Crisis en el gabinete de Gustavo Petro

El gobierno del actual presidente Gustavo Petro no ha sido ajeno a las crisis; por el contrario, su mandato se ha caracterizado por un constante estado de inestabilidad. Escándalos de corrupción han salpicado a varios de sus funcionarios, mientras que su hijo está siendo investigado por la fiscalía general de la Nación por los presuntos delitos de enriquecimiento ilícito y lavado de activos. Asimismo, el presidente ha sido señalado por una presunta financiación irregular de su campaña, y su esposa, la primera dama Verónica Alcocer, ha estado en el centro de la polémica por el alto costo de su comitiva, lo que ha sido calificado como un posible abuso de poder. A esto se suman las crisis diplomáticas generadas por el propio mandatario a través de Twitter, en aparente estado de embriaguez, así como la controversia en torno a su hermano, Juan Fernando Petro, quien estaría involucrado en una presunta estafa. Además, un video del presidente en Panamá, en el que se le ve caminando de la mano con una mujer trans con quien habría mantenido una relación, desató una ola de comentarios y especulaciones.

Más allá de los escándalos y controversias, el mandatario nacional no ha logrado consolidar un equipo sólido de ministros y ministras que le ayuden a materializar su plan de gobierno, Colombia, Potencia de la Vida 2022-2026. Por el contrario, en lo que va de su mandato, ha protagonizado constantes enfrentamientos con sus propios funcionarios he intentado imponer una agenda ideológica y revolucionaria que, hasta el momento, no ha generado resultados positivos para el país. En solo dos años de gobierno, ha realizado múltiples reestructuraciones en su gabinete, pero cada nuevo equipo ministerial parece más inestable que el anterior. Como resultado, hasta la fecha, ha tenido 37 ministros y 54 viceministros, reflejando una administración marcada por la improvisación y la falta de cohesión interna.

Lo que queda claro es que el presidente Gustavo Petro ha optado por rodearse de seguidores y personas que lo admiran, en lugar de conformar un equipo con técnicos y profesionales verdaderamente preparados. No parece tolerar a quienes asumen un rol crítico o que, con conocimiento y criterio, le adviertan sobre las posibles consecuencias de sus decisiones. En su gobierno, prima la lealtad sobre la preparación, lo que ha llevado a una gestión carente de análisis basado en datos y previsión. Como resultado, las decisiones se toman sin medir su impacto, afectando negativamente a toda la nación.

La falta de liderazgo y cohesión en el gobierno de Gustavo Petro quedó en evidencia como nunca antes el pasado martes 4 de febrero, cuando decidió transmitir en vivo el Consejo de ministros, tomando por sorpresa a su equipo y exponiendo ante el país la desorganización interna. Lo que debía ser una reunión de trabajo se convirtió en un espectáculo de enfrentamientos y reproches. El presidente reprendió al ministro de Educación, José Daniel Rojas, por llegar tarde, a lo que este respondió declarando que llevaba a Petro «en el corazón y en la sangre». El descontento en el gabinete también se hizo evidente cuando el director de Prosperidad Social expresó su inconformidad con la reincorporación de Armando Benedetti y Laura Sarabia, dos figuras envueltas en escándalos de corrupción. La propia vicepresidenta, Francia Márquez, visiblemente molesta, exigió respeto y confesó que su comunidad le ha manifestado sentirse defraudada con el gobierno, al punto de considerar que estaban mejor con el expresidente Iván Duque. Con estas declaraciones, Márquez marcó distancia de un gobierno que, según sus palabras, se ha llenado de corrupción y malas intenciones.

La crisis ministerial que hoy sacude al gobierno de Gustavo Petro no es más que la confirmación de su fracaso como administrador del país. La renuncia masiva propuesta por el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, es una señal de que hasta su propio gabinete reconoce que el rumbo de este gobierno es insostenible. La improvisación, el sectarismo y el desprecio por la técnica y el conocimiento han convertido a Colombia en un experimento ideológico sin resultados tangibles. Mientras el presidente se aferra a la lealtad ciega de su círculo cercano, la nación enfrenta el costo de su desorganización: una economía debilitada, una crisis social creciente y un aparato estatal paralizado por la ineficiencia.

Como siempre, Petro ha intentado lavarse las manos y posar de víctima, exhibiendo el Consejo de ministros en televisión no para resolver problemas, sino para hacer creer al país que él no es el culpable, que su fracaso es responsabilidad de unos ministros que no han querido seguir sus órdenes. Pero la realidad es otra: es su falta de liderazgo la que ha sumido al país en el caos. Lo que resta de este gobierno no será más que una agonía para el país, que pagará las consecuencias de un liderazgo basado en discursos vacíos, promesas incumplidas y una constante evasión de responsabilidades.

Colombia necesita un gobierno capaz, no un consejo de activistas enfrascados en luchas internas…

Joan Steven Zuñiga Pacheco

Estudiante de derecho de la universidad Santo Tomás Sede Medellín y Estudiante de Administración pública Territorial en la escuela superior de Administración Pública ESAP.

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