“Colombia es un barrio de mucho ruido, donde algunos venden sueños, otros venden humo, y muchos apenas sobreviven al bullicio”
Así como en los barrios, donde los vendedores a grito limpio ofrecen desde empanadas hasta aguacates, en Colombia el ruido es el gran motor que mueve todo: la música, la política, la opinión pública. Y si no se hace escándalo, no hay atención. Es una paradoja que refleja nuestra forma de ver el mundo. ¿Un ejemplo reciente? La canción La Colombiana de Juliana Velásquez, que logró brillar después de que el país estallara en indignación por +57, el tema de reguetoneros colombianos bastante reconocidos, que abordó la sexualización de menores. Qué irónico que, para que una canción que celebra lo que somos gane notoriedad, primero tengamos que pasar por la controversia.
Es un hecho: hace bien reconocer a nuestros artistas nacionales, pero qué triste que tenga que ser desde el conflicto. Muchos músicos y creadores no tienen las oportunidades ni el apoyo que merecen. Así como Juliana canta “Amor a la colombiana, amor a la colombiana”, tal vez es hora de mostrar más amor por los nuestros: por la música autóctona, por los sonidos que vienen de rincones olvidados del país, por las historias que no están ligadas a la sexualización o los estándares impuestos. Esa música que bailamos en el Día de la Familia y que, con el tiempo, se ha transformado en algo mucho más vibrante y diverso. Porque hay más que vender en nuestra cultura, pero parece que solo el ruido consigue la venta.
En la política, el ruido también es el rey. La candidatura de Vicky Dávila a la Presidencia es el ejemplo perfecto. Esa colombiana es otra cosa, no es peligrosa… Peligrosos son aquellos que creen que su trayectoria como periodista la convierte en una opción viable para liderar un país. ¿Es que alguien de verdad piensa que su supuesto compromiso con la verdad garantiza un gobierno transparente? Tal vez olvidan que no por tener una cámara al frente se pueden resolver los problemas estructurales de un país. Claro, siempre cabe la duda de si su candidatura será tan efímera como la de Jhon Milton Rodríguez en 2022. ¿Será esta otra chispa que se apaga antes de prender fuego?.
Y si hablamos de protagonismo, ahí está Armando Benedetti, quien vuelve al ruedo político como un viejo conocido que nunca se va del todo. Ahora, Benedetti vuelve a ser noticia, pero su panorama ya no parece tan claro. El camaleón de la política, que en su momento lució los colores del uribismo para luego alinearse con Santos, ahora solo tiene un tono: el del Pacto Histórico. Sin embargo, a dos años del final del gobierno de Petro, nadie sabe qué más hará Benedetti ni qué hará el presidente con él. Lo único evidente es su habilidad para sobrevivir a cualquier tempestad política, siempre protegido y siempre en juego. Más que Laura Sarabia, este sí entiende que, en política, y como dijo Juliana “el que ríe de último, es el que gana”.
Cada semana, este país tiene algo nuevo para mostrar. Colombia es un barrio de mucho ruido, donde cada quien está en lo suyo: algunos vendiendo sueños, otros vendiendo humo, y muchos tratando de sobrevivir al bullicio. Al final, como dice el dicho, “el que mucho abarca, poco aprieta”.
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