En cuanto a la cantidad de riqueza por hora de trabajo que puede crear un ser humano y el progreso de la humanidad, la historia se divide en dos: antes y después de la Revolución Industrial que empezara en la segunda mitad del siglo XVIII. Porque se pasó de las herramientas a las máquinas herramientas y de fuerzas motrices tan escasas como las de los seres humanos y los animales a las máquinas de vapor, a la par que aparecieron fuentes de energía tan poderosas como las del carbón de piedra y, luego, con otros motores, las de los hidrocarburos y demás.
Sin esas poderosas fuerzas productivas, la humanidad no hubiera logrado sus impresionantes avances científico-técnicos ni se habría elevado tanto el nivel de vida de los seres humanos, así también sea cierto que numerosos de esos progresos se les niegan a muchos habitantes del mundo, incluidos la mayoría de los colombianos.
Esos portentosos avances no habrían ocurrido sin otro elemento determinante de la Revolución Industrial: el surgimiento de las empresas, con capacidad económica para poseer amplias instalaciones con numerosos trabajadores y grandes acumulados de conocimientos, materias primas y máquinas de todos los tipos, entre otras bases de sus éxitos.
Sobre esa riqueza y sobre los impuestos que genera, los Estados multiplicaron su poder económico y su capacidad para respaldar el aumento de la productividad del trabajo, financiando educación pública, centros de investigación y salud, servicios públicos domiciliarios, infraestructuras, subsidios a la industria y el agro, Justicia y seguridad, etc., etc., etc.
A la par siguieron existiendo, también respaldadas por el Estado, otras formas de economía, como las de los campesinos y los indígenas, los artesanos y los trabajadores por cuenta propia.
Y el papel de las empresas debe incluir el deber de respaldar el desarrollo del país del que se benefician, al igual que bridarles a sus trabajadores las mejores condiciones laborales posibles, incluido respetarles las normas legales que los favorecen.
Se necesita entonces de la gran miopía de Gustavo Petro y de su propósito de manipular para insistir en su discurso falaz y ramplón contra las empresas, culpándolas del subdesarrollo nacional, aunque sería mayor sin ellas. Y ocultando que los asalariados tienen mejores ingresos que los colombianos que viven del rebusque, a quienes Petro dice defender, engañándolos con falacias, populismo y clientelismo, en tanto continúa con las políticas neoliberales de los anteriores gobiernos que mantienen a Colombia en el subdesarrollo.
Coletilla: Petro fue capaz de hacer dos afirmaciones que ni intenta demostrar, porque sabe que son falsas: “Tenemos que dejar de vivir del carbón, del petróleo y del gas. ¿En cuánto tiempo? En menos de diez años (…) Por ahí dicen que los vehículos de gasolina se dejan de producir en poco tiempo” (Infobae, Oct.05.24).
Porque, según la U.S. Energy Information Administration, en 2050 la energía renovable aportará 247 trillones de BTU y la de los combustibles fósiles, 569 trillones, producción y consumos que además no desaparecerán ese año, aunque Petro, muy solo entre los jefes de Estado del mundo, desee lo contrario.
Y por internet puede saberse que los vehículos eléctricos en el mundo son relativamente pocos –por muy costosos y por varias trabas técnicas– y tienen sus ventas disminuyendo y a sus fabricantes en crisis (ver enlace).
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