Leer el viejo malestar del nuevo mundo. Colonialismo de las Emociones: Justicia, Identidad y Desigualdad en América Latina

“El autor nos muestra como América Latina es una región plagada de emociones tristes — el miedo, la rabia, el resentimiento y la envidia— han dejado cicatrices profundas en su historia y en su realidad social actual. Para  Mauricio García Villegas en la obra andes mencionada estas emociones no solo han moldeado nuestras dinámicas políticas, sino que han sido parte fundamental de la perpetuación de un malestar que parece ser intrínseco al continente”.


Esta semana veía como la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha reiterado la petición de una disculpa pública por parte de España por los agravios cometidos durante la Conquista, afirmando que pedir perdón «engrandece a los pueblos y gobiernos». Y a esto se le sumó que  España no envió representantes a su toma de posesión debido a la exclusión del rey Felipe VI. La presidenta mexicana ha recordado que otros países europeos, como el Vaticano, han hecho disculpas por hechos históricos y que su gobierno mantendrá firme esta solicitud.

Aunque esta petición creo controversias en los medios de comunicación todos sabesmos que son posturas recurrentes dentro de las discusiones académicas latinoamericanas, esto me hizo recordar porque en las últimas semanas, les propuse a un grupo de mis estudiantes el análisis de la obra de Mauricio García Villegas en El viejo malestar del nuevo mundo, como una forma de presentar y traer a debate el malestar social recurrente que ha afectado al continente, y cómo este malestar es, en gran medida, es una consecuencia de la persistencia de imaginarios asociados  estructuras coloniales y jerárquicas que impiden el desarrollo de sociedades más equitativas y democráticas.

Tengo que reconocer que con el tedio de muchos de ellos, lo que  buscábamos al  enfrentar esta obra era analizar la recurrencia de ciertos discursos con los que los latinoamericanos construimos nuestra identidad y en parte nuestra formación académica e que por paradójico que suene son al mismo tiempo ciertos, clichés, excusas a nuestra forma de ser  me refiero a temáticas tales como Inequidad y Desigualdad Social, Debilidad Institucional, Herencia Colonial, así como la incoherencias Culturales  y de  Mentalidades asociadas a la evangelización católica

En su columna Alponiente, Filanderson Castro Bedoya cuestiona la verdadera independencia de Colombia y otras naciones que, aunque expulsaron a los conquistadores, siguen profundamente influenciadas por su legado colonial. A través de ejemplos como el lenguaje, la religión y la arquitectura, Castro sugiere que las marcas de la colonización permanecen visibles en la vida cotidiana, limitando la autonomía cultural y filosófica. La globalización, señala, refuerza esta falta de independencia, haciendo que las naciones sigan ligadas a las estructuras impuestas por los colonizadores. La independencia, argumenta, es más una ilusión que una realidad plena.

En América Latina, la inequidad y desigualdad social siguen siendo factores determinantes en el malestar que aqueja a la región, donde las brechas entre ricos y pobres no solo limitan las oportunidades de desarrollo, sino que erosionan las relaciones sociales y la confianza en las instituciones. Este panorama se ve agravado por la debilidad institucional, que impide la implementación efectiva de políticas públicas y mina el respeto por el Estado de Derecho, profundizando el escepticismo ciudadano. Estas problemáticas tienen raíces profundas en la herencia colonial, cuyas estructuras jerárquicas han perpetuado la concentración del poder y la riqueza en manos de unas pocas élites, obstaculizando el progreso hacia sociedades más equitativas y democráticas. A esto se suma una cultura y mentalidades heredadas de siglos de dominación, que continúan reproduciendo la desigualdad y el autoritarismo, evidenciando que las soluciones no solo deben enfocarse en reformas estructurales, sino también en un cambio profundo en las actitudes colectivas. Finalmente, la relación entre el Estado y la sociedad se ve afectada por la falta de legitimidad de las instituciones, lo que genera un distanciamiento que alimenta el descontento, el conflicto y, en última instancia, la violencia social.

Para los abogados y estudiantes de derecho este libro nos ayudará a crear una relaciona directamente con la exploración de cómo las estructuras de poder, la desigualdad y la cultura afectan la aplicación y percepción del derecho, esto si dejamos de entender  el derecho no solo como un conjunto de normas, sino como un fenómeno social que refleja y reproduce las dinámicas de poder y las tensiones sociales.

