
“Tengo sed es, ante todo, un grito de desobediencia y humanidad”
Texto leído en la celebración eucarística de las siete palabras en el marco de la semana santa 2024, Alejandría Antioquia. Para entonces, se me extendió la invitación a realizar esta intervención en calidad de Presidente del Concejo Municipal.
«Después de esto, sabiendo Jesús que todo se había ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed». Juan 19:28
Bien pudiéramos darle un significado puramente físico y corporal a esta expresión de Jesús, pues claramente después de estar expuesto a la deshidratación profunda, es natural que la necesidad de beber se manifieste en el cuerpo humano como forma de sobrevivencia.
Tengo sed es, ante todo, un grito de desobediencia y humanidad, toda vez que, ya sabiendo que las condiciones estaban dadas para que se cumpliera al pie de la letra la sagrada escritura, y teniendo presente cuál sería su destino, exclama estas palabras como manifestación de resistencia a la deshumanización impuesta por los Romanos.
La quinta expresión de Jesús en la cruz se reproduce en la conciencia individual y colectiva de toda la sociedad, generación tras generación, porque aunque se tenga a disposición de casi todos los seres humanos el preciado líquido vital, la sed que hoy nos embarga sigue persistiendo como necesidad insaciable.
La sed que padece hoy nuestra sociedad contemporánea, es una sed de connotación espiritual, una sed de la conciencia humana. Actualmente, es común observar al sujeto sediento de tranquilidad, de esperanza y de ganas de continuar caminando el sendero de vida que Jesús demarcó con su experiencia; un sujeto hidratado en la superficialidad, el espectáculo y la visibilidad, pero totalmente deshidratado de amor, contenido y significado. Un individuo buscando desesperadamente saciar su sed en fuentes dadoras de vinagre y hiel, pudiendo acudir a fuentes de agua viva, como la que Jesús le prometió a la Samaritana.
Materialmente, es también una sed de condiciones de vida digna: en la sociedad actual abundan las fuentes de hidratación que Estefatón le ofreció a Jesus, generadoras de una sed cada vez más fuerte e insaciable para la mayoría. Esto lo podemos ver reflejado en las promesas incumplidas de las grandes estructuras sociales, económicas y políticas, y en las más particulares contradicciones de relaciones cotidianas.
Cuando el enfermo pide a gritos atención médica para calmar su dolor y no es atendido, cuando el hambriento busca un bocado de comida que no es satisfecho, cuando el pobre busca mejorar sus condiciones materiales de existencia y no se le permite, cuando el campesino cosecha sus productos con la esperanza de comercializarlos a un buen precio pero se le retribuye con migajas, cuando el joven quiere estudiar pero se le niega el acceso a la educación y cuando el ambientalista ruega por la protección de los ríos, las quebradas y el patrimonio ambiental pero no es escuchado; ahí está Jesús vivo exclamando dolorosamente “TENGO SED”, pero una vez más se le responde con el vinagre de la indiferencia.
Asimismo, cabe entonces preguntarnos en nuestra cotidianidad, donde afloran las relaciones con el otro, cuándo hemos sido fuente de agua viva o fuente de hiel y de vinagre para saciar nuestra sed y la de los demás. Y esto lo podemos observar en los múltiples contextos sociales de nuestro municipio; en el servicio público, por ejemplo, cuando el ciudadano pide atención y orientación sobre un tema importante para su bienestar ¿le respondemos con cariño o nos abstraemos de darle la respuesta, aunque la tengamos?, Si el adulto mayor busca el goce efectivo de sus derechos ¿Se los garantizamos oportunamente o nos aprovechamos de su vulnerabilidad para negárselos?, Si el presupuesto público se orienta en detrimento de los mas necesitados ¿obramos como fuente de agua viva o como fuente de vinagre?
En el contexto familiar, cuando el adolescente confundido y abrumado busca el consejo dulce y cariñoso de sus padres sobre un tema complejo, bien puede ser el consumo de sustancias psicoactivas, la sexualidad o la adicción a las redes sociales ¿Lo aconsejamos con amor o por el contrario recibe nuestro castigo?
En el campo interpersonal, cuando compartimos espacios de relacionamiento social con la persona en situación de discapacidad, con el afrodescendiente, el marginado o simplemente con quien piensa o actúa diferente ¿tenemos la capacidad de reconocer y respetar su legitima diferencia?
Son muchas las facetas y los contextos sociales que experimentamos en la cotidianidad cristiana como Alejandrínos, donde tenemos la oportunidad de evidenciar nuestra sed y la sed de los demás, asimismo, tenemos la oportunidad de acudir a la fuente de agua viva que Jesús le prometió a la samaritana, o a la fuente de hiel y vinagre que el soldado romano Estefatón le ofreció a ese justo que sufría en la cruz.
La quinta palabra pronunciada, encierra en sí misma una profunda reflexión sobre la humanidad. Más allá de la necesidad física de agua, estas palabras nos revelan la sed de la sociedad, de la cultura y del sujeto, una sed que usualmente nos lleva a perder el horizonte, a ahogarnos en las contradicciones de nuestros tiempos. Pero también nos invita a comprender que, en la esencia cristiana, la que practica el amor, Jesús siempre nos esperará como promesa de agua viva que renueva la esperanza.
“Tengo sed”, entonces, nos invita a reflexionar sobre nuestras propias sedes interiores: la sed de sentido, la sed de amor eficaz y de compromiso social, la sed de trascendencia y de discernimiento. En estas palabras, encontramos un llamado a buscar el agua viva que solo puede saciar nuestra sedes más profundas: la sed de la esencia cristiana.
“Bienaventurados los que tienen sed de justicia, porque ellos serán saciados”, nos dice Mateo 5 del 6 al 8. Pero no una justicia muerta, no una justicia retórica, sino una justicia tan viva como el dolor de Jesús en la cruz, una justicia que se afirma todos los días en nuestros actos y elecciones. Una sed de justicia que, aunque nos cueste la sed física que padeció Jesús, nunca nos costará la sed de la conciencia, porque esta se diluirá en ríos de agua viva.
Ya en Alejandría, en otros momentos, corrieron ríos de hiel y de vinagre por sobre la sangre de los justos que, como Jesús, exclamaban: “TENGO SED”. La invitación Alejandrinos y Alejandrinas, es a que seamos constructores de fuentes de agua viva y, al mismo tiempo, a dejar que la promesa de Jesús a la samaritana, florezca en todos nuestros corazones.
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