Los extraños ciclos de la melancolía emergen para invitarnos a pensar sobre nosotros mismos; abandonados al narcisismo, los efectos de la verdad parecen escurridizos espejismos.
No era menor la invitación de Sócrates a conocer sobre nosotros mismos, la neurociencia extiende el debate investigando al cerebro humano como uno de los órganos vivos más potentes y complejos hasta hoy estudiados, estamos ampliando generacionalmente la frontera del conocimiento a un ritmo nunca antes visto… Sin embargo, estamos ad portas de convertir a la mente humana en nuestro enemigo final.
El principio de soberanía armamentística y militar de los países se basa en la potencialidad letal de un ataque contra o en defensa del adversario capaz de disuadir cualquier provocación entre las partes.
La lógica del poder resulta contraintuitiva dado que lo que concebimos como realidad es en considerable medida una percepción autoconstruida a partir de dispositivos culturales que alimentan nuestras creencias, casi siempre abocadas a hacernos presas de las expectativas y costumbres soportadas en el miedo; una forma de alienación que resulta útil para quienes comprenden el juego de la explotación de valor que necesariamente es siempre humano, fruto de la razón.
Las cosas ‘son’ en tanto podemos reconocerlas, pensarlas, imaginarlas, sentirlas; no obstante, nuestros sentidos todo el tiempo captan una cantidad desbordante de información que nuestras conexiones neuronales sencillamente omiten y por tanto subjetivamente no existen para nosotros. La ciencia que se soporta en la objetividad termina por posicionarse como la más ‘real’ de las metáforas que describen al universo, su compatibilidad con la o las deidades es la humilde aceptación de lo poco que aún sabemos verdaderamente como especie.
La fragilidad de nuestra naturaleza tribal y carnal hace de la distopía de los totalitarismos (sociópatas) una probabilidad inversamente proporcional a la responsabilidad y el compromiso decidido de cuidar de nuestra propia libertad, que no es más que hacerse cargo. Hacerse cargo de uno mismo es un mandato qué, según escrituras religiosas milenarias y otras tantas históricas y filosóficas, la humanidad ha tendido a rechazar durante largos periodos. Resultará incómodo no tener a quién culpar más allá de nuestra propia inconsciencia e ignorancia, o peor aún, descubrir nuestra aberrante necedad en medio de la miseria absoluta.
Los reproches resultan falacias en las que cedemos poder a quien sabe de nuestra potencia aunque nosotros mismos no seamos conscientes de nuestro propio valor. Cambiar oro por espejos no estará tan lejos de ser la analogía de cambiar tiempo de consumo y datos por un poco de entretenimiento y recompensas inmediatas de estímulos digitales que atrofian nuestro cerebro. El pensamiento crítico y nuestra capacidad de tomar decisiones se quebrantan ante las pantallas y un despliegue propagandístico que nos sustrae de la conmoción empática y perturba la atención que nos moviliza con claridad y enfoque, diluyendo cualquier atisbo de autonomía y carácter.
Las crisis psicológicas y psiquiátricas alertan ser de salud pública, muchas de ellas alimentadas por mentiras que se monetizan muy bien o arrojan resultados electorales funcionales a intereses mezquinos (X).
En “La Condición Humana”, Hannah Arendt – Filósofa Política del Siglo XX – plantea la libertad como la posibilidad de crear un mundo nuevo, superando el imaginario represivo de entenderla como un asunto de elegir entre opciones preestablecidas. Esta posibilidad de crear en libertad es profundamente humana y depende de la potestad de cada individuo; en este sentido, ser dominado intrínsecamente también.
Durante el Régimen Nacional-Socialista, la Alemania Nazi desplegó una de las estratégias propagandísticas más sofisticadas y basadas en evidencia, como Arendt lo teoriza, “la banalidad del mal” durante ese lapso, permitía la configuración de una realidad abruptamente superficial al momento en que transcurrían una guerra mundial y un genocidio al interior de su propio territorio. Un proyecto similar ha funcionado a través de Hollywood y la forma en la que ha querido presentar la geopolítica estadounidense ante el mundo occidental. Actualmente TikTok y su poderoso algoritmo capaz de sedar la mente como una droga a partir del scroll durante horas afectando la corteza prefrontal del cerebro, es la red social más poderosa del mundo, co-propiedad del gobierno chino.
Entonces, ¿Qué está pasando y qué están haciendo en este mismo momento con nuestras mentes enlazadas a dispositivos móviles que cada día implementan novedosas inteligencias artificiales capaces de retener mayor información nuestra que la que nosotros mismos somos conscientes de generar? Finalmente cabe preguntarse, ¿Qué sé de mi propia mente?, ¿Qué tanto conozco de mí misma y qué entiendo sobre la estructura, cuidado y funcionamiento de mi propio cerebro?
