Aureliano: «armandito» el cambio

La decadencia del progresismo está estrechamente ligada a Gustavo Francisco Petro Urrego, y a la falta de autoridad moral que ha demostrado al frente del poder y ahora transferir el liderazgo político a Armando Alberto Benedetti Villaneda. Las repercusiones políticas de los acuerdos que vendieron el alma y los secretos de la campaña han socavado el proyecto de la izquierda colombiana, intensificando la oposición al statu quo en las elecciones de 2026. Es lamentable observar los esfuerzos de los simpatizantes por defender las acciones de una corriente que es comandada por un mitómano ex militante de la guerrilla.


Es interesante observar los esfuerzos de los activistas digitales de izquierda por justificar el nombramiento de Armando Alberto Benedetti Villaneda como Ministro del Interior. La realidad es compleja para quienes, por pasión, aún albergan la idea de tener algo mejor con el progresismo socialista en el poder. Quienes antes afirmaban que el Pacto Histórico marcaría el inicio de una era de dignidad en Colombia, ahora han expresado sus reservas frente al nombramiento de una figura de tan cuestionada reputación como mediador clave entre el Estado y el Legislativo, donde se le confiaría el proceso de aprobación de las reformas. Esto subraya aún más la noción de que el fin justifica los medios en el marco de la agenda del cambio. Su anterior postura de repudio ha sido sustituida ahora por la aprobación a las malquerencias de la política, testimonio de su conformidad ideológica.

El enfoque actual del gobierno de operar sin principios claros y en su lugar centrarse en acuerdos «debajo de la mesa» ha dado lugar a una situación que es potencialmente perjudicial para los intereses del país a largo plazo. El nombramiento de Armando Alberto Benedetti Villaneda como Ministro del Interior subraya la percepción de que este individuo está siendo recompensado «por lo que sabe» y no por sus virtudes, carácter moral, o idoneidad para ejercer el cargo. La falta de explicaciones coherentes por parte de su presidente indica que no hay manera de reconocer públicamente lo que es ampliamente conocido en privado: que el gobierno es profundamente corrupto, y este nombramiento sirve como prueba de ello. Los recientes acontecimientos relacionados con el ICETEX, la política minero- energética, las instituciones públicas de educación superior, la paz total y otros temas de la agenda nacional demuestran que no hay posibilidad de volver al statu quo y que la situación se está deteriorando rápidamente. Es evidente que quienes apoyan ciegamente a la izquierda progresista colombiana deben hacer una autorreflexión para desmarcarse del adoctrinamiento al que han sido expuestos en las aulas educativas y en los entornos sociales.

Es de público conocimiento que con el recién nombrado ministro del Interior, Gustavo Francisco Petro Urrego está decidido a integrar a la fuerza en los propósitos del gobierno a políticos sin disciplina de partido, al margen de cualquier consideración ética. La izquierda ha agotado su autoridad para abogar por el cambio; la situación actual es la peor de la historia colombiana. El nombramiento de Armando Alberto Benedetti Villaneda sirve para reforzar la percepción de que el progresismo socialista nunca fue una alternativa creíble para la transformación, y que los métodos empleados para asegurar la presidencia fueron desagradables. Es posible que quienes votaron por el Pacto Histórico hayan optado por pasar por alto ciertas cuestiones en la búsqueda de objetivos políticos, pero el actual estado de cosas es claramente insostenible e invita a una respuesta contundente por parte del pueblo colombiano.

Muchos se resistían a considerar el simbolismo ideológico que ha acompañado al gobierno de Gustavo Francisco Petro Urrego. Ya desde el 7 de agosto de 2022 eran evidentes los importantes desafíos que el M-19, representado en su mandatario, le plantearía a la institucionalidad. Los militantes de la izquierda optaron por centrarse en el significado alegórico de la banda presidencial impuesta por María José Pizarro, ignorando el contexto histórico y los fundamentos ideológicos de las acciones del M-19. Igualmente, muchos opacaron con la retórica populista el valor emblemático de la espada de Bolívar, robada por el M-19 en 1974. La apuesta de Paz Total, una exaltación de nacionalismo y socialismo democrático, que trajo su dignatario como compromiso histórico del M-19 no pasó de ser un enfoque estratégico para consolidar el dominio territorial de la guerrilla, solo basta con mirar regiones como el Catatumbo, el Chocó y otras zonas del país. Este caos perfecto alimenta hoy una inviabilidad democrática que, en pocos días, conducirá a la imposición de reformas para el cambio o a un llamado a la insurrección popular que propicie una Asamblea Nacional Constituyente.

