Cuando el Capital Piensa: La IA y el surgimiento de un Nuevo Orden Económico Global

“Durante siglos, el capitalismo ha girado en torno a la acumulación de capital industrial y financiero. Pero hoy, el poder ya no se mide en fábricas o bancos, sino en datos, algoritmos y control de la automatización. Si el capital fue el motor de la Revolución Industrial, la inteligencia artificial podría ser la palanca que lo reemplace. ¿Estamos presenciando el nacimiento de un nuevo modo de producción donde la IA no solo sustituye el trabajo, sino que redefine las reglas económicas?”


El reciente lanzamiento de DeepSeek, un modelo de inteligencia artificial desarrollado en China, ha generado un impacto significativo en los mercados tecnológicos y ha intensificado la competencia entre Estados Unidos y China en este sector. Este evento no solo evidencia la acelerada carrera tecnológica entre ambas potencias, sino que también pone sobre la mesa un fenómeno más amplio y profundo: la transformación del sistema productivo global. La inteligencia artificial no solo está redefiniendo la competitividad entre naciones, sino que está alterando la naturaleza misma del trabajo, el capital y el crecimiento económico.

Uno de los efectos más inmediatos de la irrupción de DeepSeek ha sido la reacción de los mercados financieros. Tras su lanzamiento, el sector tecnológico estadounidense experimentó una caída bursátil notable. Empresas como Nvidia, Broadcom y Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), que han sido clave en el desarrollo de hardware para inteligencia artificial, perdieron colectivamente más de un billón de dólares en valor de mercado, reflejando la incertidumbre sobre el liderazgo de Estados Unidos en esta área. Sin embargo, el impacto no se debe únicamente a la innovación de DeepSeek, sino a lo que representa: un avance en IA logrado sin el acceso a chips de última generación fabricados en Occidente, desafiando la estrategia de sanciones impuesta por EE.UU. a China. Este suceso marca el inicio de una nueva era en la cual la autonomía tecnológica será un factor determinante en el equilibrio global de poder.

OpenAI, pionera en el desarrollo de modelos de inteligencia artificial avanzados como ChatGPT, ha sido la cara visible del avance occidental en esta carrera. Su estrecha relación con Microsoft le ha permitido acceder a recursos computacionales masivos y mantenerse a la vanguardia en el desarrollo de modelos cada vez más sofisticados. Sin embargo, la aparición de DeepSeek pone en entredicho el dominio absoluto de OpenAI, demostrando que la competencia tecnológica en IA ya no es una cuestión exclusiva de Silicon Valley. Ahora, la disputa entre OpenAI y DeepSeek no es solo un enfrentamiento entre empresas tecnológicas, sino una pugna entre modelos de desarrollo económico, visiones de gobernanza tecnológica y, en última instancia, concepciones del poder en la era digital.

La historia económica demuestra que los modos de producción han evolucionado en función de las fuerzas productivas dominantes. Durante el feudalismo, la tierra determinaba el poder; con la Revolución Industrial, las fábricas y la producción en masa marcaron el ascenso del capitalismo. En la actualidad, estamos siendo testigos de una transformación análoga: la IA no solo reemplaza el trabajo humano en sectores industriales o administrativos, sino que está automatizando la propia toma de decisiones, una función que hasta ahora era exclusiva de los empresarios y estrategas económicos. Si el capital del siglo XIX eran las máquinas y la producción en serie, el capital del siglo XXI es la capacidad de procesamiento de datos y la automatización de la gestión. Las grandes compañías tecnológicas han reemplazado a los antiguos conglomerados industriales como los actores clave de la economía global, consolidando un modelo de producción donde los algoritmos son el principal recurso de generación de valor.

Más allá del ámbito financiero y tecnológico, el avance de la IA tiene repercusiones directas en el mercado laboral y en la dinámica social. Según un informe del Foro Económico Mundial, para 2025 se estima que la inteligencia artificial generará alrededor de 97 millones de nuevos empleos a nivel global, pero al mismo tiempo desplazará 85 millones en sectores administrativos, manufactura y servicio al cliente. Esta transición implica la necesidad de reentrenar a la fuerza laboral para nuevas funciones en análisis de datos, supervisión de IA y ética tecnológica. Sin embargo, la cuestión central no es cuántos empleos se perderán o se crearán, sino si el trabajo humano seguirá siendo el pilar del modelo productivo. A medida que la IA se vuelve más sofisticada y autónoma, cabe preguntarse si la estructura económica tradicional, basada en el intercambio de trabajo por salario, podrá mantenerse intacta en el futuro o si estamos entrando en un paradigma donde la producción será mayormente automática y el rol humano quedará relegado a la supervisión y el consumo.

