Resiliencia.

¿y si apostamos por una detección y asistencia temprana, más que por una reinserción social?


Otro medio día, se escuchaban las noticias, y como era de esperarse, fue objeto de conversación en la mesa colombiana, aquellas que sólo consiguen revictimizar. Comentaban entonces, que así encerraran al presunto inocente, no estaría preso el tiempo qué merece, pues «a esos si no los matan, deberían darles cadena perpetua», al respecto podría un defensor manifestar, que la pena, no necesariamente debe estar a tope, justificando que se establece para cumplir sus fines, aunque podría discutirse, ¿qué tan eficaz ha sido la prevención general? Sin olvidar que, hasta noviembre del año anterior, en razón a las cifras de violencia contra los niños, niñas y adolescentes, la procuraduría hizo un llamado a la cabeza del ejecutivo y al ICBF, supuesto garante de la protección integral de los menores; a quienes dejan en “hogares” de paso, que muchas veces se postulan por ganarse unos cuantos pesos, y resultan ser la desgracia encarnada.

Ahora, desenfocando una controversia jurídica y recordando más la filosofía holística, surgen inquietudes como, ¿realmente existe una pena que retribuya el maltrato infantil o abuso sexual?, ¿Es posible compensar la proporcionalidad del daño causado a sujetos de especial protección o en estado de indefensión?, ¿qué repercusión psicoafectiva conlleva esta afectación para el desarrollo? y aún más crudo, ¿Cómo influye al ser el verdugo un familiar? Para intentar pretensiosamente responder a ello, sería prudente acudir a otros campos de estudio, psicoanalistas como Freud, Piaget, Erikson, Bowlby, Russo, Ainsworth, que resaltan el vínculo familiar como la raíz del desarrollo evolutivo, Bettelheim que expresa la necesidad de que el infante comprenda lo que ocurra en su yo consciente e inconsciente y lo enfrente, o psiquiatras como Judith Herman o  Bessel van der Kolk, qué tratan las consecuencias post-traumáticas del desplazamiento forzado, ¿será ello, cuna del desarraigo y la apatía? De igual modo, es parte innegable de nuestro contexto, otro tipo de maltrato físico y psicológico, consecuencia del conflicto interno, donde reclutan jóvenes para entre otros indignantes fines, convertirlos en victimarios, disidencias que utilizan la fachada de papa Noel, regalando juguetes o útiles escolares.

Coloquialmente dicen que, “quien no conoce la historia, está condenado a repetirla”, ¿pasará lo mismo con el olvido colectivo?, o más bien, desidia colectiva, inmiscuyéndonos en las ciencias forenses, psicología clínica, criminología u otra ciencia comportamental, ¿qué hubiese sido de “La bestia de Génova” sin sus influyentes experiencias?, ¿y si apostamos por una detección y asistencia temprana, más que por una reinserción social?, acercándonos a un método inductivo, invirtiendo menos en cárceles y más en instituciones que protejan los derechos de la niñez y adolescencia, e iniciativas con secretarías de cultura y educación.

A continuación, les comparto un relato de nuestro resiliente panorama.

Otro día cualquiera

Allá en el campo vivía, una niña cuidando de otra, muy querida ella, berraca y echada pa lante, dedicada al arte, esculpiendo sus vasijas, otro oficio subvalorado, difícil de descubrir su triste alma, luego de que le arrebataran a su hermano, ¿quién? sanguinarios que proclaman luchar por el pueblo y los tiran en cualquier hueco, aquí o en fronteras, ¡no interesa, no volverá!, por más que nombren al verdugo un gestor de paz, por más que ofrezcan “reparar”, como si la vida tuviese precio.

Refugio se llamaba el chino, desde siempre consiente de su fortuna, al escuchar historias de sus primos guajiros. ¡El primer profesional de la familia!, recién graduado de ciencias políticas, parte de las cifras del DANE, hasta que un compadre lo apalancó. Un patriota sin remedio, de los pocos que jamás pensó en emigrar, amante del campo, bañarse a la orilla del río, de ese olor a café, el más feliz escuchando a los vallenateros, ¡acompañado de su copa de aguardiente y tajita de limón! Enamoradizo de la fémina, hasta que se ajuició, una tigreña chusca, de crespos alborotados, cálida y vivaz, de quien se enamoró, rola qué le decían, de acomodada posición.

Eufórico llegaba a su hogar, contando de sus alumnos, y aunque lidiar con los acudientes, no era su pasión, enseñar por otro lado, lo llenaba de satisfacción, siempre dispuesto a corregir, pero no a vociferar, paciente como ninguno, y mal pagado como todos. Eso sí, cosa que lo entristeciera, era la ingratitud de los alumnos, quienes pensaban desertar, por creer que cargar un arma sería más sencillo.

Si bien, el cariño de la gente se ganó, mucho le advertían sus padres, “¡No te metas a la boca del lobo!, recuerda, el que busca encuentra.” Pero él, terco como una mula, continuó con sus proyectos, por eso hoy, en medio de la festividad, sobra una silla en la mesa, y en el vientre de Resignación, crece una criatura más sin su papá.


Todas las columnas de la autora en este enlace: Angie Sofia Bernal Charry

Angie Sofia Bernal Charry

Actual aprendiz en derecho, polifacética y apasionada por la lectoescritura como un medio de sublimación.

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