Llevo días con un bloqueo en no sé dónde que no he querido verbalizar, pero se pasó a vivir en medio de mi cabeza. No duele, pero me nubla el existir, dándome la sensación de tener el carro con emergencia mientras, por terca, presiono el acelerador.
Puede que propiamente no sea un bloque solo mío y al final de este texto, me sienta mucho más a gusto con la idea de que algunos días la mente de todos está en modo reposo y no hay que forzarla, pero a mí, que tanto me ha costado ir a la velocidad del reloj y no de mis expectativas, me asusta cuando voy existiendo a mil por hora sin ser consciente de cada detalle, pues percibo que me olvido de algo o a alguien importante.
Días atrás, mientras hablaba extenso, corrido y sensato sobre cualquier tema de la vida que incluya una dualidad, porque los puntos medios a mí siempre me han llamado muchísimo la atención, pues me cuesta, naturalmente, encontrarlos, me cuestionaba qué sería de mí sin las palabras escritas, no solo porque sentiría ahogarme cada tanto tiempo, sino porque me quedaría muy cortita para ofrecerle al otro lo valioso que tengo.
Estoy convencida que todos llevamos un rasgo que más allá de característico, yo llamaría vital, e imaginarnos sin él, nos puede costar más de la cuenta. O si no, pregúntenselo ustedes mismos; si el día de mañana les quitaran lo mejor que saben hacer en la vida, ¿qué les quedaría? A mí el silencio de la respuesta todavía me aturde. Sin embargo, la cuestión no sería tan abrumadora si todo, realmente, girara en torno a nosotros mismos y tuviéramos tan claro el camino, que los atajos nos parecerían inseguros.
Y es que es apenas lógico, pues como alguna vez leí, “es más fácil mirar por las ventas que mirarse en un espejo”. Por ello, casi todas nuestras acciones están determinadas por y para el otro, rayando con el significado de la palabra “empatía” que, me ha parecido últimamente muy delicado, porque muchas veces nos lleva a tener un discurso no de “cómo me siento” sino “cómo puedo hacer para que te sientas mejor conmigo”. En toda relación el intercambio emocional es lo que siempre estamos esperando de regreso.
De ahí entonces es de donde he intentado justificar aquello que me ha venido nublado la razón y el corazón. Ya transité el proceso de aprender a estar sola (si es que alguna vez se termina), me incomodé y aprendí de la adversidad. Ahora, estoy con el dilema de no saber qué hacer con la libertad que gané al mirar hacia adentro, pues tuve muchos maestros en la oscuridad, pero cuando veo la luz tan clara enfrente, no sé qué hacer con ella, si es solo mía. Si, principalmente, no puede ser para el otro.
El “dejarlo fluir”, hasta lo tengo tatuado, pero siento que es momento de tomar decisiones y, para mi pesar, ya no hay selección múltiple que me permita dejarlo todo en el poder de D de Diosito.
¡Claro! Habrán de haberme visto más de una vez manifestando y entregando todo al Universo, pero (otra vez la dualidad), entiendo que hay que accionar, no solo por ser consecuente, sino porque la señora del Tarot en TikTok se me ha equivocado más de una vez en los últimos meses.
Estoy entonces a punto de afirmar que en la vida, incomodidad con incomodidad se paga, pues ahora he de atravesar todo lo que implica empezar a ser coherente con lo que deseo y actuar en pro de ello escuchando solo a la intuición, así ame profundamente las voces de quienes se toman el tiempo de aconsejarme.
Dejar de mirar las heridas de la infancia, para hacerme cargo del daño, a veces evitable y otras no tanto, que puedo hacer a las personas que hoy comparten vida conmigo, hacer de los “hubieras” un recuerdo y no una fantasía y empezar a encontrar valor en lo que hago y en lo que soy cuando no estoy pensando en otros… Suena básico y sencillo el “ponerse primero”, pero que no tire la primera, sino todas las piedras que quiera, el que me diga que lo ha logrado sin mayor esfuerzo.
Al final, si somos sensatos, lo difícil no es convivir con los otros, sino vivir siendo plenamente conscientes de nosotros mismos.
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