La justicia y los más acérrimos defensores de Gustavo Francisco Petro Urrego deben plantearse qué medidas se están implementando para enfrentar la corrupción en un gobierno donde las malas prácticas son la norma. Se han empleado cortinas de humo para desviar la atención de los 15.000 millones que, según el propio Armando Alberto Benedetti Villaneda, entraron a la campaña sin ser reportados, las misteriosas maletas de dinero encontradas en la casa de Laura Camila Sarabia Torres, los aportes del «Hombre Marlboro» y el «Turco» Hilsaca que tienen enredado a Nicolás Fernando Petro Burgos, el escándalo de la narcoavioneta, el apoyo de la esposa del narco alias «Sobrino» en Casanare, la donación ilegal de 500 millones de Fecode, el pago de 83.000 testigos electorales, el pacto de la Picota, los 500 millones o más recibidos de alias ‘Papá Pitufo’, y otras malquerencias. El estado actual de la política en Colombia es deficiente y las repercusiones son incalculables.

Es difícil comprender cómo alguien que ha sido objeto de más de 10 investigaciones puede ser visto como un activo significativo para la izquierda, dado su aparente compromiso con la implementación de reformas, sin importar el costo, en apoyo al gobierno del cambio. La situación actual en Colombia representa el peor desenlace posible para quienes deseaban un cambio en el panorama político. Sirve como confirmación de que Gustavo Francisco Petro Urrego está influenciado por los secretos que Armando Alberto Benedetti Villaneda y Laura Camila Sarabia Torres le ocultan. El ‘petrismo’ irreductible percibe un deterioro inminente, pues ya no es factible mantener la creencia de que el progresismo socialista está actuando bien. El que engaña, su presidente, y los que mueren engañados, los cegados fanáticos aduladores, son los únicos dispuestos a hacer lo que sea, como sea, a costa de lo que sea y con quien sea, para defender una falsa promesa de cambio que sucumbió ante lo peor de la política en Colombia.

A pesar de cualquier intento en contrario, Armando Alberto Benedetti Villaneda es la persona que encarna con mayor autenticidad y vigor el verdadero ADN del gobierno del cambio, sus convicciones y principios. El Pacto Histórico y la izquierda, desde su narrativa, reconocen que es el candidato óptimo para la propuesta de cambio. La corrupción, el clientelismo y el maltrato a la mujer empiezan a emerger como las mayores incoherencias de quienes, por ingenuidad e ilusión funcional, creen que quien ahora asume como Ministro del Interior trabajará por una agenda ‘progresista’ y no por sus propios intereses, mientras se burla de la Procuraduría, la Fiscalía, la Corte, el Consejo de Estado, el Congreso, los jueces y todos los militantes de la izquierda progresista colombiana. El panorama político hoy se caracteriza por la defensa de posiciones aparentemente indefendibles, con el olor a cambio opacado por los delirios de su mandatario, quien afirma que «le quieren matar con dos misiles», «quieren tumbar las reformas» y «todos están en contra del cambio». En respuesta, su dignatario ha llamado al pueblo a salir a las calles para hacer respetar el voto popular y contrarrestar lo que los opositores perciben como las blasfemias del progresismo socialista en Colombia.

Andrés Barrios Rubio

PhD. en Contenidos de Comunicación en la Era Digital, Comunicador Social – Periodista. 23 años de experiencia laboral en el área del periodística, 20 en la investigación y docencia universitaria, y 10 en la dirección de proyectos académicos y profesionales. Experiencia en la gestión de proyectos, los medios de comunicación masiva, las TIC, el análisis de audiencias, la administración de actividades de docencia, investigación y proyección social, publicación de artículos académicos, blogs y podcasts.

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