“Hechos de los últimos días ratifican una vez más que el peor enemigo del progresismo y la propuesta de cambio en Colombia es el propio Gustavo Francisco Petro Urrego y sus alfiles aduladores. Garrafal error público del Consejo de ministros será el tiro en el pie que dará un punto de quiebre a la izquierda y sus aspiraciones en el poder. Difícil será camino a las elecciones de 2026 tapar el fracaso en gestión, reconocido por él mismo, y la incompetencia administrativa de su presidente.”
Los hechos ocurridos, incluyendo el fuego en la mesa del Consejo ministerial, las dimisiones y las posteriores renuncias protocolarias, demuestran la desesperación de su mandatario por implementar sus alucinantes propuestas, a pesar de los diversos obstáculos. Los delirios de persecución que hacen ver oponentes dentro del gobierno han puesto en evidencia divisiones que van más allá de la burocracia y de las reglas y creencias establecidas en el proceso democrático colombiano. La aversión, expresada desde la izquierda, contra personas e instituciones, es una sutil indicación desde la oficina presidencial de que la constitución y las reglas actuales son problemáticas. El reto para su dignatario es que su gobierno está plagado de enemigos declarados, enemigos camuflados y quienes pretenden ser amigos, una esfera de mentiras llena de argumentos para defender su propia conveniencia.
La reciente maniobra política del gobierno ha sido recibida con escrutinio, lo que ha generado críticas de diversos sectores en Colombia. La inclusión de Armando Alberto Benedetti Villaneda y Laura Camila Sarabia Torres ha puesto de manifiesto el descontento entre los progresistas por la incoherencia entre los objetivos declarados de la propuesta de izquierda y sus acciones, que parecen contradecirse ante los ojos de la opinión pública. El fracaso del acuerdo político que decía tener un pacto por el país pone de manifiesto el declive del socialismo en Sudamérica. Las estrategias que se desarrollan desde la Casa de Nariño y los corrillos del Palacio de San Carlos sugieren que cambios más significativos y de fondo están por venir, y el colectivo social nacional debe prepararse para ello. Esto demuestra que el progresismo socialista de Gustavo Francisco Petro Urrego está empeñado en destruir todo lo que se ha construido en Colombia.
El objetivo de la izquierda de lograr la igualdad se persigue empobreciendo a la población y llevando a Colombia a una crisis económica, política y social. En los dos años y seis meses transcurridos desde que asumió el poder, Gustavo Francisco Petro Urrego no ha logrado ningún éxito en materia de salud, déficit fiscal, recaudo de impuestos, infraestructura, vivienda, cumplimiento de la ley, sector energético, corrupción, seguridad, paz, transparencia, eficiencia, ni en ninguna de las demás áreas que se ha propuesto. El reciente escándalo ha desviado la atención de los continuos desafíos en el Catatumbo, el Choco, el Sur de Bolívar, y la mala gestión del gobierno continúa. Parece que la cortina de humo es una estrategia deliberada para desviar la atención de la corrupción generalizada dentro del gobierno, que persistirá hasta agosto de 2026.
El gobierno de Colombia se enfrenta actualmente a importantes desafíos, con una facción de izquierda llena de egos, envidias e indiferencia, ánimo de revanchismo, en el que brota la maldad y aflora un deseo de venganza. Esto ha llevado a una situación en la que se está socavando la búsqueda de un auténtico bienestar social. Gustavo Francisco Petro Urrego, ha sido acusado de provocar el caos, poner excusas y hacerse el de la vista gorda con la corrupción y los hechos indelicados que afloran en el gobierno del cambio. El enfoque de gobernanza de la izquierda se caracteriza por centrarse en la estrategia de pulverizar la economía como medio de represalia contra las clases media y empresarial, al tiempo que se recompensa a los implicados en la perpetuación de la violencia con el objetivo de alcanzar la paz total. La agenda para el cambio ha dado lugar a una importante acumulación de frustraciones y decepciones, consolidando lo que no ha podido hacer la oposición, evidenciando la incapacidad del progresismo socialista de la izquierda para ejercer el poder de forma efectiva. Las consecuencias de este enfoque erróneo las sufrirán las generaciones más jóvenes durante muchos años.
