Con la llegada de un nuevo año lleno de objetivos, ¿estamos olvidando la importancia de la escucha? Más que una simple habilidad, es un valor estratégico que define quiénes somos, nos conecta y da propósito a nuestras acciones.
Como solía decir mi abuela Dalia, retomando aquella frase del Evangelio: “Trata a los demás como te gustaría que te traten a vos”. Esta idea encierra una gran verdad, ser escuchado no se trata solo de recibir atención, sino de sentirse valorado, querido y cuidado. Desde esta perspectiva, la escucha activa trasciende lo técnico y se convierte en un arte, una herramienta esencial para construir vínculos genuinos, desde la primera conversación del día hasta la última.
Un estudio reciente de McKinsey revela que el 74% de los empleados siente que sus líderes no los escuchan, lo que repercute directamente en el compromiso, la productividad y los resultados organizativos. Pero esta problemática trasciende el ámbito laboral, los duros golpes socioeconómicos que enfrenta la sociedad han reducido la tolerancia a la escucha, alimentando la ansiedad y la preocupación en un contexto donde predomina la búsqueda constante de gratificación instantánea. Como reflexiona el psiquiatra Lucas Raspall, vivimos tiempos donde cuidar nuestras relaciones y comprometerse con ellas es un acto revolucionario.
En este contexto, la tecnología también cambió radicalmente la forma en que nos vinculamos. Las frustraciones y las expectativas inmediatas han disminuido nuestra capacidad para esperar y tolerar, afectando nuestras conexiones humanas. Según Raspall, la clave está en invertir tiempo y energía en nuestras relaciones, ya que aquello que realmente importa siempre requiere esfuerzo.
¿Cómo desarrollar la escucha activa?
Como cualquier habilidad, se aprende con práctica y paciencia.
El coach argentino Víctor Lidejover, experto en liderazgo, distingue entre oír y escuchar. “Oír es una función biológica; escuchar implica intencionalidad y atención”. Según él, la escucha activa combina percibir e interpretar. No solo incluye oír las palabras, sino también captar la corporalidad y emocionalidad de quien habla. “No es lo mismo escuchar a alguien nervioso, con miedo o angustia”, explica.
Lidejover también destaca que entre lo que dice el emisor y lo que interpreta el receptor existe una brecha influenciada por valores, creencias y experiencias personales. Esta brecha puede generar malos entendidos, pero reconocer su existencia permite trabajar en ella para mejorar la comunicación.
Tres claves para una escucha efectiva
Lidejover propone tres acciones esenciales para reducir esa brecha y mejorar la calidad de nuestras conversaciones:
- Verificar la escucha: Confirmar que comprendimos correctamente lo que la otra persona quiso transmitir.
- Compartir inquietudes: Expresar nuestras propias emociones o pensamientos, promoviendo una conversación más abierta y empática.
- Indagar: Hacer preguntas que profundicen en la conversación, o utilizar el parafraseo (reformular lo que el otro dijo con nuestras palabras para asegurar comprensión y empatía), como sugiere el doctor Juan Pablo Pezzetta.
Además, resalta la importancia de escucharnos a nosotros mismos. “Cuando dejamos de escucharnos, nuestro cuerpo habla. Y si no lo hacemos, llega un punto en que grita. Ahí ya es tarde”.
Un llamado a la acción
En un mundo donde el multitasking y las distracciones están a la orden del día, escuchar no es un simple acto, es una decisión. Empecemos por pequeños cambios, dedicando tiempo real a nuestras conversaciones, estar presentes y valorar su poder transformador.
El desafío del 2025 no debería limitarse a aprender una nueva habilidad, sino a hacer de esta práctica el fundamento de nuestras relaciones y de nuestra transformación personal. ¿Estamos dispuestos a aceptar el reto?
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