El buen periodismo amordazado

Foto: Canva

Hacer periodismo en Colombia es cada vez más difícil, para nadie es un secreto que los medios de comunicación están en una profunda crisis desde hace varios años.

La falta de credibilidad por parte de la ciudadanía que es cada vez más crítica con los artículos y producciones periodísticas que crean los medios, la dificultad de buscar recursos económicos para el sostenimiento, la precarización laboral, la explotación que viven día a día los reporteros, la presión de los grandes grupos económicos, la censura por parte de los editores y directores, son algunas de las dificultades que ya son cuento viejo al hablar del periodismo.

Pero, otra de las grandes barreras a las que se enfrentan los periodistas en el país es la censura que se hace visible por medio de los ataques, las amenazas, y los homicidios.

De acuerdo de la Fundación para la Libertad de Prensa publicados en su informe, hasta el 15 de octubre del presente año se habían registrado 164 amenazas en contra de periodistas en el país, una cifra que implicó un aumento en comparación con el mismo periodo del año anterior donde hubo un registro de 132 casos de amenazas.

Una muestra, de nuevo, de lo incómodo que resulta el buen periodismo en un país tan convulsionado y tan difícil de narrar, donde a veces investigar, dar voz a las comunidades excluidas, investigar los actores implicados en el conflicto armado y cuestionar el poder llega a costar la vida de los reporteros.

Cuando un periodista es silenciado pierde la democracia, pierde la ciudadanía y perdemos todos, pues se pulveriza la posibilidad de tener una pluralidad de voces, se oprime la voz crítica, castigando a su vez los cuestionamientos a la difícil realidad en la que estamos inmersos desde hace siglos.

Sobre el tema vale la pena recordar que hace unos días el medio Independiente Vorágine, reconocido por sus exhaustivas investigaciones sobre conflicto armado, crimen organizado, corrupción, paramilitarismo, y memoria histórica, entre otros, informó que por situaciones que comprometen la seguridad del equipo dejarían de publicar de forma indefinida investigaciones relacionadas con el paramilitarismo y el narcotráfico.

Días después desde las redes del mismo medio se informó que la decisión se dio luego de que el periodista Nicolás Sánchez Arévalo recibiera amenazas de muerte contra él e intimidaciones contra su familia por su actividad periodística.

El hecho de censura generó toda una ola de reacciones y comentarios de defensa a Vorágine, así como de apoyo a este reportero y a su labor, incluso el mismo presidente Gustavo Petro mencionó que esto no podía ocurrir en nuestro país, y afirmó haber ordenado activar de inmediato las rutas de seguridad para este caso y para el de seis periodistas más que en compañía de la FLIP, habían identificado como de alto riesgo.

El peligro y las pocas garantías con las que cuenta Nicolás y los otros seis periodistas que ven afectada su seguridad e integridad evidencia una vez más lo molesto que resulta el periodismo riguroso, aplicado, con miradas reposadas, y equilibrio de fuentes para algunos sectores que se mueven en la oscuridad de la ilegalidad en Colombia.

Por lo que una noticia con un grado de violencia de tal magnitud no sólo debe importarnos a los periodistas, o medios de comunicación sino a toda la sociedad que ve afectado su derecho a estar bien informado, por esto, y muchas razones más hoy todos somos Vorágine.

Sara Marín

Soy periodista de la Universidad de Antioquia. He trabajado en medios como el Colombiano y RCN Radio. Me gustan los temas políticos, internacionales, sociales e históricos y amo profundamente el oficio.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.