Reevaluar el oro – Filosofía aplicada

Felipe Jaramillo

«La responsabilidad humana hacia la naturaleza no se limita a la conservación de los recursos, sino que implica una transformación radical de nuestra relación con el planeta.»

Martin Heidegger (El ser y el tiempo, 1943)


El oro es un recurso natural no renovable con grandes potencialidades como sus propiedades físico-químicas; alta conductividad eléctrica, resistencia a la corrosión, alta ductilidad y baja reactividad, lo que lo hace un metal codiciado y super valorado hasta el punto de ser la garantía que ofrece la banca sobre el dinero que pone en circulación en las calles. Dicha valía contrasta con los efectos negativos que en el medio ambiente deja su extracción indiscriminada y sin control, esa sobre la que escribe Claude Lévi-Strauss advirtiendo que: «La responsabilidad humana hacia la naturaleza implica reconocer los límites de nuestra explotación de los recursos naturales.» (El pensamiento salvaje, 1962), limites que abordados desde una perspectiva ética deberían llevar a cuestionar  ¿es necesario extraer más oro del que ya se tiene en circulación en mundo? ¿es la forma en la que se está empleando el oro es la apropiada según sus potencialidades como mineral?, o ¿es correcto que el hombre haya utilizado el oro como un vehículo para ostentar poder y riqueza?, una pérdida de conciencia que Jean-Paul Sartre devela al decir que: «La minería y la explotación de recursos naturales son formas de ‘alienación’ que nos separan de nuestra esencia humana.» (Crítica de la razón dialéctica, 1960)

Según el Consejo Mundial del Oro (World Gold Council), la distribución del uso de este mineral en el mundo está dada en un 52-60% en joyería y bisutería, 25-30% en Inversión (monedas, lingotes, fondos de inversión), 8-10% Industria electrónica, 4-5%, odontología y medicina y 1-2%  en otros usos (catalizadores, revestimientos, etc), lo que devela qué mas del 90% del oro existente está siendo utilizado para el ornamento de las personas y como reservas de tesoros nacionales que según el Fondo Monetario Internacional (International Financial Statistics  IFS ), para el 2022 sólo en Estados Unidos de Norte América superan las 8.133 toneladas, seguido de Alemania con 3.363 toneladas, Italia con 2.451 toneladas, Rusia con 2.295 toneladas y China con 2,264 toneladas, oro que reposa principalmente en lingotes en bodegas confinadas en las que no se emplea para nada distinto que para respaldar la moneda emitida por cada uno de los países, lo que da la razón a Martin Heidegger cuando le reclama al hombre sobre su forma de relacionarse con lo natural «El hombre moderno se ha convertido en un ‘administrador’ de la naturaleza, en lugar de ser un ‘guardián’ de ella.» (La pregunta por la técnica, 1954)

Los impactos al medio ambiente, aunque ampliamente defendidos por la empresa minera a nivel mundial, no dejan de ser como expresa Jean-Paul Sartre » formas de ‘desestructuración’ del medio ambiente.» (El pensamiento salvaje, 1962). Según datos de la WWF  (World Wildlife Fund),  la deforestación supera las 100.000 ha/año, la contaminación de agua impacta un 70% de los ríos y lagos cercanos a minas de oro (EPA – Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos).  Las emisiones de gases de efecto invernadero superan las 20.000 toneladas CO2eq/año (IPCC – Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), y una generación de residuos  cercanos a los 1.5 millones de toneladas/año (USGS – U.S. Geological Survey). Datos recientes informan de 1.5 millones de hectáreas degradadas por la minería del oro sólo en la selva Amazónica (Amazon Watch), 1.2 millones en el Congo (WWF) y 800.000 en Indonesia (Greenpeace), dando claridades con ello a lo planteado por Martin Heidegger cuando afirma categóricamente que «La minería y la explotación de recursos naturales son formas de ‘arrancar’ la naturaleza de su contexto originario.» (Conferencia sobre «El origen de la obra de arte», 1935-36)

Por último, y sumando a la degradación del territorio, se presentan profundas repercusiones sociales representadas en conflictos armados, desplazamientos masivos y explotación de niños, que según un informe de la Organización Internacional del Trabajo – OIT-  supera el millón de infantes que trabajan en la minería de oro en todo el mundo. Todos estos tipos de violencias se recrudecen en zonas donde la extracción de minerales como el oro se hace de forma ilegal, por actores armados fuera de la ley que son quienes controlan sus rentas y la cadena de producción del negocio.

Al igual que el hombre ha distorsionado la relación consigo mismo y con los demás, ha equivocado la forma de relacionarse con la naturaleza, otorgando un valor superfluo a recursos naturales no renovables, los cuales ha resignificado y utilizado indiscriminadamente incluso a costa de su propia salud y bienestar. Quizás y aún sin llegar a un punto de no retorno, valga la pena atender lo dicho por Arne Dekke Eide Næss filósofo noruego fundador de la ecología profunda, quien de forma optimista instó a la Humanidad a «aprender a vivir con la naturaleza, no contra ella, lo que implica reducir nuestra dependencia de los recursos naturales y encontrar formas más sostenibles de satisfacer nuestras necesidades.» (La ecología profunda, 1973).  Quizás ya no se necesite forzar más la tierra, a lo mejor es tiempo de  barajar nuevamente y utilizar los recursos naturales de forma racional, explotando las bondades de sus propiedades físico-químicas y no convirtiéndolos solo en instrumentos de poder y opresión, pues es claro lo que expresa Jean-Paul Sartre así cueste aceptarlo y ponerlo en acción: «El hombre no es un dueño absoluto de la naturaleza, sino que es un ‘usufructuario’ que debe respetar su integridad.» (El existencialismo es un humanismo, 1946)

Felipe Jaramillo Vélez

Doctor en Filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana, Creador de la escuela de pensamiento Aún Humanos la cual reflexiona sobre el ascenso de la técnica sin reflexión desde el Humanismo.

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