Hombre y Biodiversidad una Relación Sin Sinergias a la Vista. A propósito de la COP 16

Mediante el presente ejercicio se espera poder presentar de una manera sensata, pero critica, un sucinto análisis en relación a la importancia que tiene para la espacie humana, la perdida de la biodiversidad, el afianzamiento del cambio climático, la desertificación de amplias franjas territoriales; como también, el uso excesivo de los recursos naturales, la degradación de los sistemas marinos, o la urgente necesidad de compartir la información derivada de los recursos genéticos, presentes en las múltiples especies que habitan territorios particularmente como el nuestro. A su vez, señalar que, en torno a este tipo de fenómenos se instituyen desigualdades propiciadas por formas de acumulación excesiva, concentraciones ilimitadas de recursos; desarreglos hiperbólicos de los ingresos, y patrones culturales que normalizan dicho conjunto de falencias, limitaciones y exclusiones entre otras.

Partiendo de lo anterior y teniendo en cuenta el establecimiento de convenios como el de la Biodiversidad Biológica o los Objetivos de Desarrollo Sostenible, para hacer frente a los desajustados balances, producto de las relaciones entre el hombre y la naturaleza; uno de los primeros aspectos sobre los cuales  tendría que llamarse la atención, es, pese a las últimas reducciones, el  crecimiento vertiginoso del hombre como especie; el cual, y según cifras establecidas por las Naciones Unidas, se ha triplicado de manera vertiginosa desde la década de 1950, hasta el año de 2010; y que en la actualidad, se pueden contar más 8.000 millones de personas, habitando el único espacio disponible, para la generación de la vida en todas sus formas disponibles.

Y es que, el antropocéntrico fenómeno de la sobrepoblación, ha generado como resultado siguiendo informe IPBES 2019, datos tan diversos como que, el 75 por ciento de la superficie terrestre ha sufrido alteraciones significativas, que las áreas de cultivo y ganadería abarcan más de un tercio de la superficie terrestre, que la contaminación marina por plásticos se ha duplicado desde 1987, y que la economía mundial se ha multiplicado casi por 4, mientras que el comercio global lo haya hecho por 10. Por consiguiente, bajo esta serie de condiciones, cúmulos desproporcionados, sobre cargas y desbalances; resulta evidente que, se pone en jaque, niveles de quiebre y no retornos, la capacidad de la naturaleza para generar contribuciones positivas a las personas, regenerarse a ritmos sostenibles y atender a la prestación de servicios y recursos, sin los cuales, no serían posibles en el mismo sentido que lo entendemos hoy: el mercado, la economía, el desarrollo y crecimiento humano por señalar algunos.

Entre tanto, parte de la síntesis recogida mediante la observación y rastreo de fuentes bibliográficas, deja un sinsabor que hace pensar que, la sobre explotación de los recursos disponibles en el planeta, pareciera no cobrar sentido para la especie humana, que la perdida de la biodiversidad no está en sintonía con el ejercicio de la razón y poco menos de la empatía por algo que ni siquiera consideramos parte de nuestra sustancia, de nuestro conexidad y relacionamiento continuo. Derivado de lo anterior, y tomando en cuenta estas proposiciones; las formas complejas del hombre, su constante necesidad de acaparamiento, de consumirse el mundo ávida y vorazmente, y de avasallarlo si es necesario para satisfacer sus fines; ha hecho de manera inquietante, que sea necesario al hoy, según informe de “planeta vivo 2022” la existencia en equivalencia, de 1.75 planetas tierras, para atender la demanda desproporcionada de una sola de las tantas especies que, habitan los ecosistemas del planeta; aspecto éste, totalmente utópico y demasiado surrealista, para realidades fácticas como las que nos atañen hasta el presente, en materia de conservación, sostenibilidad y criterios de armonía y convivencia con la naturaleza.

Pese a ello, el hombre va siempre marcando los ritmos con el objetivo principal de sustentarse a sí mismo, poca relación encuentra entre el uso responsable de los recursos naturales y la demanda que haga de ellos; define patrones mediante los cuales, invade y coloniza su propio entorno, a la par que, realiza conversiones de casi el 40 % de la superficie boscosa a partir de actividades como la agricultura comercial a gran escala, a la par que, aumenta su índice de aportación para este aspecto particular, en un 27 %  más, debido a actividades tan comunes dentro del panorama humano, como el crecimiento urbano, la expansión de la minería y la infraestructura; a su vez, reduce pese a los avances, el recurso boscoso en al menos 3.7 millones de hectáreas, a ritmos equivalentes a la tala diez campos de futbol por minuto, y con marcadas desigualdades en donde se destaca que, de 10 países con mayor pérdida de bosques tropicales primarios, 4 de ellos se encuentran en América del sur.

Ahora, pese a los grados de articulación en torno a las amenazas y riesgos que se ciernen sobre los recursos naturales; las condiciones de afectación de cada uno de ellos, son de carácter particular. Tal es el caso de los ecosistemas marinos, en donde el la contaminación por desechos plásticos, vertimientos de sustancias toxicas, la acidificicación de los océanos y el efecto producido por el cambio climático y calentamiento global, ha reducido, en casi un 50 por ciento el sistema coralino en los últimos 40 años; mientras que distintas matrices de análisis prevén que, de aumentar en 1.5 grados la temperatura de la tierra, los márgenes de perdida para estos mismos ecosistemas, podrían  estar entre un 70 y 90 por ciento, un panorama nada halagador, máxime, si se tiene en cuenta que los reportes de la OMM, indican que, la probabilidad de que entre 2024-2028 la temperatura aumente a 1.5 ° es de casi un 47 por ciento.

Finalmente, los márgenes de un artículo de opinión, inducen a establecer conclusiones cortas para fenómenos de alto impacto como lo es la perdida de la biodiversidad, el cambio climático o la desertificación; en este caso, resulta claro que, la conjunción de todas estas crisis ambientales está relacionada con situaciones de orden económico; social, moral, ético, y de capacidad para movilizar recursos fundamentales en la transición, la mitigación y la adaptación socio-ambiental. También, que nuestra miope misantropía, nos ha hecho dar por sentado que todo nos pertenece, que la reducción de los ritmos de producción y formas de consumo son un engaño ideológico más que una necesidad fáctica, que la red viva que fluye a nuestro alrededor no es más que parte de paisaje, que los recursos producto de la biodiversidad no son asunto nuestro; que los plazos temporales están ahí para romperlos, que los discursos elevados en torno al financiamiento, la preservación y las prácticas sostenibles, no son más que simple sofismas, y que poco o nada tienen que ver con la seguridad alimentaria, el desarrollo humano y la salud y cuidado de todo cuanto refiere a la naturaleza y planeta tierra.

Alejandro Londoño Ramírez

Politólogo de formación, egresado de la Universidad de Antioquia, en la actualidad hago parte de la Red de Investigación sobre Derecho y Política México-Colombia y el Semillero Estudios Críticos sobre democracia, ambos de la Universidad de Antioquia. Encuentro importante la revisión sistemática de los fenómenos políticos como mecanismo para lograr transformaciones sociales y espíritus críticos. Cine y Lectura dos actividades que disfruto.

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