“Este no es solo un tema de murales; es un problema social profundo que exige nuestra atención y acción y la de las administraciones locales y nacionales. No convirtamos este tema en una pelea política; transformémoslo en una tarea colectiva para acompañar a las familias que han sufrido tanto por las decisiones erróneas de algunos políticos.”
La semana pasada fuimos testigos de diversas disputas en la red social X sobre lo que es moral y políticamente correcto. Estas discusiones surgieron en torno al mural en Medellín que inicialmente decía «Nos están matando». Después de ser intervenido por la alcaldía, lo volvieron a pintar y fue reemplazado por un mensaje más simbólico: «Las cuchas tienen razón». Sin embargo, este también fue intervenido y posteriormente nuevamente restaurado por los artistas. El mensaje original era claro: una denuncia viva, un acto de resistencia frente a la violencia que silencia a los líderes sociales y defensores de derechos humanos. Un mensaje con el que estoy completamente de acuerdo, las cuchas si tienen razón y siempre la tuvieron.
Sin embargo, me surgen preguntas como ¿Es el lugar adecuado para esta denuncia? ¿Lo hacemos desde la reflexión o desde el resentimiento? ¿Estamos respetando el orden y la convivencia en la ciudad? ¿Somos conscientes de que hay límites?
Como era previsible, la oposición a la administración local actual que es el gobierno nacional aprovechó la polémica para fortalecer su narrativa “progresista”, la cual también es cuestionable. Esto derivó en un debate político, pero yo lo veo más allá, para mí, también es un conflicto cultural y social que tenemos como país. Pero entonces, ¿tienen razón? ¿Debemos limitar el arte? ¿Qué acciones concretas han emprendido realmente en favor de las víctimas?
En mi opinión, el arte debe ser promovido y el espacio público utilizado como un lugar para el diálogo y las expresiones culturales, pero esto significa que debemos actuar dentro de los límites establecidos por las leyes y el orden. Aunque el mensaje del mural representa algo muy real y doloroso para nuestra sociedad, no podemos olvidar que los espacios públicos pertenecen a todos. Por lo tanto, es fundamental desarrollar un sentido de pertenencia hacia ellos, de la misma forma que lo tenemos hacia el arte.
Entonces, ¿Por qué no utilizar los espacios designados por la alcaldía para que grandes artistas expresen sus ideas sin generar desorden ni controversia en lugares que compartimos como comunidad? De esta manera, el mensaje puede trascender, llegando no solo a Medellín, sino a toda la región y al gobierno nacional. No convirtamos este tema en una pelea política; transformémoslo en una tarea colectiva para acompañar a las familias que han sufrido tanto por las decisiones erróneas de algunos políticos.
Mi mensaje final es una invitación a promover la convivencia, el arte, el orden y el amor por nuestra ciudad, pero también, hago un llamado al gobierno nacional muy claro: las cifras de masacres y asesinatos de líderes sociales no han disminuido, seguimos viviendo esa realidad, incluso bajo un gobierno que prometió cambio. Ignorar esto es muy doble moral y politiquero de su parte. Este no es solo un tema de murales; es un problema social profundo que exige nuestra atención y acción y la de las administraciones locales y nacionales. No se necesita más narrativa, necesitamos más acción.
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