El surgimiento de este nuevo paradigma también profundiza la brecha digital. Si bien la IA tiene el potencial de mejorar la productividad y la calidad de vida, el acceso desigual a estas tecnologías puede ampliar las diferencias económicas entre países y dentro de ellos. En economías desarrolladas, las grandes empresas y sectores altamente digitalizados serán los primeros en beneficiarse, mientras que en países en desarrollo, donde la infraestructura digital aún es limitada, la transición podría ser más lenta. Actualmente, solo el 63 % de la población mundial tiene acceso estable a internet, lo que significa que una parte significativa de las personas aún no puede aprovechar las herramientas basadas en IA. En este contexto, ¿se está creando una nueva élite económica basada en el control de los datos y los algoritmos? Si la posesión de algoritmos es el equivalente moderno a la propiedad de los medios de producción, podríamos estar viendo la consolidación de un nuevo sistema de desigualdad donde las barreras tecnológicas reemplacen las fronteras económicas tradicionales.

Otro aspecto relevante es el impacto en la educación. Con el avance de modelos de IA cada vez más accesibles y eficientes, el sistema educativo enfrenta un cambio en su estructura. Según un estudio de la consultora McKinsey & Company, se prevé que para 2030, las plataformas de aprendizaje impulsadas por IA podrían reducir en un 30 % el tiempo necesario para adquirir nuevas habilidades, lo que aceleraría la formación de profesionales en diversas áreas. Pero si la IA puede aprender más rápido y mejor que un ser humano, ¿seguiremos midiendo el valor de las personas por su conocimiento? Además, esta transformación no solo implica la enseñanza de habilidades técnicas, sino también el desarrollo de un pensamiento crítico que permita interpretar la información generada por la inteligencia artificial de manera efectiva. En un futuro donde las decisiones estratégicas y la innovación sean lideradas por modelos de IA avanzados, la educación deberá enfocarse en capacidades humanas irremplazables, como la ética, la creatividad y la inteligencia emocional.

Desde una perspectiva geopolítica, la competencia en IA ha reconfigurado las alianzas y estrategias entre países. Europa, por ejemplo, ha adoptado una postura más regulatoria con la implementación de la Ley de IA de la Unión Europea, que busca establecer estándares éticos y de seguridad en el desarrollo de modelos de inteligencia artificial. Sin embargo, esta aproximación más cautelosa podría poner a Europa en una posición secundaria en la carrera global por el liderazgo en IA, frente a la mayor inversión y ritmo de innovación de China y Estados Unidos. Al mismo tiempo, la IA también está transformando la diplomacia y la seguridad internacional. Los conflictos del futuro ya no se decidirán solo con armas, sino con el dominio de los sistemas de inteligencia artificial que controlen la información y la automatización del poder económico y militar.

El caso de DeepSeek y su impacto en los mercados y la competencia global es solo una muestra de la velocidad con la que está evolucionando la inteligencia artificial. Más que una amenaza o una revolución disruptiva, este avance debe verse como una transformación estructural del modelo productivo. Si los algoritmos, los datos y la automatización avanzada se consolidan como las principales fuerzas productivas, podríamos estar presenciando el nacimiento de un nuevo sistema económico, donde el capital ya no se define por el trabajo humano, sino por el control de la inteligencia artificial. La clave será definir si este cambio deriva en una concentración extrema del poder económico o si puede sentar las bases de un paradigma más equitativo y eficiente.

Raúl Barutch Pimienta Gallardo

Soy economista y docente universitario con un doctorado en Ciencias Económicas por la Universidad Autónoma de Baja California. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores en México. He trabajado sobre temas como economía de la educación, eficiencia del gasto público, capital humano y crecimiento económico. Cuento con una sólida trayectoria académica y profesional en Tijuana y he participado como autor de diversas publicaciones en revistas especializadas, colaborando en proyectos de investigación enfocados en el desarrollo económico y social.

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