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De ahí que más allá que en la reciente conferencia en Munich, el vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, haya señalado frente a Zelensky que Trump quiere una paz duradera, en el fondo es una entrega completa de Ucrania a Rusia, que nos recuerda la entrega que se le hizo a Hitler de Checoslovaquia.
Un paralelismo histórico que nos muestra nuevamente la complicidad de Estados Unidos con el apoyo a tiranos y una Europa completamente subordinada a lógicas imperiales, vaciando de contenido a la democracia liberal y cualquier posibilidad de vivir en un mundo que respete el derecho internacional.
Esto sin omitir otro paralelismo histórico, como lo es la complicidad de cierta izquierda, que al igual que con la invasión de Checoslovaquia de parte de la Unión Soviética, sigue callando y justificando la invasión de Rusia a Ucrania, reproduciendo así un discurso binario de la guerra fría, que solo perjudica a los pueblos en el mundo.
En consecuencia, el abandono de Ucrania, así como pasó con el abandono de Checoslovaquia, de parte de distintos sectores de derecha e izquierda, sólo nos muestra un futuro poco esperanzador, mientras no se reforme la estructura de Naciones Unidas y un Consejo de Seguridad controlado por las grandes potencias imperiales con capacidad de veto.
Por lo mismo, ante la debilidad estructural de Naciones Unidas, debemos levantar la voz más que nunca por el pueblo ucraniano, con la misma fuerza que lo hacemos por el pueblo palestino y pueblo sirio, ya que también ha tenido que soportar la destrucción de su país por meros intereses imperiales.
Los números están a la vista de la tragedia en Ucrania en estos últimos 3 años y son un reflejo del sufrimiento de todo un pueblo, aunque algunos no quieran verlo: 15 millones necesitan ayuda humanitaria, 10 millones tuvieron que irse de su país, 122.000 presuntos crímenes de guerra de parte de Rusia y 20.000 niños han sido secuestrados por los ocupantes rusos (1).
Ante esta cruda realidad, los fanatismos ideológicos no nos van a llevar a ningún lado, solo fortalecen a personajes como Trump y Putin, que se dedican a mostrar su hombría de macho alfa a costa de la humillación, el desprecio y la muerte de miles de inocentes, los cuales necesitan de nuestra solidaridad y que nos movilicemos por ellos de alguna forma.
Quedarnos callados frente a esto no solo nos hace cómplices de la tragedia humanitaria ucraniana, también es abrir la puerta para que cualquier país sea invadido por otro, con cualquier excusa y pretexto para imponer su dominio, y se naturalice así la ley del más fuerte, en desmedro de una institucionalidad global que nos proteja como pueblos.
Por eso es tan importante presionar para que Ucrania sea parte activa de las negociaciones que está llevando burdamente Trump con Putin a puertas cerradas, ya que de no ser así, el pueblo ucraniano quedará completamente subordinado al imperio ruso y a sus lógicas coloniales, lo que será su fin como país.
Dicho todo lo anterior, no podemos dejar solo al pueblo ucraniano como si su sufrimiento no importara y fuera un episodio más de su historia, siendo testigos pasivos de como Rusia y Estados Unidos nuevamente se reparten el mundo ante nuestros propios ojos.
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