¿Fin del ciclo para Erdoğan?

 “El nuevo padre de la nación turca no se ha escatimado en esfuerzos para consolidarse como la figura fuerte de Turquía; son ampliamente conocidas y divulgadas las trabas que ha puesto Erdoğan a la libertad de expresión como la detención de periodistas críticos que han sido acusados de pertenecer a organizaciones terroristas”


El domingo pasado, por primera vez en dos décadas, el todopoderoso AKP – Partido de la Justicia y el Desarrollo— tendría el peor golpe electoral bajo el liderazgo de quien se considera un “padre de la nación turca”. La victoria del opositor socialdemócrata CHP —Partido Popular Republicano— en las elecciones municipales marca un terremoto político para el proyecto autoritario del presidente otomano en las principales ciudades turcas. 

Es innegable que Recep Tayyip Erdoğan ha revolucionado la política de su país al mismo nivel que el fundador de la actual Turquía, Mustafá Atatürk, algo que los expertos en política exterior y del medio oriente han mencionado varias veces. El relanzamiento de la economía turca, el auge del turismo, la modernización del país y el cada vez más robusto papel de Turquía en la región y el norte de África son muestra de la capacidad del presidente de 70 años.

Fue tanto el impacto que tuvo durante sus primeros años de gobierno el que posó sus ojos en las economías emergentes de América Latina, posicionando al país euroasiático como un boyante socio comercial y militar. Su influencia llegó a ser tal que convirtió la cultura de su país en un poderoso mecanismo diplomático para abrirse paso en todo occidente.

Durante las últimas décadas, millones de personas ven diariamente telenovelas turcas en toda Latinoamérica, produciendo grandes ratings de audiencia. No por nada varios analistas internacionales, como Alejandro Godoy, han recalcado la genialidad del líder turco para influir en el mundo de las relaciones exteriores mediante el llamado “Soft power”.

Sin embargo, detrás de la altísima popularidad que llegó a tener Erdoğan durante gran parte del siglo en curso se estaba cocinando una figura mesiánica, autoritaria y, como muchos de los nuevos dictadores, totalmente en contra vía de principios democráticos y liberales que dicen defender y promover en los grandes foros internacionales.

El nuevo padre de la nación turca no se ha escatimado en esfuerzos para consolidarse como la figura fuerte de Turquía; son ampliamente conocidas y divulgadas las trabas que ha puesto Erdoğan a la libertad de expresión como la detención de periodistas críticos que han sido acusados de pertenecer a organizaciones terroristas. Esto se suma a las leyes de censura profundizadas por el control a las tecnologías de la información y la comunicación por parte del gobierno.

Pero esto no ha quedado solo acá. La persecución a los defensores de DD. HH, ONG y los activistas de la comunidad LGTBI se han materializado en limitaciones a las celebraciones en el mes del orgullo desde el 2015, año en el cual se prohibió la marcha estudiantil del Orgullo en la universidad técnica de Ankara. Dejando un saldo de más de 30 estudiantes detenidos, vale decir que la fiscalía turca ha pedido declarar culpables a marchantes sin contar con el suficiente material probatorio.

Por otra parte, las ONG que luchan contra los feminicidios en Turquía han tenido grandes impedimentos para desarrollar su labor debido a que el gobierno ha mencionado que sus actividades son “inmorales y dañan la estructura de la familia turca a pretexto de defender los derechos de las mujeres” como en su momento lo denunció Amnistía Internacional. 

Varias organizaciones internacionales han alertado sobre posibles crímenes de guerra en el norte de Siria por parte de las fuerzas armadas turcas y de grupos armados apoyados por el régimen de Erdoğan. De esta forma se han gestado abusos y ejecuciones, como ha mencionado HRW, que, junto con las denuncias de abuso y tortura en cárceles como la de Mármara en Estambul en la que los guardias golpearon a un grupo de presos induciéndolos al suicidio, como alertaron organizaciones defensoras de los derechos humanos. De esta forma se ha gestado el férreo control del régimen tras la primavera árabe.

El triunfo de la oposición abre un camino para la recuperación de los derechos humanos, la democracia, el laicismo y una mejora en la lucha contra la corrupción. El 37,13% obtenido por los socialdemócratas frente al 36,02% del AKP muestran la radiografía de una sociedad profundamente dividida y polarizada ahogada por una grave crisis económica impulsada por un aumento acelerado del precio de los alimentos y una inflación que, en enero de este año, llegó a ser del 64,9%.

Habrá que esperar varios años para observar si los resultados del domingo marcaran el fin de la era de Erdoğan en Turquía y supondrán el regreso del Estado de derecho en el gigante euroasiático.


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Juan José Iral Rodríguez

Soy psicólogo, interesado en temas de paz y conflicto, investigo sobre estos temas y sobre psicología política.

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