«Reflexionar sobre la educación en las sociedades prehispánicas, no solo es un ejercicio de recuperación histórica, sino también una invitación a valorar su enfoque holístico y respetuoso hacia el ser humano y la naturaleza”
Nuestra formación inicia en casa, con nuestros padres, cuando somos niños, y es de ellos que aprendemos gran parte de nuestra formación, que nos acompañan a lo largo de nuestra juventud y vida adulta. Una frase muy común de los profesores en los colegios al referirse al comportamiento de un estudiante es: “Eso es lo que aprenden en casa”, “Seguramente así son sus papás”, “Ese es el ejemplo que le dan en la familia”. Es muy probable que la base de nuestra formación venga de lo que nos inculcan nuestros padres; casi que son ellos nuestros primeros mentores y guías hacia la convivencia en la sociedad en la que vivimos.
Es en el hogar donde aprendemos gran parte de nuestra formación, pero para la sociedad esto no es suficiente, y debemos salir de ese lugar y buscar otros espacios de aprendizaje y formación. Estos son las escuelas, colegios, institutos, universidades, entre otros muchos más, que nos brindan la formación no solo la que necesitamos, sino la que queremos aprender, buscando ser especialistas, expertos, profesionales y hábiles en algún arte u oficio. Algunos solo aprenden y se terminan de formar empíricamente, demostrando así el poder de la autoformación.
La educación se entiende como el proceso de transmisión de conocimientos, valores y habilidades, y esto es una constante en todas las culturas humanas, incluida la Colombia prehispánica. Mucho antes de la llegada de los conquistadores a América, las comunidades indígenas que habitaban nuestro territorio también contaban con un sistema de educación y formación, propios y profundamente arraigados en su cosmovisión y estructura social. Esa estructura educativa no solo les sirvió para continuar en su crecimiento como comunidad, sino que también, consolidó las identidades colectivas y preservó el equilibrio entre el ser humano, la naturaleza y el mundo espiritual.
En el periodo prehispánico, Colombia estaba habitada por una diversidad de pueblos como los muiscas, los tayronas, los quimbayas, los zenúes, los calimas, entre otros, cada uno con culturas singulares, lenguas propias y tradiciones complejas. Estas sociedades, aunque distintas entre sí, compartían una visión integral del aprendizaje, donde lo práctico y lo espiritual comenzaba desde la infancia. Los saberes se transmitían de generación en generación a través de métodos orales, rituales y observación directa, asegurando que cada individuo asumiera su rol dentro de la comunidad.
A diferencia del modelo educativo occidental, centrado en instituciones formales y jerarquizadas, la educación en las sociedades indígenas colombianas era comunitaria y funcional. Se aprendía en el seno del hogar, en los campos de cultivo, en las jornadas de caza, y especialmente en los rituales y ceremonias liderados por los sabios y chamanes. Este modelo no solo fomentaba habilidades prácticas como la agricultura, la cerámica o la orfebrería, sino que también inculcaba valores éticos, conocimientos espirituales y una comprensión profunda del entorno natural.
Explorar la educación en la Colombia prehispánica permite no solo redescubrir las raíces de las prácticas pedagógicas en el territorio, sino también reflexionar sobre la riqueza cultural que existió antes de la colonización.
En la Colombia prehispánica, la educación espiritual se daba desde la infancia. Los chamanes jugaban un papel importante en las comunidades, y su formación para asumir este rol era de las más rigurosas. Los libros de esa época estaban representados, dependiendo del lugar, en paredes, vasijas de barro o cerámicas. También tenían un sistema importante y avanzado en las matemáticas. El estudio de los mitos y leyendas era fundamental para su educación, no solo religioso, sino también cultural. La educación era asumida con mucha seriedad ya que, desde niños, asumían roles que desempeñarían cuando fueran adultos. Algunas comunidades tenían centros de educación y muchos, en su mayoría, aprendían por medio de la observación, siendo algunas artes fundamentales para educar, como la música, dejando legados importantes del paso de toda la tradición que poseían.
A través de métodos basados en la observación, la práctica, los relatos y los rituales, las sociedades prehispánicas aseguraron que cada individuo aprendiera no solo las habilidades necesarias para la vida cotidiana, sino también los valores y principios que sustentaban la convivencia y el respeto por el entorno natural.
Estos sistemas educativos, aunque profundamente diferentes de los modelos formales occidentales, lograron formar individuos con un sentido claro de pertenencia y responsabilidad hacia su comunidad. La colonización trajo consigo la imposición de nuevos paradigmas educativos que, en muchos casos, desarticularon las prácticas originarias. Sin embargo, aún es posible rastrear vestigios de estas tradiciones en las culturas indígenas actuales, que continúan resistiendo y manteniendo viva su visión del aprendizaje.
Reflexionar sobre la educación en las sociedades prehispánicas, no solo es un ejercicio de recuperación histórica, sino también una invitación a valorar su enfoque holístico y respetuoso hacia el ser humano y la naturaleza. En un mundo marcado por la fragmentación del conocimiento, los sistemas educativos indígenas nos recuerdan la importancia de formar individuos que comprendan su conexión con el entorno y que cultiven una vida equilibrada entre lo material, lo social y lo espiritual. Este legado, lejos de ser un simple vestigio del pasado, puede ofrecer valiosas lecciones para los desafíos educativos contemporáneos.
Excelente artículo. Me gustó el paralelo entre la educación prehispánica y la educación occidental; además de la importancia que tiene reconocer dicha educación en la actualidad, ya que puede romper con la formas tradicionales de la enseñanza y el aprendizaje.
Me gusto, pues invita a reflexionar sobre cómo la educación prehispánica, al integrar aspectos prácticos, éticos y espirituales, ofrece un enfoque completo que contrasta con el modelo occidental que, aunque especializado, puede perder de vista la conexión entre estos componentes esenciales de la formación.
Es interesante resaltar las dinámicas educativas de las sociedades prehispánicas, en lo personal, creo que distaban muy poco de la formación que recibían los estratos más bajos de la sociedad en los sistemas occidentales, procesos eminentemente familiares y ligados a la relevancia de la espiritualidad en las respectivas instituciones culturales sagradas y todo muy ligado al servicio de la figura jerárquica del señor, por esa misma razón me habría gustado más conocer a detalle particularidades propias de la educación Colombiana Precolombina que marcaran una diferencia no solo con el sistema occidental sino también entre las mismas comunidades, sería muy interesante otra entrada quizá un poco más desglosada al respecto. ¡Saludos!