Que pare la guerra: un grito que no da espera

“Un futuro que, según parece, se imagina lleno de conflictos armados. ¿Qué mensaje están enviando a los jóvenes europeos? Les dicen que deben resignarse a un futuro de trincheras, de armas y de batallas.”


Hace más de un año escribí una columna donde hacía un llamado a construir un movimiento social que grite con fuerza: ¡Que pare la guerra! Hoy, esa voz necesita hacerse más fuerte, porque los planes belicistas no solo siguen avanzando, sino que se consolidan con el aval de las instituciones más poderosas del mundo.

La Unión Europea, bajo el liderazgo de Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, ha apostado claramente por reforzar su maquinaria militar. Con iniciativas como “Readiness 2030” o “ReArm Europe”,la Unión Europea destinará más de 800 mil millones de euros para fortalecer su aparato de defensa. Este gigantesco presupuesto proviene de recursos comunes que, en un mundo sensato, deberían usarse para mejorar la vida de las personas: reducir desigualdades, invertir en salud, educación y oportunidades para la juventud. Pero no, esos fondos ahora se preparan para la guerra.

Esto no es una casualidad. Von der Leyen ha dejado claro que Europa debe “rearmarse” y estar lista para los retos del futuro. Un futuro que, según parece, se imagina lleno de conflictos armados. ¿Qué mensaje están enviando a los jóvenes europeos? Les dicen que deben resignarse a un futuro de trincheras, de armas, disparos y sangre. Pero esos mismos jóvenes y sus familias no tragan entero, y están diciendo y exigiendo otra cosa.

Este sábado 12 de abril, Italia fue escenario de una movilización social histórica. Partidos políticos de todas diferentes corrientes ideológicas se unieron en un clamor compartido: exigir una salida negociada al conflicto entre Rusia y Ucrania, y oponerse al rearme de Europa. Esta manifestación no solo es una marcha más; es el símbolo de una ciudadanía que se resiste a aceptar las decisiones de las élites políticas y económicas que quieren arrastrarlos a la guerra. Los padres de esos jóvenes no quieren verlos morir en campos de batalla, y los propios jóvenes no quieren ser carne de cañón en conflictos que no eligieron.

Esta movilización en Italia puede ser el inicio de algo mucho más grande. Puede convertirse en un faro que inspire a otros países de Europa y del mundo a alzar la voz. No se trata solo de la guerra en Ucrania; hablamos también de la ocupación israelí en Palestina y de tantos otros conflictos que desangran al planeta. Es hora de que la ciudadanía global despierte y grite con todas sus fuerzas: ¡Que pare la guerra!

La paz no es un sueño ingenuo ni un ideal abstracto. Es una necesidad urgente y una exigencia que debemos plantear de forma clara y contundente. No podemos permitir que el futuro esté definido por armas, violencia y sangre. Es momento de organizarnos, de movilizarnos, convocar la ciudadanía, de llenar las calles de consignas que rechacen la violencia y la sangre derramada por los intereses de unos pocos. Unos pocos que no son quienes van a la guerra, ni sus hijos terminarán en fosas comunes del Donbás, ni en Gaza o cualquier otro lugar del mundo en disputa.

Simón Rivera Londoño

Arquitecto urbanista, consultor en ordenamiento territorial y planificación urbana. Apasionado de la política y soñador de otros mundos posibles.

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