Si hay algo surrealista en Colombia, además de todo el contexto político e histórico, es el valor que tiene la vida de un individuo. Y es que a veces, con algunos hechos que resultan totalmente inexplicables se trae a la realidad los recuerdos de las peores épocas del narcotráfico.
Aquellas épocas en las que el cartel de Medellín mandaba en las principales ciudades de Colombia, en las que el nombre de Pablo Escobar aterraba a los civiles, esos días donde salir de casa era jugarse la vida.
Al leer sobre un par de homicidios ocurridos en el Oriente de Antioquia, la idea de que el valor de la vida se vuelve minúsculo en esta sociedad se apoderó de mí.
Recordándome de golpe que en el pasado, por no saludar, alzar la voz, por mirar “feo” a alguien, por hacer un penalti, se podía justificar el sacar un arma y desfundarla sobre el cuerpo de alguien, indefenso.
Y es que algo similar ocurrió en el municipio de San Vicente Ferrer el pasado 23 de agosto cuando a Javier Camilo Ossa Castrillón lo asesinaron a plena luz del día por no “arreglar un televisor”.
Ossa trabajaba era el dueño de un almacén de compraventa y uno de sus clientes llegó a preguntar por el arreglo de un televisor, la respuesta del propietario del lugar fue que no estaba listo y que estaría organizado para el martes de la siguiente semana, algo que no le gustó al cliente pues momentos después sacó un cuchillo y trató de atacar a quien lo atendía.
A los ataques violentos Ossa se defendió, hasta que logró que el atacante saliera del local, pero pasados unos minutos el cliente con ánimos de venganza regresó al local acompañado de cuatro personas más para atacar sin piedad al propietario. Con una puñalada apagaron la vida de este hombre de apenas 35 años que era padre y esposo.
El segundo hecho violento se registró el 6 de septiembre, justo en pleno parque de Marinilla, con el doble homicidio del mesero Juan Guillermo Marín López quien fue alcanzado por una bala perdida y Hugo Efrén Arias Montoya, que según relatos ya había sido víctima de un atentado días antes.
El hecho violento se dio a plena luz del día. De acuerdo a relatos de testigos, los presuntos homicidas fueron dos sicarios que se desplazaban en una motocicleta, llegaron al parque principal de la municipalidad y sin mediar palabra dispararon.
Las autoridades mencionaron que el doble homicidio respondía a disputas entre el Clan del Golfo y el grupo los “Mesa”, pero personas cercanas a Marín López niegan que este haya tenido algún vínculo con grupos armados, al contrario, diferentes personas de Marinilla destacaron sus habilidades de atención, su sencillez y su buen trabajo lamentando el hecho, y atribuyendo su muerte al “estar en el lugar equivocado”.
Estas muertes de nuevo ponen sobre la mesa la difícil situación en materia de seguridad que vive esta subregión del departamento, pues adicional al doble homicidio en la primera semana de septiembre se presentaron también asesinatos en los municipios de Guarne y Rionegro. De acuerdo a datos oficiales, en lo que va del año se han registrado alrededor de 138 homicidios en el Oriente.
Un dato estremecedor que da cuenta de las complejas condiciones, disputas de control territorial y expansión de grupos delincuenciales que se están gestando en la zona, así como de la violencia delincuencial que azota los 23 municipios de la subregión.
El miedo en la población se vive a plena luz del día, hora en que tanto Javier Camilo Ossa Castrillón, como Juan Guillermo Marín López y Hugo Efrén Arias Montoya fueron asesinados, afectando directamente los lazos sociales de las comunidades y dejando un ambiente de zozobra pesado que no se detiene.
El nombre de Javier y Guillermo sólo son dos, pero como mencioné atrás, la lista de nombres de personas asesinadas en el Oriente, sólo para este año, cuenta con más de 100 nombres, como si la muerte estuviera suelta y haciendo de las suyas a plena luz del día.
Por esto, urgen medidas que atiendan de forma integral la escalada de homicidios que en los recientes años ha padecido el Oriente, urge que se haga una política focalizada de seguridad, que no se olviden los nombres de las víctimas de esta ola de violencia y que el valor de la vida no se vuelva, de nuevo, minúsculo en el Oriente.
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