“Un regreso sin dignidad ni esperanza.»
La intensificación de los bombardeos israelíes ha dejado a la mayor parte de Gaza inhabitable. Sin embargo, el regreso de los palestinos desplazados debe estar marcado por el derecho a recuperar su dignidad humana.
A finales de enero, miles de palestinos regresaron a las zonas más afectadas del norte de Gaza, especialmente al campo de refugiados de Jabaliya. Sin embargo, lo que parecía un retorno a sus hogares es, en realidad, un regreso a un paisaje desolado, donde las viviendas ya no existen y los restos de la destrucción aún dominan. La reconstrucción es una ilusión lejana. La situación es aún más desoladora si se consideran los impactos materiales de la guerra ordenada por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Solo en la ciudad de Gaza, alrededor del 75% de las infraestructuras han sido gravemente afectadas por los ataques aéreos israelíes. En todo el territorio, casi seis de cada diez edificios han sufrido daños, según datos obtenidos por satélites, debido a la prohibición israelí de acceso a organismos internacionales y medios de comunicación. El centro de imágenes satelitales de la ONU (UNITAR) informa que más de 163.000 edificaciones han sido destruidas, lo que da cuenta de la magnitud de la devastación.
El retorno, lejos de representar un regreso a la vida, se convierte en un regreso a la nada. La mayoría de los que regresan son hombres, lo que indica que las familias permanecen separadas, y que la visita tiene más que ver con la evaluación de los daños que con el retorno definitivo. Esta es la cruda realidad del retorno a Gaza.
El sufrimiento de los palestinos se ve exacerbado por las nuevas medidas restrictivas impuestas por el Gobierno israelí, que afectan incluso a la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA). Israel ha ordenado el cese de sus actividades en el territorio bajo su control, además de prohibir que su personal mantenga cualquier tipo de contacto con las autoridades israelíes, lo que dificulta gravemente la coordinación de ayuda a la población civil, tanto en Gaza como en Cisjordania.
A esta situación se suma la provocadora propuesta del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de «limpiar Gaza» y trasladar a 1,5 millones de palestinos, es decir, el 75% de la población, a países vecinos como Egipto o Jordania. Esta idea es insostenible y carece de viabilidad técnica, además de tener consecuencias políticas dramáticas. No obstante, sirve para poner en evidencia el destino incierto que aguarda a los palestinos, incluso cuando ya no estén bajo el ataque de los bombardeos.
Es urgente que el retorno a Gaza no sea solo un regreso físico, sino un paso hacia la dignidad y la justicia. Cada palestino que regresa tiene derecho a una vida plena y digna, algo que debe ser reconocido por la comunidad internacional. De lo contrario, el regreso solo será una condena a vivir en la ruina, sin esperanza ni futuro. La diplomacia debe presionar para que Israel cumpla con su responsabilidad de garantizar una vida digna para todos los palestinos, o de lo contrario, el conflicto se perpetuará bajo la sombra de una política de opresión.
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