No hay muerto malo, pero tampoco se puede caer en la típica memoria cortoplacista del colombiano y olvidar quién fue verdaderamente Piedad Esneda Córdoba Ruíz. Los anales de la historia dirán que a quien quieren santificar, desde la izquierda, se fue a la tumba con mucho por contar a la justicia y debiendo la verdad al país.
Nadie se alegra por la muerte o la desgracia de otros. Respeto con los familiares, amigos y miembros de la UTL de la ex-senadora del Pacto Histórico, Piedad Esneda Córdoba Ruíz, no puede tapar con un dedo que, en la vida política, y social, la antioqueña tuvo muchos claroscuros. Luto que profesa un sector de la nación raya al extremo en la sensibilidad, vende la imagen combativa de la difunta, exalta su valor civil, pero omite el aciago legado que ella deja al país. Sus nexos con el régimen de los Castro en Cuba, la narco dictadura de Venezuela, o el nefasto “pacto de la Picota” jamás podrán borrar que el nombre de esta funcionaria pública estuvo ligado a negociaciones por debajo de la mesa con grupos delincuentes. La figura de la ex-senadora fue salpicada en los secuestros que terminaron con la operación Jaque, se vio inmersa en el saqueo chavista que acabó con los recursos del pueblo venezolano, y se asoció con el alias de Teodora Bolívar que apareció en la información que se extrajo de los computadores del exjefe de las FARC Raúl Reyes.
Si bien la política es de fortaleza, y en muchas ocasiones las palabras sobran, nadie puede negar que Piedad Esneda Córdoba Ruíz recorrió una etapa importante de la historia del progresismo latinoamericano y colombiano. Peligroso intento de reescribir la historia, naturalizar lo non-santo, que se propone, desde la ideología de izquierda en Colombia, jamás podrá borrar, o tachar de falso, el recuerdo de los cargos que se imputaron en los últimos años a la ex-senadora. Victimización que encarnó ella luego de ser secuestrada en 1999 por los paramilitares, al mando de Carlos Castaño, se desdibujó ante las denuncias de Ingrid Betancourt y los señalamientos, que años después, vinculaban a la política antioqueña con las FARC y su injerencia en la libertad y la vida de los secuestrados para sacar un rédito electoral. Entorno más ardiente que la Cámara que le hicieron en el legislativo para despedirla.
Oportunismo político que se teje alrededor de la muerte de Piedad Esneda Córdoba Ruíz devela que son muchos los que no esperaron las exequias y, como aves carroñeras, corrieron a sacar provecho, político y electoral, al deceso. Pronunciamiento de Gustavo Francisco Petro Urrego, a través de su cuenta en X, es la muestra palpable de quien, desde su sagacidad de zorro político, busca aprovechar el momento. Autorreflexión a la que se invita desde el Pacto Histórico, decisión de configurar un solo partido político, antes que un frente amplio con fuerza democrática delinea el golpe que se comienza a gestar de cara a las elecciones de 2026. Lo que tildan de una irreversible transformación democrática, revestida de acuerdo nacional para la justicia y la paz, maltrecha queda al estar sustentada en la figura una mujer que ahora quieren hacer ver como una mártir, una mujer golpeada por un época y una sociedad.
Partidor de la campaña presidencial de 2026 articulado por la victimización de su presidente y el discurso de una lucha por una sociedad más democrática, que dicen encarnó Piedad Esneda Córdoba Ruíz, manchado está por los tintes de un progresismo enlodado por la conexidad con el narcotráfico, el enriquecimiento ilícito, el peculado y ponderar a genocidas. Aprovechar la figura de la ex-senadora antioqueña es el recurso desesperado de quien no supo gobernar y prefiere estar en campaña. Irresponsable con la situación que vive el país es reducir los problemas de Colombia a la defensa de las mujeres, los negros, los indígenas y los marginados. La polarización radical que se percibe en el ambiente está avivada por querer aplastar moralmente al adversario como se instituye en el legado de la mayor liberal de izquierda que ha tenido la nación.
Lo que hoy indigna a los militantes de la izquierda, y quieren hacer ver como la celebración de la ultraderecha por la muerte de Piedad Esneda Córdoba Ruíz, es el clamor de un pueblo que lamenta que se fue de este mundo terrenal sin responder, ante la justicia, por aquello que se le imputaba. A la ex-senadora antioqueña no se le ataca por mujer o por negra, sino por la espiral de hechos cuestionables que rodearon su vida pública. Problema es que en Colombia se está al frente de una etapa donde una corriente ideológica de izquierda se constituye en máquina para de acomodar la realidad a su gusto. Difícil es defender y resaltar las cualidades y logros de quien fue bien cuestionada en su paso por el Partido Liberal, los movimientos independientes y llegó a su defunción al lado de quienes tanto criticó y fueron sus aliados en el progresismo socialista.
Valentía que exaltan en Piedad Esneda Córdoba Ruíz, afán por convertirla en heroína de la patria, no es más que el esfuerzo filosófico de una corriente política por lavar la imagen de quien hizo un gran aporte para el daño que ahora sufre Colombia. Símil que se hace con Policarpa Salavarrieta es el despropósito de quienes quieren rendir homenaje a aquella persona que solo produce vergüenza por los servicios que prestó a las FARC, a Nicolás Maduro y Hugo Chávez, cargó dinero injustificado desde Honduras y tiene en su haber un largo etcétera. Lejos de una descontextualización de la realidad, el silencio ruidoso e incómodo que acompaña el nombre de la ex-senadora antioqueña está enfrascado en una cacería de brujas que avivaba los odios que atiza una polarización que desviaba la atención sobre lo verdaderamente importante, el futuro del país.
La presunción de inocencia se respeta, pero la cercanía de Piedad Esneda Córdoba Ruíz con ciertos hechos lleva a marcar un punto de referencia y recordar que para verdades está el tiempo. Informes que en su momento y ahora llaman calumniosos, y buscan desvirtuar, tienen un denominador común que trae a la memoria el adagio popular “cuando el rio suena piedras lleva”. Años pasaron y fue mucho el tiempo que se perdió para el esclarecimiento de los acontecimientos, deuda de la ex-senadora antioqueña con Colombia es y será su aporte a la construcción de la verdad alrededor del conflicto, el efectuar una real reparación a las víctimas sustentando sus afirmaciones y aportando a la construcción de una nueva realidad en la nación. Hipocresía de la izquierda frente a la muerte de esta funcionaria pública quedó develada en el afán por exaltar las cualidades de la militante del Pacto Histórico, pero olvidar que no hace mucho tiempo trataron de desligarla de su propuesta política porque les resultaba incómoda y antes que sumar les restaba.
Triste es reconocer que la mezquindad y antivalores que se venden desde la casta política, y las figuras públicas en las plataformas sociales, cohonestan con el escabroso proceder que se quiere hacer primar por quienes dicen que tienen un “pacto por Colombia”. La exaltación de figuras como Piedad Esneda Córdoba Ruíz está calando en la sociedad y denota que a los colombianos les hace falta unas libras de pudor, varias gotas de ética, cucharadas de aceptación de la realidad, fanegadas de auto estima, kilos de testosterona y mucho amor. Coyuntura de la nación demuestra que valen más las palabras que los hechos, pequeños cambios como sociedad traerán un mejor futuro. Humildad, empatía y sabiduría son necesarias en este instante para sentarse a construir con quién piensa distinto, la intención de acaparar poder que se muestra desde la izquierda agudiza la polarización y atiza la intolerancia que está acabando con la paz y la coherencia que debe reinar en la construcción de una nueva nación.
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