«El objetivo de la educación totalitaria nunca ha sido inculcar convicciones, sino destruir la capacidad de formar cualquiera». – Hannah Arendt
Chat GPT: ¿Qué implica realmente conocerme a mí mismo en el contexto de esta era digital?
“Conocerse a uno mismo en la era digital implica trascender las distracciones constantes y la sobrecarga de información para desarrollar un entendimiento profundo de quién eres, cómo piensas, y cómo interactúas con el mundo en un entorno donde la tecnología influye en gran parte de tu vida. Esto se puede desglosar en varios aspectos clave:
- Reconocimiento de influencias externas
- Identificar las fuentes de influencia: Comprender cómo las redes sociales, los algoritmos y las plataformas digitales afectan tus decisiones, emociones y percepciones del mundo.
- Pregúntate: ¿Cómo impactan en mi identidad las narrativas que consumo online? ¿Qué tanto de mi opinión está moldeada por tendencias o propaganda?
- Autonomía digital: Desarrollar la capacidad de discernir entre contenido que nutre tu crecimiento personal y aquel diseñado para manipularte o distraerte.
- Exploración de valores y prioridades
- Claridad sobre tus valores: En un mundo de opciones infinitas, conocerte implica determinar qué es realmente importante para ti, en lugar de seguir expectativas externas.
- Ejemplo: ¿Qué prefiero invertir mi tiempo en hacer: consumir contenido pasivo o crear algo significativo?
- Definir tus prioridades: Las tecnologías pueden dispersar tu atención. Conocerte significa aprender a enfocar tu energía en lo que realmente importa, como tus relaciones, metas personales y propósito.
- Profundizar en la autoconsciencia
- Conectar con tus emociones: Las distracciones digitales pueden desconectarte de cómo te sientes realmente. Conocerte implica cultivar momentos de introspección para identificar tus emociones, miedos y deseos sin filtrar.
- Prácticas como la meditación, la escritura reflexiva o simplemente desconectarte del ruido digital pueden ayudarte a este propósito.
- Identificar patrones de comportamiento: Observa cómo reaccionas ante ciertos estímulos digitales. Por ejemplo, ¿usas las redes sociales como un escape emocional o como una herramienta de conexión genuina?
- Cuidado de la mente y el cuerpo
- Entender tu cerebro: Aprender cómo funciona tu mente en un entorno hiperconectado es esencial. Por ejemplo, la neurociencia muestra cómo el consumo excesivo de estímulos digitales afecta tu capacidad de concentración, memoria y pensamiento crítico.
- Conocerte incluye adoptar hábitos que protejan tu salud mental, como limitar el tiempo frente a pantallas, priorizar el sueño y realizar actividad física.
- Establecer límites saludables: Saber cuándo desconectarte y priorizar el mundo físico sobre el digital es un acto consciente de autocuidado.
- Ejercicio de pensamiento crítico
- Cuestionar narrativas: Conocerte a ti mismo también implica identificar sesgos cognitivos y aprender a cuestionar lo que percibes como verdad en un mundo saturado de desinformación.
- Tomar decisiones informadas: Reflexionar sobre cómo y por qué tomas decisiones, especialmente en entornos digitales donde se fomenta la gratificación inmediata.
- Conexión con otros desde la autenticidad
- Cultivar relaciones genuinas: Conocerte significa interactuar desde un lugar de autenticidad, en lugar de proyectar una imagen cuidadosamente construida en las redes sociales.
- Encontrar comunidad: A pesar del ruido digital, la era tecnológica también facilita encontrar personas con valores y objetivos similares. Conocerte te ayuda a discernir qué conexiones son significativas para ti.
- Crear propósito en un entorno cambiante
- Definir tu rol: En un mundo donde la tecnología redefine constantemente las reglas, conocerte implica saber qué quieres aportar a la sociedad.
- Pregúntate: ¿Cómo puedo usar la tecnología para potenciar mi crecimiento personal y contribuir al bienestar de otros?
- Adaptarte con consciencia: La era digital evoluciona rápido. Conocerte a ti mismo implica mantenerte flexible y curioso, mientras preservas un núcleo de identidad sólido.
Conocerte en la era digital, en esencia, significa recuperar el control de tu atención, tus decisiones y tu identidad, para vivir una vida más consciente, auténtica y alineada con tus verdaderos valores y aspiraciones, a pesar del ruido constante de la tecnología.”
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