Trump, redes sociales y el nuevo colonialismo: el peligro de opinar en tiempos de polarización

“A pesar de que la discordia y la violencia en las redes sociales son obstáculos considerables para la libre manifestación de pensamientos, es posible mitigar estos efectos fomentando foros de diálogo, la responsabilidad compartida de instituciones y ciudadanos, y el compromiso con una comunicación más empática y constructiva. Las líneas que se despliegan a continuación pensé que jamás se materializarían debido al riesgo de examinar la conducta de líderes tan mediáticos”.


En la actualidad, opinar sobre diversos temas se ha convertido en una tarea compleja debido a la profunda polarización política que atraviesa nuestra sociedad. Esta división no solo dificulta el diálogo constructivo, sino que también fomenta una agresividad palpable por parte de los seguidores de ciertos personajes políticos en las redes sociales este es el caso de las polémicas generadas por las políticas migratorias del presidente de los estados unidos y las desarticuladas respuestas de los presidentes de América latina.

La polarización se manifiesta como una ampliación de la divergencia ciudadana, donde las posiciones ideológicas alcanzan niveles irreconciliables de diferencia. Esta situación se ve agravada por la disminución de la confianza en las instituciones, el descontento social y la interacción con información parcializada en medios de comunicación y plataformas digitales.

En este contexto, las redes sociales se han convertido en escenarios donde la agresividad y la intolerancia predominan, dificultando la expresión de opiniones diversas. La inmediatez y el anonimato que ofrecen estas plataformas facilitan la difusión de mensajes polarizantes y, en muchos casos, agresivos, lo que desalienta la participación en debates públicos y limita la pluralidad de voces, en este contexto cuando intentamos criticar el actuar de lideres mediáticos como Gustavo Petro, Donald Trump o Javier Milei es exponerse a una horda de hater, para la cual posiblemente no estemos preparados, en términos de mis estudiantes nadie está preparado para una funa

Para gestionar esta polarización y construir una sociedad más inclusiva, es fundamental propiciar espacios para debatir ideas y generar puntos de encuentro entre los diferentes agentes sociales en torno a un propósito común. Este enfoque es esencial para el fortalecimiento de la democracia y requiere la responsabilidad tanto de las instituciones como de los líderes y ciudadanos.

Además, es crucial que los medios de comunicación asuman un rol activo en la contextualización de la información, ofreciendo análisis reposados que permitan a la ciudadanía comprender las diversas perspectivas y reducir así la polarización. Las instituciones educativas también desempeñan un papel vital al fomentar el pensamiento crítico y el respeto por la diversidad de opiniones.

A pesar de que la discordia y la violencia en las redes sociales son obstáculos considerables para la libre manifestación de pensamientos, es posible mitigar estos efectos fomentando foros de diálogo, la responsabilidad compartida de instituciones y ciudadanos, y el compromiso con una comunicación más empática y constructiva. Las líneas que se despliegan a continuación pensé que jamás se materializarían debido al riesgo de examinar la conducta de líderes tan mediáticos.

El retorno del colonialismo norteamericano en la era Trump

La reelección de Donald Trump ha marcado un punto de inflexión en la política exterior de Estados Unidos y su relación con América Latina. Desde antes de asumir nuevamente la presidencia, sus declaraciones sobre la compra de Groenlandia, la recuperación del Canal de Panamá y la integración de Canadá como un estado más de la Unión evidenciaban un renovado expansionismo con tintes colonialistas. Los recientes acontecimientos entre Trump y el gobierno de Gustavo Petro no son más que un síntoma de una política exterior que busca reinstaurar el dominio de Washington sobre la región.

La crisis diplomática con Colombia: un caso revelador

La columna de Santiago Ángel Rodríguez en El Colombiano del 28 de enero de 2025 reseña con precisión la reciente crisis diplomática entre Colombia y Estados Unidos. La negativa del presidente Gustavo Petro a recibir dos vuelos con migrantes deportados provocó una respuesta agresiva por parte de Trump, quien impuso sanciones arancelarias y restricciones en la emisión de visas. El desenlace, en el que el gobierno colombiano terminó cediendo a las presiones norteamericanas, evidencia la asimetría en la relación bilateral y la vulnerabilidad de los países latinoamericanos frente a un gobierno estadounidense decidido a reforzar su hegemonía.

Más allá de los errores estratégicos de Petro, quien manejó la crisis con una mezcla de impulsividad y referencias literarias poco pertinentes, lo ocurrido demuestra cómo Trump ha reactivado una visión de América Latina como un patio trasero que debe obedecer a los designios de Washington. La figura de Luis Gilberto Murillo, saliente canciller, fue clave en la resolución del conflicto, pero el costo para Colombia fue alto: aceptar la deportación masiva de migrantes sin condiciones claras de dignidad y derechos humanos.

Trump y Musk: colonialismo sin humanos

Eliane Brum, en su artículo para El País, analiza la siniestra alianza entre Donald Trump y Elon Musk, describiéndola como una nueva forma de colonialismo, esta vez sin la necesidad de tropas ni ocupaciones físicas. En este mundo digitalizado, el control ya no se ejerce con ejércitos, sino con redes sociales, inteligencia artificial y el poder de las grandes corporaciones tecnológicas. X (antes Twitter), en manos de Musk, se ha convertido en una plataforma clave para la propaganda trumpista y para la manipulación de la opinión pública global.

