“De cara al 2026 solo si elegimos sabiamente, alejándonos de personalismos, tendremos una oportunidad real de recuperar el rumbo de nuestra nación..”
El pasado 20 de octubre, el senador Miguel Uribe anunció su candidatura presidencial como representante del Centro Democrático. Un paso predecible para el senador más votado, cuyo trabajo legislativo ha sido coherente y bien recibido, por lo que es normal que se sienta capacitado para aspirar a la Casa de Nariño; pero que sin embargo, trajo una noticia que seguramente sacudió las cúpulas políticas. Este anuncio no solo abre la puerta a su pre-candidatura, sino también a una serie de interrogantes que el partido deberá enfrentar si quiere evitar repetir los errores del pasado.
El anuncio de Uribe genera más preguntas que certezas. Uno de los principales cuestionamientos es cómo se manejará internamente la elección del candidato. ¿De verdad fue este el mejor momento para presentarse? ¿realmente fue este un movimiento consensuado dentro del partido? ¿nos encaminamos hacia una repetición de la historia? Porque no parece que hubiera mucha discusión interna antes de dar el paso. No se trata de minimizar a Miguel Uribe, quien ha demostrado ser un líder capaz, sino de cuestionar si estamos de nuevo ignorando voces importantes y repitiendo los mismos patrones que nos llevaron al fracaso en el pasado. Porque, en un partido que defiende la unidad y la coherencia, ¿por qué parece que se vuelve a caer en el mismo juego de protagonismos?.
Si bien el Centro Democrático ha tenido figuras prominentes como Paloma Valencia y María Fernanda Cabal, que también han manifestado su interés en liderar el país, el surgimiento de la candidatura de Uribe podría generar tensiones y descontentos. Recordemos que en las elecciones pasadas, la combinación de egos inflados, en donde, en lugar de construir una estrategia unida, cada figura política parecía más interesada en posicionarse individualmente, y la falta de organización, terminó por enterrar nuestras esperanzas de victoria. Vendieron la idea de que tenían «al mejor candidato» y al final lo único que se logró fue que esa debilidad fuera aprovechada, llevándonos a entregarle el país a la izquierda, envuelto en papel de regalo y con una nota de agradecimiento por la derrota auto-infligida en manos de Petro. ¿Se repetirá el mismo error?.
Ya nos sabemos esta historia: un candidato emerge, la maquinaria se pone en marcha, y el partido de turno se esfuerza tanto en convencer a todo el mundo de que este es el mesías, que ni siquiera se toma el tiempo de preguntarse si tiene sentido su postulación. Mientras tanto, figuras que también tienen aspiraciones (y sí, hablo de aquellas que llevan años luchando en la arena política) quedan relegadas al papel de espectadores. La coherencia ideológica y el respaldo popular son necesarios, lo cierto es que la situación actual del país exige un candidato no solo popular, sino preparado. Uno que pueda unir las diferentes corrientes de la nación, sobre todo, que esté alineado con las necesidades de los colombianos. En este sentido, es fundamental que el partido defina un proceso claro, transparente y que busque no solo la unidad interna, sino también la representación más fiel de los ideales que tanto han defendido.
El riesgo de una crisis interna en el Centro Democrático es real, pero también lo es la oportunidad de aprender de los errores. Si no quieren otra debacle electoral, el partido debe replantear su proceso de selección y enfocarse en quién es el más adecuado para liderar a Colombia, no en quién puede ganar más simpatías a corto plazo.
De cara al 2026 solo si elegimos sabiamente, alejándonos de personalismos, tendremos una oportunidad real de recuperar el rumbo de nuestra nación.
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