El cambio no es fácil; aún habita la esperanza.

Después del consejo de ministros transmitido en vivo y en directo, y todo lo que este generó y lo que se va generar a futuro, en la continuidad anunciada de la transmisión de los mismos, quedan algunas lecturas que se habían advertido tiempo atrás.

La primera que no bastaba solo con llegar al poder, o quizá al gobierno, lo más difícil era no solo mantenerse, sino lograr cumplir las promesas de cambio y de transformaciones sociales, en tanto deuda histórica de justicia social y de equidad, frente a los millones excluidos. Según el presidente la manera de lograrlo era con un “acuerdo sobre lo fundamental” apelando a la vieja sentencia de Gómez Hurtado; es decir, lograr una alianza con partidos afines, que optasen por la vía de las reformas y que comparten   ciertas ideas liberales de derechos y la idea enfática de un Estado Social de Derecho, una idea de democracia radical más allá de una cuota de burocrática. Con los cuales partidos aliados buscar a través del aparato legislativo votar las reformas anunciadas en campaña y presentadas en las primeras sesiones del citado órgano.

Todo parecía indicar una jugada maestra del gobierno Petro -aquella de las alianzas o de la unidad nacional- aunque para el ala más radical de la izquierda no era más que una forma de venderle el alma al diablo; otras más moderados, veían desde la tribuna política y con expectativa lo que podía ocurrir a partir de esta estrategia de unidad.

Las propuestas reformadoras buscaban lograr aquello que en Colombia ha sido escaso, un Estado de Bienestar, donde la política social, fuera garantizada para las grandes mayorías de la población, y no en beneficio de las elites económicas y políticas, tal como ha sucedido y sucede en el neoliberalismo actual, donde los bienes públicos se privatizan, el Estado se reduce y las regulaciones desaparecen. Basta mirar la privatización de la salud, la desmejora de la educación pública y el costo de los servicios públicos.

Las reformas presentadas por el gobierno Petro, eran necesarias y parecían refundar el Estado Social de Derecho y pasarlo de la prosa constitucional y legal, a la realidad social, lo cual no era una empresa simple, implicaba una transformación de la cultura política en el país.

La implosión de estas reformas no se hizo esperar, muchas de los aliados del gobierno, no solo jugaron o fueron el “enemigo interno”, sino que paralizaron las reformas, las frenaron en su trámite, buscaran limarles su sesgo transformador, convirtieron los ministerios, en tribuna mediática y burocratizaron, aún más las entidades que lideraban.

La derecha y sus partidos cerraron filas para tener una mayoría en el congreso e ir transando más y más burocracia, pero con un horizonte claro, torpedear las reformas estratégicas del gobierno y negociar con los lobistas, para que esos cambios no se dieran, para seguir desangrando al Estado y conservando los atávicos beneficios de la elite dominante.

Los aliados del gobierno, muchos de ellos sin experiencia en la administración pública y con más apetito burocrático, que ganas de generar indicadores, fueron y son obstáculo, para lo que quiere la gente: que sus necesidades básicas sean satisfechas, que su situación de vulnerabilidad pueda mejorar, que sus ingresos le permitan llegar a fin de mes. Los ministerios creados para conjurar algunas de están necesidades básicas se quedaron remitidos a la ineficacia y sumidos en la falta de gestión. En el citado consejo de ministros televisado para asombro de todos, Petro presentó un indicador global de gestión que no supera el 20%. De 196 promesas de gobierno se han incumplido según el rasero puesto por Benedetti, 146.

Los reales protagonistas del cambio, la gente de a pie, los excluidos, los campesinos, los afros, los jóvenes, los “nadie”, quienes inundaron las calles, de sueños e ideales, ven con desesperanza como las trasformaciones no llegan a sus comunidades; como sus luchas históricas, se pierden en la marejada burocrática, en la desidia de los resultados. Las reformas se hunden en el legislativo con sus sueños de cambio. A futuro la televisación de los consejos de ministros como lo anticipó Petro, pueden ser un buen regulador, un medidor de eficiencia para todo aquel que quiera usufructuar las banderas del cambio. Ya no bastarán las promesas, se requieren realizaciones cuya concreción se podrá ver en vivo y en directo por las pantallas televisivas. Y el pueblo dará su veredicto final castigando a todo aquel que no este a su altura.

La verdadera perdida, no seria que las reformas centrales no pasen, pues es poco tiempo de un gobierno alternativo en el poder, con el legislativo en oposición mayoritaria, lo realmente preocupante es la idea que se están vendiendo, que los gobierno alternativos y distintos a los tradicionales, no pueden gobernar bien, o tiene gestión, no están preparado, de esta forma quieren dar un golpe certera a cualquier alternativa diferente en el futuro cercano, logrando consolidar su poder, allí está la trampa, sobretodo con elecciones a la vuelta de esquina.

Si bien, lo anterior hace parte de la real política, como una tradición cultural difícil de cambiar, es necesario, salvar en algo lo que resta del gobierno y consolidar un proyecto político de largo aliento, el ciudadano, las ciudadanías diversas, deben entender que son ellos realmente los sujetos del cambio, sus tribunas, son las plazas, las calles y las resistencias el cambio que anuncia el día que vendrá.

Debe el gobierno debe dar un timonazo en la administración púbica, logrando mayor gestión para los territorios, tener funcionarios, que funcionen no en los escritorios, planeando tanta mientas el tiempo del gobierno se la va entre la mano, la gente necesita cosas materiales, que lleguen a sus lugares la presencia integral del estado.

John Mario Muñoz Lopera

Doctor en Gobierno y Administración Pública. Docente UdeA.

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