.

Casos de uso reales y cercanos. Necesitamos experiencias locales que muestren cómo esta tecnología puede aplicarse en el día a día de las empresas colombianas, desde el arriendo de una oficina hasta acuerdos entre proveedores, freelances o exportadores.

Mi reflexión final

Muchas veces pensamos en la tecnología como algo lejano o exclusivo del mundo financiero. Pero los contratos inteligentes nos demuestran que también el derecho ese campo tradicionalmente rígido puede ser transformado para bien.

No se trata de reemplazar abogados ni de deshumanizar las relaciones comerciales. Todo lo contrario: se trata de usar la tecnología para que los acuerdos entre personas y empresas sean más confiables, más rápidos y accesibles.

En Colombia tenemos un sistema legal que, aunque sólido en teoría, es costoso, lento e ineficiente en la práctica. Los contratos inteligentes pueden ser una herramienta clave para corregir muchas de esas fallas. La pregunta no es si llegarán, sino cuándo nos animaremos a usarlos

Alejandro Lozano Arana

Economista y estudiante de Administración de Empresas, cuento con experiencia en análisis financiero, presupuestal y optimización de procesos. Soy un joven apasionado por la economía digital y la transformación del sector financiero, me interesa explorar como tecnologías emergentes como blockchain pueden impactar la economía colombiana. A través de mis columnas, busco generar análisis críticos y aportar perspectivas sobre innovación, regulación y oportunidades en el mundo financiero.

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