“Hay personas que solo necesitan un guiño del destino para hacer gala de toda la maldad agazapada que tienen y que ni ellos mimos saben que poseen…”
(Gilmer Mesa, Las Travesías)
Hoy que he amanecido con la malparidez alborotada y una nube gris me cubre hasta el dedo gordo del píe izquierdo, he decidido escribir la segunda parte de la columna “Travesías”, publicada en este portal el 2 de febrero del presente año.
Travesías fue una columna que escribí con todo el corazón y me puso a llorar como huérfano ante la sopa derramada. Desde que la terminé, supe que debía volver sobre ella y este es el resultado. Debo confesar además, que me ha movido a esta segunda entrega, la presentación de disculpas por los múltiples errores de ortografía de la columna original. Quienes estén interesados encontrarán la versión ya corregida en Al Poniente.
El cuento es que he vuelto sobre la novela y hace tres días sentí un choque fatal en mi ser. Había llegado la guerrilla a asesinar al único hijo de Fidel, quien quedó viudo cuando en el parto de Fidelito murió su mujer y la que sería su hermana. El comando guerrillero era dirigido por un primo de Fidelito que, movido por la envidia y el resentimiento, había decidido asesinar al padre y al hijo. No pude soportar el cuadro del padre aferrado al cadáver yerto y frío de su hijo, el inmenso dolor por su pérdida y el resentimiento consigo mismo por no haber podido evitar su muerte.
Pensé en mi hijo y en todos los papás del mundo, en aquellos que no hemos podido comernos a besos y abrazos a nuestros hijos, pues esta tarea la sociedad la ha reservado a las madres, condenándonos a la imagen de fortaleza y templanza propios de los varones en una sociedad patriarcal. “Fidel lloraba mientras sobaba el cadáver de su hijo y le contaba la historia de su vida, como había conocido a su madre y como había nacido casi muerto, pero hermoso, y lo orgulloso que siempre había estado de él, lo que nunca pudo decirle en vida se lo narró en su muerte”.
Con los sollozos atragantados alcancé a leer que “Con el último hilo de voz le gritó a Fidelito Hijo, resiste, ya voy por vos, Fidelito lo miró mientras lo amarraban y, con una sonrisa franca en su rostro, le dijo adiós para siempre, el padre llorando, le decía a los matones Mátenme a mi, pero déjenlo él, pujaba por levantarse y suplicaba con un grito enlodado en la babaza que salía de su boca No me maten al muchacho, no le hagan nada a mi hijo, mátenme a mi, pero los asesinos ajenos a su ruego, comprobaron los amarres y, sin dilación, la mujer que o había descubierto en su habitación se le paró al frente y le disparó en la cabeza dos tiros certeros.”
Cerré el libro y salí a sentarme en la silla que da al extenso pasto que sirve de frente a mi casa. Necesitaba tomar aire. Decidí entonces que tanto dolor era imposible de soportar solo y llamé a una amiga, con la cual tuve el siguiente dialogo:
-Hola, ¿como estas?
-Pues bien, un poquito triste, lloro porqué acaban de matar a Fidelito
-¿Cómo así? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Quién era Fidelito?
-Lo mataron en una de las páginas de Travesías, ¿no has leído mi columna?
-No
Colgué y me quedé pasmado. Aunque había botado el taco de la garganta, seguía llorando. Me calme sentado ante esa tarde quieta, deslumbrante y mecida por las sombras de los árboles que se movían al viento. Volví a la novela y la terminé.
De unos años para acá, cada fin de año compro unos seis ejemplares del libro que más me había gustado y le regalo un ejemplar a cada uno de mis contados amigos. He entregado El Hombre que Amaba los Perros, Volver la Vista Atrás y ahora Las Travesías. Un querido amigo de la infancia, me escribió, reportando los avances en la lectura y este es el texto de la charla:
-Cómo vas con el libro ome’ osito?
-Muy Bien. Y Gilmer tremendo autor
-Si Señor
-Ese señor muestra la degradación de una sociedad demasiado oscura
-Nos retrata con una fidelidad que hiere, le respondí y luego le riposté:
-No somos algo distinto que un almácigo de oscuros y torvos sentimientos
Pues eso pienso ahora. Acabo de escuchar un viejo podcast de María Jimena Duzán, en el cual indaga a unos expertos por las causas de esta violencia inveterada. Ni el más docto de los invitados pudo dar la razón, todo porque aún no había salido la novela Las Travesías. En la raíz de nuestra violencia no hay causas mas objetivas que la venganza y la falta de amor. ¡Así de claro!
Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/jesus-ramirez/
*Abogado de la Universidad de Antioquia. Consultor independiente
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