De manera algo despectiva se ha llegado a considerar que los corregimientos son el “patio trasero” de la ciudad de Medellín. Queriendo llamar la atención de un presunto abandono de estos territorios en materia de inversión pública. Se ha criticado que los técnicos encargados de elaborar los programas y proyectos y los funcionarios que ejecutan, lo hacen desde un escritorio en la sede principal. Por lo cual, lo que piensan y hacen no corresponde a la realidad de estos territorios periféricos.
Esta contradicción se explica en parte cuando se intenta representar la palabra “corregimiento”, que evoca en el imaginario un simple caserío o poblado de viviendas rurales atravesadas por una vía principal. En consecuencia, los programas, proyectos e inversión publica son diseñados bajo el convencimiento que los problemas de los corregimientos se circunscriben al ámbito rural. Dejando a un lado la dimensión urbana de los mismos. Observemos como bajo esta óptica, los corporados del Concejo de Medellín en debate de enero de 2020, se limitaron en solicitar mayor inversión y estrategias enfocadas a mejorar los procesos productivos del sector, entendiendo que el 70 por ciento del territorio de Medellín es rural; a la calidad de vida del campesino y el acceso a la oferta institucional del Municipio.
Si bien estos territorios son catalogados despensa agrícola, zona de protección ambiental y agroforestal, en los últimos años la presión urbanística y el acelerado crecimiento demográfico, deja ver como se destiñe el verde de las montañas y lentamente se experimenta el tránsito de una vida rural a dinámicas de una vida urbana.
Muy al contrario del imaginario en la Alpujarra, los problemas de hoy tienen que ver con el urbanismo irregular descontrolado. Caos en la movilidad por el rezago en desarrollo vial. Aumento de la percepción de inseguridad, siendo frecuente delitos como el hurto y la extorsión. Carencia de oferta en educación superior. Falta de acceso a servicios de salud y prestación de otros servicios que demandan sus habitantes.
En el caso de San Antonio de Prado, en distintos escenarios públicos, la comunidad ha venido levantando la voz frente a un aparente olvido de la administración distrital, acusando falta de oportunidad y eficiencia para resolver estos problemas públicos, cada vez más agudos. Exposición mediática, plantones y hasta desobediencia civil han sido el repertorio de la comunidad para reclamar mayor atención de la administración central.
Es oportuno ahora, que Ad portas de la elaboración del nuevo Plan Distrital de desarrollo, se reconozca que los corregimientos presentan los mismos problemas públicos de la dimensión de ciudad y se inscriba en la agenda de gobierno soluciones con inversión localizada. Obras de infraestructura para mejorar la movilidad; infraestructura para la seguridad como instalación de cámaras y alarmas comunitarias; atención al aumento de habitante en situación de calle y migrantes; mayor oferta de programas de educación superior; garantizar la conectividad a red de internet en las veredas; aumentar la red de acueducto y alcantarillado en veredas, entre otras. Se requiere que los corregimientos sean vistos desde su dimensión urbana y tengan un tratamiento acorde a esta realidad.
Todas las columnas del autor en este enlace: John Fredy Arango
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