La reciente cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) celebrada la semana pasada en la ciudad rusa de Kazán, ha generado muchas expectativas para los países del Sur Global y preocupaciones para EE. UU. y los demás países del G7 (Canadá, Italia, Japón, Francia, Alemania, Reino Unido y Estados Unidos). Y es que ya los BRICS llevan dieciocho años de existencia y han demostrado en esta última reunión que esta alianza de países va creciendo de manera vigorosa, proponiendo otras formas de relacionarse en el orden internacional.
Si bien los BRICS+ porque ahora se ha ampliado recibiendo a cuatro miembros más (Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán), no funciona como un bloque homogéneo en términos socioculturales y económicos -pues sus integrantes tienen bastantes diferencias en estos aspectos-. En lo que sí tienen una postura bastante unificada es en consolidar una alternativa que permita reestructurar y redistribuir las fuerzas en el mundo.
Estos países tienen consenso en la necesidad de crear instituciones globales que permitan a los países cooperar de una manera más solidaria, construyendo una diplomacia eficaz, robusteciendo la confianza y las relaciones comerciales donde todos ganan. Apoyándose en los potenciales económicos de cada Estado, con el objetivo de abrir las puertas a nuevas oportunidades para naciones que históricamente han tenido desventajas en el sistema internacional y que de manera particular han sido sancionados o han estado sometidos a las imposiciones de los EE. UU. y sus esferas de dominación.
Los BRICS+ han conformado un banco (Nuevo Banco de Desarrollo) y en esta última reunión avanzaron en decisiones para constituir una nueva herramienta de transacciones internacionales; para reducir rápidamente sus operaciones comerciales en dólares, con el objetivo de impulsar nuevas modalidades de comercio y movimientos financieros que no dependan de la hegemonía estadounidense.
No sería atinado decir por ahora que esta unión de países representa un “nuevo mundo”, pero sí resulta evidente que están trazando caminos distintos que abren senderos de esperanza para que los países que históricamente han estado en posiciones marginales puedan acceder a los resultados del desarrollo sin tener que endeudarse con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o depender del garrote y la zanahoria que suele aplicar los EE. UU. a los países que “ayuda”. También el acceso a nuevas tecnologías, a grandes cantidades de recursos naturales y energéticos es sin duda, otra de las ventajas de los BRICS+.
Rusia e irán tienen las mayores reservas de gas natural en el planeta, Arabia Saudita, Venezuela e Irán representan las tres mayores reservas de petróleo en el mundo y los tres hacen parte del proceso de los BRICS+. Además, este conglomerado de países representa el 45% de la población mundial y el 36% del producto PIB global. Ante estos indicadores, a los BRICS+ difícilmente podrán aislarlos de la toma de decisiones protagónicas en el sistema internacional.
Finalmente, la cumbre de los BRICS+ también deja un sabor amargo adicional para los EE. UU. y los países de la OTAN, puesto que las sanciones e iniciativas internacionales que han promovido ante diferentes organismos internacionales, incluida la ONU, con el objetivo de aislar a Rusia no han funcionado. Y eso lo demuestra la masiva afluencia de líderes mundiales que asistieron a la invitación que les hizo el presidente ruso Vladimir Putin, hasta el secretario general de la ONU António Guterres viajó a Kazán para estrechar la mano de Putin y mandar un mensaje al mundo; los BRICS+ son actores determinantes para el futuro de la humanidad y la estabilidad del sistema internacional.
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