El liberalismo o la moneda de cambio de César Gaviria

Fueron pocos los sorprendidos: César Gaviria afianzó su entronización en el partido Liberal y derrotó por goleada a una ruidosa oposición interna. Así, confirmó que su estrategia de dilación para convocar a la Convención Liberal funcionó con creces, así como el antiliberal “silencio positivo” -que restringió cualquier disenso público- y el poder que otorga el ser el dueño absoluto de los avales. El expresidente no solo revalidó la fuerza de su sector al interior de las huestes liberales, sino que además le demostró a los escépticos que a sus 77 años sigue siendo el rey.

El partido Liberal seguirá siendo lo que ha sido bajo el dominio dictatorial de Gaviria, una moneda de cambio para saciar sus intereses personales, ya sea la voracidad burocrática que siempre lo caracteriza al arranque de cada Gobierno, ya sea para reencauchar a su hijo Simón en algún alto cargo del Estado o para proyectarlo como precandidato presidencial. Porque el liberalismo degeneró hace rato en gavirismo y el expresidente ya tiene su mirada puesta en las elecciones del 2026, en la cuales espera recuperar el terreno perdido en el Senado y jugar como un actor central desde la primera vuelta.

A Gaviria poco le importa que el liberalismo llegué con candidato propio a la primera vuelta; total, sabe que cada candidata o candidato competitivo que se precie se deberá sentar en el salón de té de su mansión -hacia allá migró la sede principal del partido- y ofertar un tradicional “acuerdo programático”. Es decir, la repartija burocrática.

Y de poco sirve invocar a las auténticas bases liberales si una gran mayoría de congresistas no le pasó cuenta de cobro al liderazgo de Gaviria por errores garrafales; entre ellos: apoyar a Federico Gutiérrez en la primera vuelta; insistir en otorgarle un cupo en la lista al Senado al corrupto Mario Castaño; la perdida de fuerza del “trapo rojo” en las elecciones subnacionales del 2023; y en última instancia, la dilación para convocar la Convención liberal. Nada de eso pesó. Gaviria consolidó su liderazgo sobre la base de consentir una camarilla de incondicionales y en su “buen” relacionamiento con el sector empresarial. No poca plata recibe el partido de aquellos empresarios de “bien”.

Ahora, el gran derrotado fue Petro que por intermediación del exministro Luis Fernando Velasco intentó defenestrar a Gaviria a través de una dirección colegiada, pero esa propuesta se quedó naufragando en las arenas del desierto y el exministro mordió el polvo. No solo se quedó solo, sino que Gaviria lo arrinconó en la marginalidad. A Velasco no le queda de otra; o renuncia al partido, o se deberá someter a su eventual entrega a la extrema derecha de cara al 2026. Su posición ya resulta siendo muy incómoda.

Ya lo que sigue es observar las movidas del “presidente eterno”; primero, en la otorgación de los avales para las listas a Cámara de Representantes y Senado -claves para analizar el movimiento de avales en las elecciones subnacionales del 2027-; segundo, sí insiste en que Simón sea la fórmula vicepresidencial de algún candidato de origen Liberal (¿Vargas Lleras o Juan Manuel Galán?); y tercero, en como buscará torpedear los dos años que le restan al Gobierno para así presentarse como el “eje” de una coalición antipetrista.

Porque lamentablemente, la discusión sobre el futuro del liberalismo ya no es ideológica, con Gaviria fungiendo como su máximo dictador el partido quedó entrampado en la más rancia mecánica electoral, eso explica su excesiva parlamentarización y falta de liderazgos nacionales. Desde hace dos décadas el liberalismo viene fungiendo como vagón de cola de algún caudillo de turno (o su sucesor). Ni más, ni menos.

No creo que valga la pena insistir, las facciones más progresistas y socialdemócratas del partido ya quedan muy marginadas. No sé cómo será posible tramitar una oposición interna en esas condiciones, mucho más, cuando Gaviria no tiene problema en convertir al “glorioso partido Liberal” en un mero apéndice del uribismo. Así lo hizo cuando apoyó a Duque en el 2018 y seguramente así lo volverá a hacer. Porque solo es su moneda de cambio, su partido de bolsillo.

En el partido Liberal ya no queda liberalismo.

Fredy Chaverra Colorado

Politólogo, UdeA. Magister en Ciencia Política. Asesor e investigador. Es colaborador de Las2orillas y columnista de los portales LaOrejaRoja y LaOtraVoz.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.