En su análisis, García Villegas destaca cómo las instituciones legales y judiciales en América Latina no son neutrales, sino que están profundamente influenciadas por las desigualdades estructurales que atraviesan a la sociedad. Desde la sociología jurídica, se examina cómo el acceso a la justicia y la capacidad para influir en el sistema legal dependen en gran medida de la posición social, evidenciando que aquellos en desventaja económica o social enfrentan mayores barreras para acceder a la justicia. Asimismo, se pone de manifiesto que, en estas sociedades con una marcada herencia colonial, el derecho no siempre actúa como motor de cambio social o promotor de la equidad, sino que frecuentemente sirve para mantener el statu quo. La función social del derecho se convierte, entonces, en un campo de tensiones entre la reproducción de estructuras desiguales y la posibilidad de transformación social. Además, la cultura jurídica —las creencias y actitudes de las personas hacia el poder y las instituciones legales— juega un papel crucial en la forma en que se aplica y percibe el derecho, influyendo en su eficacia y legitimidad. La sociología jurídica, en este sentido, explora cómo estas mentalidades contribuyen tanto a la persistencia de la desigualdad como a las oportunidades para su superación.

El autor nos muestra como América Latina es una región plagada de emociones tristes — el miedo, la desconfianza,  la rabia, el resentimiento y la envidia— han dejado cicatrices profundas en su historia y en su realidad social actual. Para  Mauricio García Villegas en la obra andes mencionada estas emociones no solo han moldeado nuestras dinámicas políticas, sino que han sido parte fundamental de la perpetuación de un malestar que parece ser intrínseco al continente.

García Villegas hace un análisis certero sobre cómo el colonialismo no solo impuso nuevas leyes y sistemas de poder, sino que también alteró el tejido emocional de los pueblos indígenas, destruyendo sus identidades colectivas. Antes de la llegada de los europeos, las culturas indígenas vivían en armonía con su entorno, celebrando la vida y las emociones de manera comunitaria. Sin embargo, la conquista trajo consigo el miedo, el despojo y la opresión. Los indígenas fueron sometidos a la voluntad de un poder extranjero que los despojó de sus tierras y costumbres, y que impuso una nueva estructura social jerárquica que, hasta el día de hoy, sigue presente.

La sociología jurídica, en este contexto, nos ayuda a comprender cómo estas estructuras emocionales y de poder se institucionalizaron a través del derecho colonial. Este derecho no buscaba la justicia ni la equidad, sino el control y la legitimación de la explotación de los pueblos conquistados. Las leyes, más que herramientas de progreso social, sirvieron para mantener la desigualdad y la jerarquización. La función del derecho en América Latina ha sido, durante siglos, un reflejo de las tensiones y desequilibrios de poder. La debilidad institucional actual, caracterizada por la desconfianza en la justicia y la falta de legitimidad, tiene raíces en este legado colonial.

La obra de García Villegas resalta cómo el malestar en América Latina también ha sido alimentado por emociones de resentimiento y envidia, presentes tanto en las élites como en los sectores más desfavorecidos. El resentimiento de los indígenas hacia los colonizadores fue heredado por las generaciones actuales, que siguen luchando por el reconocimiento de sus derechos y su cultura. Por otro lado, la envidia, según el autor, prospera en sociedades profundamente jerarquizadas, donde las élites protegen sus privilegios mientras las clases populares ven su movilidad social limitada por un sistema injusto.

En este panorama, el derecho se convierte en un campo de batalla emocional. Mientras que las constituciones y leyes proclamaban derechos y libertades, la realidad demostraba que estos solo eran accesibles para quienes tenían el poder y los contactos necesarios. Esta desconexión entre el derecho escrito y su aplicación práctica generó una cultura de incumplimiento y desobediencia que todavía persiste. El fenómeno del «padrinazgo» y el clientelismo político son, en parte, resultado de esa desconfianza hacia las instituciones y de la percepción de que las reglas son flexibles y negociables.

A lo largo de la historia de América Latina, las emociones tristes han sido, en muchos casos, tanto una causa como un resultado de las dinámicas políticas y sociales. La rabia y el resentimiento, que se generaron durante la época colonial, siguen alimentando los conflictos actuales entre diferentes sectores de la sociedad. Las emociones negativas como el miedo y la envidia se han convertido en obstáculos para la construcción de una verdadera democracia en la región.  El viejo malestar del nuevo mundo nos invita a reflexionar sobre cómo las emociones, lejos de ser meros estados individuales, están profundamente entrelazadas con las estructuras sociales, políticas y jurídicas de América Latina. Para superar este malestar, es necesario no solo implementar reformas institucionales y económicas, sino también reconocer y sanar las heridas emocionales que la historia colonial ha dejado en nuestras sociedades.


Bibliografía:

 

Carlos Andrés Gómez García

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