Las incoherencias en las declaraciones de su presidente, señaladas por muchos, incluso de sus partidarios, han suscitado dudas sobre su juicio y su capacidad de liderazgo. El manejo de cada situación por parte del gobierno ha sido criticado por su percibida falta de previsión y sus potenciales consecuencias para la estabilidad de la nación. La erosión de la democracia colombiana, que se inició a través de la difamación y las falsedades de la izquierda, se está convirtiendo ahora en una realidad con su mandatario, una figura que sigue actuando como candidato, aparentemente inconsciente de su papel como funcionario del gobierno y representante del establecimiento. Su dignatario, que fue elegido mediante la difusión de ilusiones, gobierna con un enfoque metódico, utilizando el engaño y una conducta imponente. Se aprovecha de la vulnerabilidad, las necesidades y las aspiraciones de los sectores más desfavorecidos de la sociedad para hacer avanzar su ideología progresista.
La situación actual es un reto para la nación, con su presidente, ministros y directores de departamentos administrativos creando incertidumbre en lugar de estabilidad. El individuo que se presentó como salvador y mesías está ahora minando la economía, la estabilidad y el progreso del pueblo que confió en él y lo eligió. La mala gestión de los recursos públicos, en lugar de mejorar las condiciones de vida, aumentará la pobreza de los grupos vulnerables, de los temerosos y engañados que, ante el discurso y la simbología de su mandatario, empiezan a expresar sus verdaderos sentimientos. Las medidas e intenciones de su dignatario parecen favorecer a los delincuentes comunes, a los corruptos y a los narcotraficantes, en lugar de al pueblo al que dice representar. Grave error de Gustavo Francisco Petro Urrego fue nombrar a un equipo carente de experiencia en la administración pública y en las responsabilidades de los cargos ministeriales.
La crisis que condujo a la petición de dimisiones formales es la constatación de que su presidente cometió un error. Un cambio de gabinete y un giro de 180 grados permitirán al país reconocer la realidad y asumir la necesidad de una solución a los problemas internos no resueltos. Muchos en Colombia ya aceptan que se equivocaron con una elección tan desastrosas para el país. El discurso de su mandatario sigue caracterizándose por la retórica de los enemigos internos y externos, el fanatismo, la falta de crítica y el culto a la personalidad, que recuerdan a los regímenes dictatoriales. También es evidente el populismo de un gobierno que no estaba preparado para asumir el poder de manera eficiente. El desafío interno más significativo de la administración Petro Urrego es la ausencia de coherencia y la incapacidad de pensar antes de hablar, lo que ha llevado a frecuentes gazapos. La excesiva confianza en sí mismo, derivada de un exceso de confianza en las propias capacidades, es un rasgo distintivo de un dignatario carente de integridad moral.
La filosofía política de su presidente ha tenido un impacto negativo en el país, alentando a quienes desean causar daño, como abusadores, violadores, corruptos, racistas, clasistas, guerrilleros, terroristas y a quienes no respetan las libertades ni los derechos de los demás. Los problemas de articulación que se pretenden enfrentar con la narrativa que se quiere imponer desde la izquierda muestran que Colombia va mal con un gobierno indolente, demagógico y populista, enemigo de la economía emergente. La izquierda no ha sabido capitalizar su posición, no ha dado resultados ni ha generado empleo. Siente que se ha quedado corta y reconoce que su principal logro ha sido movilizar a la juventud. El político populista y demagogo que hizo promesas que sabía que no podía cumplir se ha mostrado hostil con la nación. Este individuo es incoherente, tiene doble moral y se cree un semidiós en la tierra. Es terco y arbitrario, y no le importa cómo afecta a toda Colombia.
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