MITO N.º 2: “El capitalismo es el responsable de la destrucción de nuestro medioambiente y del cambio climático”

Desde hace más de 20 años, investigadores de la Universidad de Yale han estado publicando el Índice de Desempeño Ambiental (EPI, por sus siglas en inglés), que clasifica a los países según su salud ambiental y la vitalidad de sus ecosistemas. Se puede hacer una comparación entre EPI y el Índice de Libertad Económica de The Heritage Foundation que mide la libertad económica en todo el mundo (desde 1995). Este último ranking, al que muchos también se refieren como “Índice de avance del capitalismo”, analiza el nivel de libertad económica en 176 países.


NOTA: La primera parte de esta entrega puedes leerla AQUÍ.


Dichos países se agrupan en cinco (5) categorías: 1) Libres, 2) Mayormente libres, 3) Moderadamente libres, 4) Mayormente no libres y 5) Reprimidos. Los investigadores de The Heritage Foundation compararon los dos índices y descubrieron que los que cuentan con niveles más altos de libertad económica también tenían las puntuaciones más altas del EPI. Los países Mayormente no libres y Reprimidos registraron con diferencia el peor desempeño ambiental.

El economista español Daniel Fernández Méndez ha abordado la posible objeción de que los países con mayor libertad económica estén “exportando” sus industrias contaminantes a países en desarrollo o “menos libres”, manteniendo sus industrias no contaminantes (Fuente AQUÍ); como sea, este no es el caso. “Una vez analizados los datos, nos damos cuenta de que el capitalismo realmente le sienta bien al medioambiente. A mayor libertad económica, mejores índices de calidad ambiental. Los países más limpios no «exportan» su polución mediante deslocalización de empresas. De hecho, los países más limpios ni siquiera invierten en los países más sucios”, asevera Fernández.

En ningún otro lugar la degradación ambiental ha sido tan grave como en los antiguos Estados socialistas. ¿Es este un argumento relevante? Sí, porque si un orden económico basado en la propiedad privada, la competencia y los precios libremente fijados fuera la causa de la contaminación del medioambiente, entonces, lógicamente, tendría que existir una contaminación significativamente menor en los países que no tienen estas características –que tampoco es el caso–.

Las antiguas República Federal de Alemania o RFA (la Alemania occidental, la capitalista) y República Democrática Alemana o RDA (la Alemania Oriental, la socialista) constituyen una buena comparación:

  • Dióxido de carbono: en 1989, la RDA emitió más del triple de CO2 por unidad de PIB que la RFA.
  • Contaminación del aire por dióxido de azufre: durante 1988, la RDA emitió 10 veces más dióxido de azufre por km2 que la República Federal (48,1 Toneladas/km2 frente a 4,6 Toneladas/km2).
  • Contaminación en partículas en el aire: la carga media de 20,3 toneladas por kilómetro cuadrado en la RDA era más de 10 veces mayor que en la RFA (1,8 Toneladas/km2).
  • Estufas de carbón: en los hogares, tras el momento de la reunificación, casi dos tercios (2/3) de los apartamentos de la RDA se calentaban con combustibles sólidos, como por ejemplo, briquetas de lignito.

Habiendo considerado los hechos, muchas personas admitirán que el socialismo es peor para el medioambiente que el capitalismo. No obstante, aún queda una que otra duda razonable.

¿No es el crecimiento económico en general malo para el medioambiente? Hay un argumento en particular que, a primera vista parece lógico: “como las materias primas del planeta Tierra son finitas, el crecimiento infinito es imposible”. Esto lleva a muchos a concluir que, de alguna manera, se debe frenar el crecimiento. Pero el científico estadounidense Andrew McAfee, basándose en numerosas series de datos, demuestra en su libro More from Less: The Surprising Story of How We Learned to Prosper Using Fewer Resources – and What Happens Next (Scribner, 2020), que el crecimiento económico se ha desvinculado del consumo de materias primas. Los datos de los Estados Unidos muestran que, de 72 productos básicos, solo seis (6) aún no han alcanzado su máximo de consumo. Aunque la economía estadounidense ha crecido fuertemente en los últimos años, el consumo de muchas materias primas está disminuyendo.

Todos estos avances se deben a las leyes del tan denostado capitalismo: las empresas buscan constantemente nuevas formas de producir de manera más efectiva, es decir, de arreglárselas con menos materias primas. Por supuesto, lo hacen no principalmente para proteger el medioambiente, sino para reducir costos. Incluso, la innovación ha promovido una tendencia que llamamos miniaturización o desmaterialización, y ejemplo de ello son los smartphones (teléfonos inteligentes): basta considerar cuántos dispositivos individuales contiene su smartphone y cuántas materias primas consumían antes. Actualmente, muchas personas ya no tienen fax ni utilizan mapas de carreteras impresos porque lo tienen todo al alcance de la mano en su teléfono inteligente, y algunos incluso prescinden de un reloj de pulsera. En el pasado, había cuatro (4) micrófonos separados en su teléfono, grabadora de audio, dictáfono y cámara de video. Hoy día, el único micrófono de su teléfono inteligente ha reemplazado a todos estos dispositivos.

En ningún momento de la historia de la humanidad las economías planificadas han sido la solución para los problemas, sino que antes han causado más, especialmente ambientales. Por el contrario, el capitalismo con sus múltiples innovaciones ha resuelto muchos problemas, especialmente con lo relacionado al medioambiente. Es absurdo suponer que la abolición del capitalismo resolvería los problemas del cambio climático y la destrucción de nuestro medioambiente.


Esta columna apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.

Rainer Zitelmann

Fráncfort Alemania (1957). Comenzó su carrera en el Instituto Central de Investigación en Ciencias Sociales de la Freie Universität Berlin (Universidad Libre de Berlín), y luego se convierte en Director de varias secciones de uno de Los principales diarios de Alemania: Die Welt. En 2000 funda su propia empresa, la cual consolida como líder del mercado en el campo de la consultoría de comunicación para empresas inmobiliarias alemanas, con una cartera de clientes que incluían a Ernst & Young Real Estate, CBRE y Jamestown. Vende su empresa en 2016 y desde entonces se centra en la investigación académica y la escritura de libros. En total ha escrito y editado 27 libros sobre historia, política, finanzas, entre otros, siendo de los más destacados “The Wealth Elite: A groundbreaking study of the psychology of the super-rich” (LID Publishing, 2018), “The Power of Capitalism: A journey through recent history across five continents” (LID Publishing, 2019), y recientemente, “In Defense of Capitalism” (Republic Book Publishers, 2023). Sus libros sobre la psicología del éxito y la creación de riqueza se han traducido a una gran cantidad de idiomas y han disfrutado de un éxito notable en China, India y Corea del Sur. También, es colaborador habitual de numerosos medios de comunicación europeos de prestigio, incluidos Neue Zürcher Zeitung en Suiza, The Daily Telegraph en Reino Unido y Frankfurter Allgemeine Zeitung en Alemania.

Obtuvo su primer doctorado en Historia en 1986 con honores “suma cum laude“ por su disertación sobre la influencia del socialismo en el pensamiento de Adolf Hitler, y el segundo, esta vez en sociología, en 2016, con su tesis sobre la psicología de los multimillonarios. Hoy por hoy, Zitelmann es una de las voces más influyentes del liberalismo contemporáneo.

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