El ELN no resuelve su cuestión existencial y nada que sale de su congelamiento histórico

Entre las pocas certezas que me asisten en relación a los procesos de negociación política que se vienen adelantando bajo el paraguas de la paz total, hay una que, sin menor fisura de duda, considero un imperativo: el Gobierno nacional ha puesto todo de su parte para que el diálogo con la guerrilla del ELN adquiera una dinámica que permita llegar a un anhelado “punto de no retorno”. Muestra de ello se encuentra en la eliminación de las líneas rojas en el diseño del Acuerdo de México. Sin embargo, desde el ELN, el nivel de corresponsabilidad con esa voluntad -más allá de acordar un cese al fuego bilateral- ha sido más bien precario.

Actualmente, este proceso de diálogo atraviesa por una nueva crisis, tal vez, la más grave desde que la Mesa se descongeló a finales de 2022. No resulta menor que la delegación del gobierno haya dejado el tono condescendiente con el cual trató a la delegación guerrillera a lo largo de los primeros ciclos del proceso para pasar a adoptar de cara a la opinión pública un tono firme y contundente, desde el cual, y sin espacio a ambigüedades, le exigió claridad sobre su voluntad de paz. ¿O se la juega por la salida negociada o insiste en la insana lógica de confrontación y consolidación armada?

Lo primero que se concluye a raíz de esta crisis es que el ELN no ha logrado resolver una cuestión clave para definir su naturaleza existencial en el actual momento histórico; es decir, si se compromete en propiedad con la salida negociada -en el marco de una serie de acuerdos a escala local, regional y nacional- habilitando así su tránsito a movimiento político legal, o, si por el contrario, persiste en continuar en una “resistencia armada” que ya ajustó las seis décadas (teniendo presente que la longevidad de una guerrilla no resulta siento algo excesivamente meritorio) y sin atisbo de tomarse el poder por las armas.

Y aunque se llegó a pensar que el V Congreso sería el espacio propicio para que el ELN definiera su rumbo histórico, los indicios dan a entender que lo único que se refrendó en ese Congreso fue una línea de mando que encarnada en la figura titular de Antonio García como primer comandante encuentra más motivaciones en la continuidad ad infinitum de la “resistencia armada” que en la búsqueda concertada de una salida negociada al conflicto armado.

Me temo que cada vez va quedando más claro que al ELN poco le parece importar que en este momento histórico se encuentre en una Mesa de diálogos con el primer gobierno de izquierda, o que el presidente Petro, así sea desde un plano simbólico o discursivo, haya integrado elementos de su plataforma política en su convulsa agenda de gobierno. La pregunta que emerge es: si no es con un gobierno de derecha (en lo que sí tienen harta experiencia los elenos) o con uno de izquierda, ¿entonces, con quién?

Pero esta crisis también permite advertir que los instrumentos creados por la ley de paz total han sido insuficientes para consolidar una confianza social y política en torno al proceso; por un lado, la figura del acuerdo parcial como aquella garantía entre las partes para “avanzar implementando” no ha sido efectiva; y por otro lado, las Regiones de paz nada que arrancan en los territorios más azotados por el conflicto y antes se vienen diluyendo en las molestas trabas burocráticas de un Estado paquidérmico. ¿Se quedó corta la ley de paz total para garantizar la estabilidad de los procesos de negociación política?

Por donde se le mire el escenario es tan dramático como caótico. Si el proceso con el ELN se estanca definitivamente en el congelamiento, la ambiciosa política de paz total, que precisamente tiene en este proceso algunos de sus mayores logros, haría aguas. Con los resultados que ya conocemos de sobra en nuestra trágica historia nacional: más sufrimiento, más dolor, más víctimas; eso sí, para volverse a encontrar, en otra Mesa de diálogo, después de miles de muertos. Dicha profecía de Alfonso Cano no pierde vigencia.

Y dicha profecía seguirá orientando el leitmotiv existencial del ELN. Porque parece que su sentido histórico se encuentra congelado y no ve en la salida negociada el auténtico signo del actual momento histórico.

Aunque espero, y lo digo con sinceridad, estar equivocado. Sería un error que asumiría con el mayor de los gustos.

*En la Plataforma de seguimiento al proceso de diálogo entre el gobierno y el ELN -Isegoría- se puede encontrar una amplia serie de análisis, columnas, boletines, documentos académicos, y reportajes periodísticos relacionados con este proceso y la política de paz total. Toda esta información se puede consultar en el sitio https://isegoria.udea.edu.co/

 

Fredy Chaverra Colorado

Politólogo, UdeA. Magister en Ciencia Política. Asesor e investigador. Es colaborador de Las2orillas y columnista de los portales LaOrejaRoja y LaOtraVoz.

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