La fusión del poder político con el control de la información representa un nuevo tipo de colonialismo, uno en el que las poblaciones del Sur Global pueden ser dominadas sin intervención militar, sino mediante el monopolio de la información, el comercio digital y las sanciones económicas. La reciente crisis entre Trump y Petro es un ejemplo de cómo estas herramientas pueden ser utilizadas para doblegar a los gobiernos que se atrevan a desafiar el poder estadounidense.

Controversia por el cambio de nombre del Golfo de México en Google Maps

El 13 de febrero de 2025, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, anunció la posibilidad de emprender acciones legales contra Google debido a la decisión de la empresa de renombrar el «Golfo de México» como «Golfo de América» en su plataforma Google Maps. Este cambio, implementado bajo la presión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha generado tensiones diplomáticas entre ambos países.

El gobierno mexicano sostiene que el nombre «Golfo de México» está reconocido en tratados internacionales y que ninguna nación puede modificarlo unilateralmente, especialmente en territorios bajo la jurisdicción de otro país. En respuesta, Google ha indicado que los usuarios en Estados Unidos verán «Golfo de América», mientras que en México se mantendrá «Golfo de México», y en el resto del mundo se mostrarán ambos nombres. Esta postura no ha satisfecho al gobierno mexicano, que considera que la plataforma no está siguiendo normas internacionales, sino las directrices de una empresa privada.

La presidenta Sheinbaum ha enfatizado que, aunque el decreto firmado por el presidente Trump se refiere únicamente a la plataforma continental de Estados Unidos, Google ha aplicado el cambio de nombre a toda la cuenca oceánica, lo cual es inexacto. Ante la falta de una rectificación por parte de la empresa, el gobierno mexicano está evaluando la presentación de una demanda civil para revertir el cambio y preservar la nomenclatura reconocida internacionalmente del Golfo de México.

El Canal de Panamá: una amenaza latente

El excanciller Julio Londoño Paredes, en un artículo exclusivo para Cambio, expone las implicaciones de la reciente declaración de Trump sobre la posibilidad de que Estados Unidos recupere el control del Canal de Panamá. La afirmación de Trump, aunque jurídicamente absurda, resuena con la historia de intervenciones estadounidenses en el continente y revive el espectro del colonialismo.

El Canal de Panamá fue entregado a los panameños en 1999 tras décadas de lucha diplomática, encabezada por el general Omar Torrijos. La idea de que pueda volver a estar bajo jurisdicción estadounidense representa un retroceso en la soberanía latinoamericana y un peligroso precedente para la región. La retórica de Trump, que en su primer mandato abogó por la retirada de EE.UU. de acuerdos multilaterales, se vuelve ahora más agresiva con la amenaza de reapropiarse de recursos estratégicos de otros países.

Presidentes distópicos y la irrelevancia latinoamericana

El ascenso de líderes de derecha como Javier Milei en Argentina y la permanencia de figuras de izquierda como Gustavo Petro o Lula da Silva han demostrado que, independientemente de su orientación política, los presidentes latinoamericanos no han podido dar una respuesta clara frente al resurgimiento del colonialismo norteamericano. En lugar de construir una estrategia común, sus reacciones parecen dividir aún más al continente, intensificando una fragmentación que deja a la región en una posición de vulnerabilidad extrema ante las potencias globales.

Mientras la nueva derecha regional replica la agenda ideológica conservadora de Washington y refuerza una sumisión geopolítica que profundiza la dependencia de EE.UU., los gobiernos de izquierda, en su intento de oponerse a Trump, han caído en respuestas reactivas y desarticuladas que muchas veces terminan siendo simbólicas o ineficaces. En ambos casos, la falta de una estrategia concertada ha generado una realidad distópica en la que América Latina se encuentra atrapada entre la adhesión ciega al poder estadounidense y el aislamiento político frente a la mayor potencia de Occidente.

Paradójicamente, mientras Trump fortalece un discurso nacionalista y proteccionista, tanto sus aliados como sus detractores en América Latina terminan favoreciendo políticas que debilitan la integración regional. La afirmación de Trump de que “EE.UU. no necesita a Latinoamérica, ellos nos necesitan a nosotros” se convierte en un manifiesto brutal de una realidad donde los gobiernos latinoamericanos, sin importar su color político, buscan desesperadamente la aprobación de Washington para acceder a créditos del FMI o acuerdos comerciales. En este contexto, la región sigue sin consolidar un liderazgo propio y enfrenta un futuro incierto, sin un horizonte claro de autonomía y desarrollo.

La trampa del nuevo colonialismo

La segunda presidencia de Trump ha traído consigo un resurgimiento del colonialismo norteamericano bajo nuevas formas. A través del control económico, la manipulación digital y la presión política, Washington sigue marcando el destino de la región. La crisis diplomática con Colombia, las amenazas sobre el Canal de Panamá y la sumisión de ciertos líderes latinoamericanos no son episodios aislados, sino parte de una estrategia mayor que busca consolidar la hegemonía estadounidense en el hemisferio.

El reto para América Latina es claro: o se desarrolla una estrategia de autonomía y resistencia, o se acepta con resignación el papel de actor secundario en un guion escrito desde Washington. La pregunta que queda en el aire es si la región tendrá la capacidad de articular una respuesta soberana o si seguirá siendo el escenario donde el nuevo colonialismo se despliega sin oposición.


Bibliografía

Carlos Andrés Gómez García

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.