
Cuando Donald Trump impone nuevos aranceles, el mundo tiembla. Algunos lo llaman impredecible, otros ven detrás de sus decisiones una estrategia calculada. Lo cierto es que sus medidas no responden tanto a la lógica económica tradicional, sino a un estilo negociador propio de un jugador de póker: ir al límite, lanzar amenazas y desestabilizar para obligar a ceder.
Inspirado en la teoría de juegos del Nobel Thomas Schelling, Trump usa los aranceles no solo como instrumentos proteccionistas, sino como herramientas de presión. Y lo hace con temas que antes no formaban parte del comercio internacional: migración, narcotráfico, geopolítica. Así, se sienta a la mesa con países como China o México desde una posición de fuerza, aunque los resultados para la economía estadounidense hayan sido contradictorios: precios más altos, menor empleo y menor competitividad en algunos sectores.
ESTADOS UNIDOS Y EL BILATERALISMO EXTREMO
Este enfoque ha debilitado profundamente el sistema multilateral de comercio. El desmantelamiento de facto del Órgano de Apelación de la OMC ha dejado al mundo sin una instancia efectiva para resolver disputas. Así, cada país se ve obligado a negociar de manera individual con Washington, cayendo en lo que los economistas llaman un “dilema del prisionero”: todos se beneficiarían actuando en conjunto, pero el miedo a represalias los lleva a responder de forma aislada.
Estados Unidos, mientras tanto, refuerza su posición. No solo con Trump: Joe Biden ha continuado varias de estas políticas, demostrando que el giro hacia un comercio más nacionalista y menos multilateral no es coyuntural, sino estructural.
EL CASO MEXICANO Y LA DIPLOMACIA PRAGMÁTICA
México es hoy el principal socio comercial de Estados Unidos, con más de 840.000 millones de dólares en intercambio anual. Sin embargo, ha optado por no enfrentarse a su vecino del norte. Tanto el presidente López Obrador como su sucesora, Claudia Sheinbaum, han reforzado su compromiso en temas migratorios y de seguridad, sabiendo que cualquier desliz podría desatar una tormenta arancelaria.
¿Y CHINA?
El gigante asiático, aunque responde con firmeza, también ha mostrado pragmatismo. Tras años de confrontación comercial, el acuerdo firmado en 2020 calmó las aguas, aunque los efectos negativos sobre el comercio bilateral persisten. La diferencia es que China tiene más capacidad de resistencia y alternativas de diversificación.
AMÉRICA LATINA EN LA INCERTIDUMBRE
Los países latinoamericanos, entre ellos Colombia, miran con preocupación este escenario. El debilitamiento del multilateralismo, sumado a la imposición de reglas bilaterales por parte de EE.UU., deja a las economías más pequeñas en una posición vulnerable.
COLOMBIA: ENTRE LA POLÍTICA Y LOS DESAFÍOS SOCIALES
Mientras tanto, en Colombia se agitan las aguas políticas con miras a las elecciones de 2026. Los partidos comienzan a reorganizarse, y temas de fondo reaparecen en el debate público:
Tasas de usura: ¿Es hora de eliminarlas en un país donde millones siguen excluidos del crédito?
Baja natalidad: Un fenómeno que ya no es futuro, sino presente. ¿Estamos preparados para una sociedad que envejece?
Paz Total: El relato se debilita. La violencia persiste y la estrategia necesita un giro profundo.
Cultura, redes y niñez: otras caras del debate
Desde el cine, una adaptación mexicana de La vorágine pone en escena los dilemas universales de nuestra historia. Y desde los hogares, crece la preocupación por el uso de redes sociales en niños. Cada vez más voces abogan por limitar su acceso, conscientes de los efectos negativos en la salud mental, la atención y la socialización.
Vivimos tiempos complejos. El comercio global ya no obedece solo a reglas económicas, sino a pulsos de poder. En ese tablero, las naciones deben actuar con inteligencia, visión y unidad. Mientras tanto, puertas adentro, cada país enfrenta sus propios desafíos: políticos, sociales y culturales. La clave está en no perder el rumbo ni la perspectiva.
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