La oposición en México se autodestruye

«La coalición formada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI); Partido Acción Nacional (PAN) y el de la Revolución Democrática (PRD), sufrió una de las peores derrotas electorales en la historia reciente de México”.


La frase de que no hay peor enemigo que uno mismo, aplica de manera perfecta a los partidos de oposición en México. Se han convertido en entes estáticos, sordos y alejados totalmente de las exigencias de la realidad.

La aplastante derrota en las pasadas elecciones confirman esto. No pudieron competir por la presidencia, perdieron toda posibilidad de tener alguna mayoría en las Cámaras y redujeron significativamente su presencia en los gobiernos estatales.

La coalición formada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI); Partido Acción Nacional (PAN) y el de la Revolución Democrática (PRD), sufrió una de las peores derrotas electorales en la historia reciente de México.

Pero esto no es casualidad. Tanto el PRI como el PAN, son vistos por muchos sectores de la sociedad como sinónimo de corrupción, su base social ha disminuido alarmantemente y la “identificación” con sus “votantes” es más un juego de prejuicios clasistas que propuestas reales.

Tan es así, que de acuerdo al Instituto Nacional Electoral (INE) y hasta antes de las últimas elecciones, el PRI había perdido 31.6% su militancia acreditada, al pasar de 2,065,161 militantes en su padrón en 2020, a 1,411,889 en 2023.

Mientras que en este conteo oficial, el PAN apenas tenía 277,665 afiliados acreditados y el PRD llegó a las elecciones con 999,249, pero paradójicamente perdió su registro como partido por no alcanzar el número de votos requeridos por la ley.

Así, a pesar de la derrota aplastante en las elecciones, de perder militantes y votantes y de no poder alejarse de las sombras de corrupción y abuso de poder, las dirigencias del PRI y el PAN buscan mantenerse al frente de sus partidos, ya sea a través de su reelección o poniendo a personas afines a ellos.

Alejandro “Alito” Moreno, el presidente nacional del PRI, ya preparó el camino con modificaciones a los estatutos del partido, para que puede reelegirse y permanecer en el cargo incluso hasta 2032; y amenazó con “hacer una limpia” de todos aquellos que no estén de acuerdo con esto.

Dijo que no pueden “cargar con los errores del pasado de otros, como cínicos que traicionaron al PRI y que entregaron el poder”, refiriéndose a los políticos de la vieja guardia que lo han criticado e incluso han dicho que ha “secuestrado” al partido.

En tanto que Marko Cortés, presidente del PAN, pretende mantenerse de alguna manera al frente del partido, a pesar de que sus críticos lo culpan de ser el responsable de todo lo malo que le ha pasado a este organismo en el tiempo en el que ha estado al frente.

En ninguno de estos dos políticos, ha habido una muestra de autocrítica, de reconocimiento de errores o intención real sobre renovación de ideales, cambios positivos, propositivos y que permita a sus partidos adaptarse a las nuevas exigencias sociales.

Además, sus gestiones se han basado en tratar de “destruir” lo que hace el gobierno en turno, una estrategia que se ha ido agotando y que tiene muy poco eco en la sociedad.

La muestra es que más de 35 millones de votantes eligieron a Claudia Sheinbaum como presidenta (casi 20 millones más que la candidata de oposición Xóchitl Gálvez), siendo la candidata más votada de toda la historia del país, cuando la oposición juraba que su coalición iba a ser capaz de “derrotarla” en las urnas.

Así el PRI pasó de ser el partido más poderoso y que gobernó a México por más de 70 años, ha ser solo uno más que necesita de coaliciones con los que eran sus rivales políticos, traicionando lo que ellos llaman sus “ideales”.

En tanto que el PAN también se enfrenta a una crisis de identidad, que se vio reflejada en las pasadas elecciones, ya que incluso dejaron sola por muchos momentos a su candidata oficial, dejando entrever que la disputa del poder al interior de partido es mucho más feroz.

De esta manera, parece que el futuro inmediato de los partidos de oposición, contrario a la necesidad de reorganizarse y renovarse, se acerca más a una lucha interna por el poder donde sus dirigentes buscan perpetuarse en sus puestos, incluso a costa de la muerte de sus propios partidos.

Daniel Higa Alquicira

Nací en México y estudié periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); me encanta el fútbol, la música, el cine, la literatura y los viajes. Además de un buen café, la cerveza, tequila y mezcal (puro sabor mexicano). También me encanta platicar con las personas y descubrir lo que piensan y lo que sienten. Soy un enamorado (y lo digo con todo el romanticismo posible) del poder que tienen los individuos para cambiar su entorno a través de acciones simples y que la mayoría de las veces, pasan desapercibidas. La tarea que me he propuesto es encontrarlas y hacerlas visibles.

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