“En estos momentos, Federico Gutiérrez metió ocho (8) concejales. ¡OCHO! ¡Es impresionante! Y todo bajo un proceso democrático. No obstante, el hecho de que haya hablado la democracia no implica que los concejales vayan a perder su función inherente y natural: hacer control político.”
La teoría de los pesos y contrapesos es una de las teorías de la ciencia política y la filosofía del derecho más lindas a mi parecer, pues profundiza la democracia y evita los autoritarismos. Este principio surgió principalmente con Jonh Locke y Montesquieu, quien muy sabiamente propuso un sistema tripartito de división del poder donde cada rama ejerce funciones, todo en aras de evitar la tiranía y el autoritarismo. En Colombia, en principio, dicha teoría se ve aplicada gracias a las 3 ramas del poder público, que son la ejecutiva, la legislativa y la judicial. La ejecutiva, compuesta por la Presidencia de la República; la legislativa, compuesta por el Congreso de la República; y la judicial compuesta por las Altas Cortes como lo son la Corte Suprema de Justicia, la Corte Constitucional y el Consejo de Estado.
Ahora bien, ¿podríamos preguntarnos si aplica lo mismo que en la nación a nivel territorial? En estricto sentido no, porque las regiones no cuentan con poder legislativo, ya que somos una república unitaria. No obstante, sí contamos con paralelismo de forma, cosa que hace que los alcaldes y gobernadores se asemejen al presidente y los concejos y asambleas se asemejen al Congreso de la República. En síntesis, lo que quiero decir con esto es que el constituyente muy sabiamente creó instituciones a nivel territorial que ejercieran pesos y contrapesos, incluso si pertenecen a la misma rama del poder público, como es el caso de las alcaldías y los concejos, ya que ambos pertenecen al ejecutivo. Todo aquello con la finalidad de seguir fomentando la democracia.
¿Puede pasar que la democracia desborde algunos principios? Sí. Lo lindo de la democracia es que cuando habla lo hace ella misma y con contundencia. Por ejemplo, en las pasadas elecciones regionales, el movimiento político del actual alcalde de Medellín, Creemos, obtuvo cientos de votos que hizo que sobrepasara el umbral y metiera, en primer lugar, a siete (7) concejales por su movimiento. Ahora, con la reciente pérdida de investidura sentenciada por el Consejo de Estado para Juan Carlos Upegui, la curul pasó a manos de Camila Gaviria, adscrita también a Creemos. Es decir, en estos momentos, Federico Gutiérrez metió ocho (8) concejales ¡OCHO! Es impresionante. Y todo bajo un proceso democrático
No obstante, el hecho de que haya hablado la democracia no implica que los concejales vayan a perder su función inherente y natural: hacer control político. La Constitución, en sus artículos 312-315, y la Ley 136 de 1994, junto con la 1551 de 2012, consagran a los concejos municipales o distritales como cuerpos colegiados cuya misión es hacerle control político al gobierno municipal.
Querido lector, no quiero que se me tergiverse lo que pretendo decir. Quiero dejar claro que hacer control político no es en absoluto declararse en oposición, pero hacer control político sí es requerir a la administración a que rinda informes de su gestión y a instarlos y coadyuvar a ejecutar el plan de gobierno.
En definitiva, el control político dentro de nuestro Estado Social y Democrático de Derecho es una función necesaria que, por más que seamos afines a un gobierno de turno, no podemos perder de vista.
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