“…las palabras, las imágenes y la repetición pueden convertirse en armas de control, capaces de manipular masas y suprimir la disidencia.”
La comunicación es una de las armas más poderosas del ser humano. Hoy podemos afirmar que, si el Homo Sapiens-Sapiens ha llegado hasta este punto de su evolución, fue porque pudo desarrollar sistemas de comunicación que le permitieron crear estrategias de combate y supervivencia superiores a sus contrincantes.
La comunicación ha sido la protagonista de la historia del ser humano. Ha sido el motor de su evolución, pero también, de su propia destrucción.
Fue esta el arma más potente en la consolidación del imperio Nazi en Alemania, por ejemplo. Más que el armamento militar, fueron las estrategias de propaganda del régimen nazi, las que permitieron su ascenso al poder y su permanencia y predominio sobre la sociedad alemana. La manipulación fue el escudo protector que permitió el poderío nazi en una sociedad que vio en la figura de Hitler, un salvador y una solución para problemas inventados por el mismo régimen.
No pretendo acá exaltar las atrocidades del régimen Nazi, ni mucho menos alabar a sus líderes. Pero sí busco estudiar con un lente crítico las estrategias de comunicación utilizadas por Joseph Goebbels, cuya eficacia moldeó la opinión pública en una de las épocas más oscuras de la historia. Su maestría en propaganda, hay que decirlo, revela cómo las palabras, las imágenes y la repetición pueden convertirse en armas de control, capaces de manipular masas y suprimir la disidencia.
El arte de la repetición y el mito del líder
Una de las primeras etapas de la comunicación política y la comunicación estrategia es la construcción de un personaje. Los políticos son actores o personajes ficticios, creados, la mayoría de veces, por comunicadores estratégicos o publicistas. Hitler fue un personaje creado y tuvo detrás suyo un equipo que lideró las comunicaciones estratégicas y propagandistas de sus campañas y de su gobierno.
Joseph Goebbels, líder del Ministerio de Propaganda del Tercer Reich, comprendió el poder de la narrativa unificada. A través del principio de la repetición, acuñado como «la gran mentira», afirmaba que una declaración, por más absurda, podía convertirse en verdad si se repetía lo suficiente. Este enfoque no sólo fomentaba la aceptación de ideas falsas, sino que también consolidaba la imagen de Adolf Hitler como un salvador infalible. Eventos públicos como desfiles masivos, discursos y ceremonias llenas de simbolismo reforzaban el mito del líder, envolviendo al pueblo en un fervor casi religioso.
Las emociones juegan un papel importante en este juego, pues son las que impulsan a las masas, muchas veces, a tomar decisiones. El don de la oratoria era un don propio de Hitler. Su discurso era conmovedor y emotivo, tanto que el pueblo alemán se afinó a sus ideales y sus palabras, disfrazadas y llenas de eufemismos. Estas lograron convencer a toda una sociedad de su superioridad y poderío.
Los logros y victorias sociales que Hitler impulsó en Alemania son indiscutibles. Sin embargo, lo más importante y lo que aumentó su popularidad, fue la comunicación que dio a conocer estos logros, y los vendió como el gran poderío social de Alemania. Y fue Hitler el líder que llevó a su nación a lo más alto de la historia; así lo mostró su equipo propagandístico.
Esto nos deja una primera conclusión: en comunicación estratégica importa realmente lo que quieras comunicar y cómo lo vas a comunicar.
La propaganda audiovisual: cine y radio como herramientas de control
La comunicación estratégica es el uso intencional de la comunicación para lograr un objetivo o resultado especifico. Se trata de hacer llegar el mensaje correcto a la persona correcta (audiencia), a través del canal correcto para lograr un objetivo.
Goebbels convirtió al cine y la radio en pilares de su estrategia. Películas como El Triunfo de la Voluntad, dirigida por Leni Riefenstahl, glorificaban al nacionalsocialismo mediante imágenes cuidadosamente coreografiadas de multitudes unificadas y símbolos poderosos. La radio, considerada «el arma más eficaz de propaganda» por Goebbels, llevaba mensajes cuidadosamente diseñados a los hogares alemanes, promoviendo la unidad nacional y demonizando a los enemigos del régimen.
La inteligencia de Goebbels era realmente admirable. Su poderío se denotaba en sus estrategias y maneras de comunicar su mensaje, el del régimen. La comunicación en este ámbito busca llevar a una común-acción. La persuasión es el pilar fundamental en este objetivo, es decir, cómo hago yo para convencer a las masas de que mi mensaje es la verdad y que esa verdad debe llevar a unas acciones. En otras palabras, la manipulación, se convierte en un eje continuo y necesario para cumplir los objetivos planteados en la estrategia.
Censura y autocensura: La uniformidad del pensamiento
El ministerio de propaganda del régimen nazi no sólo censuró contenidos, sino que incentivó la autocensura entre artistas, escritores y periodistas, quienes ajustaban sus creaciones para alinearse con los ideales nazis, evitando represalias y asegurando su supervivencia profesional. La uniformidad cultural buscaba eliminar la diversidad de pensamiento, sustituyéndola con una narrativa única que exaltaba al régimen y deshumanizaba a sus enemigos.
