Nueva Ley de Arquímedes: Dame un algoritmo, unos datos y moveré el mundo

Felipe Jaramillo

Al final de la Edad Media se revisaba en Europa el mito como forma de entender todo lo que sucedía en el mundo y se instauró una nueva época en la que la ciencia floreció a la par con un humanismo que puso al hombre y sus circunstancias en el centro del universo, entendiendo sus diferencias, buscando sus convivencias, con unos principios y acuerdos que pretendían un estado de permanente libertad, igualdad y fraternidad convocando a la reflexión, a la razón y argumentación. Esto, sin embargo, aunque no logró un mundo perfecto, sí uno más llevadero.

Luego, a final del siglo XX, un escabroso 31 de diciembre de 1999 amenazó con un Y2K que pondría patas arriba al mundo y, con esto, se instauró un nuevo período en el que parece perderse ese llamado a la razón y ese humanismo que propendía por la libertad, la igualdad y la fraternidad.  Y así, de forma abrupta e inquisitiva, la dictadura de la matemática, del dato y la prueba irrefutable, inoculó el virus del algoritmo deshumanizador, ese que responde a cualquier cosa en tiempo real, que es infalible e incansable, que no se queja ni se enferma, que no descansa y que, como advierte Santiago Jiménez en su teoría de los algoritmos deshumanizantes, nos aleja de concepciones aristotélicas tan valiosas y mundanas como la amistad.

Tales de Mileto, Arquímedes, Newton, y Einstein dictaron las ecuaciones que durante siglos se emplearon para explicarlo “casi” todo. Sin embargo, hoy son personajes como Raymond Kurzweil los que advierten sobre la inminente llegada de la singularidad, un estado del conocimiento en el que todo aquello que habíamos utilizado para entender lo que sucedía, desaparece, ya que dada la estela con que ocurrirán —están ocurriendo— las cosas, será imposible entender por ningún ser humano biológico a ese ser imperfecto al que Nick Bostrom (Suecia, 1973) y otros transhumanistas, sin sonrojo, recitan: “Madre tierra agradecidos estamos con tu trabajo, hiciste lo que pudiste por el hombre, sin embargo, ahora le toca a la tecnología terminar tu trabajo, hacer lo que tú no pudiste hacer”.

En los tiempos actuales, con los algoritmos como palanca y la data como insumo, el mundo tambalea sin comprender la dimensión de lo que pasa. Su estado es el de la perplejidad y el aturdimiento. Los seres humanos nos encontramos mirando como hipnotizados el ciclo centrífugo de una lavadora en la que por la velocidad con que pasan las cosas, por el visor del vidrio, no vemos la ropa, aun estando allí.

El dominio de la matemática, del dato y la prueba irrefutable, ya es una dictadura, y como toda dictadura, es una perversidad, una aberración que, con su espejismo de progreso, lleva al hombre a una sin salida en la que, absurdamente, por encima de él, de sus ideales y sueños, tendrán reino los algoritmos deshumanizantes. Así lo pronosticó el filósofo Santiago Jiménez. Y gracias a su esclarecimiento podemos desde ahora prepararnos para oponer a ese dominio los principios y sustentos que son cimiento de nuestra humanidad y destino.

Felipe Jaramillo Vélez

Doctor en Filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana, Creador de la escuela de pensamiento Aún Humanos la cual reflexiona sobre el ascenso de la técnica sin reflexión desde el Humanismo.

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