Los regímenes totalitarios buscan unificar su linea de pensamiento en las sociedades en que actúan. Aunque es difícil, o casi imposible, que una sociedad entera piense unificadamente, bien es sabido que en las sociedades del mundo, predomina el pensamiento que mayor adeptos reclute a su causa. El proyecto nazi fue más allá en su ambición por el poder. La política de eliminación al enemigo empezó con la creación o la construcción de ese “enemigo interno”. La creación de una “Raza aria”, concepto racista usado por el régimen para argumentar que el oponente debía ser eliminado, fue uno de los puntos prioritarios de la agenda del nacismo. La idea que logró ser generalizada, fue que la causa era llegar a la pureza de la sociedad alemana y que para conseguirlo había que eliminar a quien no cumpliera con los requisitos étnicos que predicaba este concepto.
Emociones como armas: Miedo, esperanza y pertenencia
Una de las preguntas clave que responde una estrategia de comunicación es el cómo. Cómo logro que mi mensaje cale en la sociedad, en los receptores, en esa audiencia de mi personaje creado. La repuesta está en las emociones. Estas son uno de los aspectos más simbólicos de la evolución del ser humano. Por eso se presentan como un arma poderosa en la manipulación de masas. Quien logre mover emociones, es quien logra manipular a las masas, por lo tanto, es quien logra que su mensaje sea adoptado por la sociedad o su público objetivo.
El ser humano es un ser emocional, más que racional. Las emociones sobrepasan todo entendimiento y son tan poderosas, que logran que el ser humano deje el aspecto más característico de su evolución, la razón, para que las emociones se sobrepongan. La emociones vencen a la razón.
Goebbels comprendió a la perfección esto. Los discursos de Hitler, hay que decirlo, son memorables. Su público captó en él un liderazgo incuestionable; sabía qué decirle a la gente y cómo decírselo. Generaba empatía en sus mensajes. La gente se sentía identificada con la sencillez de sus palabras.
Las manifestaciones públicas, desde marchas iluminadas con antorchas hasta discursos emotivos, buscaban provocar emociones profundas en la población. Estas no sólo alimentaban el miedo al aislamiento o al castigo, sino que también ofrecían la esperanza de un futuro glorioso bajo el liderazgo de Hitler. En palabras del historiador Sebastián Haffner, las demostraciones masivas generaban en los observadores un sentimiento de impotencia ante un monolito de poder.
La empatía y su mensaje sencillo, logró que su público percibiera una cercanía entre el líder y el pueblo. Su mensaje se acoplaba a un sentir y unas ideas conjuntas y comunes entre la clase trabajadora y en general con el pueblo alemán.
El miedo, sin duda, es una emoción que lleva a la acción. La idea de un fracaso colectivo efectuado por el no cumplimiento de sus objetivos, permitió que Hitler convenciera a gran parte de la sociedad de que si no se ejecutaba su plan de gobierno y sus ideas, Alemania estaría condenada a la invasión y la humillación por parte de otras naciones y esta humillación traería consigo consecuencias devastadoras para todos.
La esperanza de una victoria y de que Alemania cobrara venganza por el fracaso en la Primera Guerra Mundial, trajo consigo otras ilusiones como ver a otras naciones inclinarse ante la Alemania victoriosa, fuerte, invencible y potente que prometía Hitler. Sin duda el orgullo de ser una nación potente, poderosa y predominante, llenó de entusiasmo y furor al pueblo alemán, que vio a Hitler como el único líder en su momento, capaz de llevar a Alemania a esa victoria esperanzadora.
Todo esto necesitaba de un sentido de pertenencia. El discurso de Hitler, promovió siempre el sentido de pertenencia por parte del pueblo. Ese sentido de pertenencia le permitiría al pueblo alemán, si era necesario, dar su vida por defender los intereses vendidos como comunes. La emoción que permite describir el sentirse perteneciente a algo genera una sensación de poder que a su vez genera satisfacción en la mente humana. Si yo tomo como mío un concepto de nación, lo más lógico es que lo defienda a muerte de cualquier objetivo que se considere enemigo.
Por supuesto estas ideas necesitaron de una campaña poderosa de comunicación estratégica, y detrás de esta obra, exitosa en términos comunicacionales, hay que decirlo, estuvo Goebbels.
Lecciones y advertencias para el presente
El legado de las estrategias de Goebbels trasciende su tiempo, sin duda, sirviendo como advertencia sobre el poder destructivo de la manipulación mediática y la propaganda. Entender cómo estas tácticas lograron moldear sociedades enteras es esencial para prevenir que se repitan en el futuro. En un mundo digital donde la desinformación y las campañas mediáticas polarizadoras proliferan, las enseñanzas de esta época son más relevantes que nunca.
Y claro, no voy a negar, como comunicador social, que el modelo de estrategias de comunicación utilizadas por Goebbels son efectivas, casi perfectas en términos comunicacionales. Eso es innegable. Sin embargo, en este caso fueron utilizadas para fines tan perversos que la historia se ha encargado de darles el repudio social que cultivaron las acciones del régimen nazi.
Un régimen totalitario puede emplear herramientas aparentemente inofensivas, como el cine y la radio, para controlar mentes y corazones. Comprender estos mecanismos no sólo preserva la memoria histórica, sino que también fortalece nuestra resistencia ante futuros intentos de manipulación masiva.
A fin de cuentas eso hacemos lo comunicadores estratégicos: manipular mentes. Sin embargo, sería bueno, plantear acá la discusión sobre los limites que deberían tener estas estrategias y formas de manipulación mediática, para evitar así, que se repita la historia violenta y atroz que nos dejó el nazismo.
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