“Se va Claudia López de la Alcaldía de Bogotá y con ello los bogotanos tendremos un descanso de una administración que decía que trabajaba mucho pero lo que generó fue más delincuencia, corrupción, inmovilidad, atraso y desesperanza. Claudia, bien ida.”
A partir del primero de enero del 2024, Bogotá descansa de un gobierno distrital evidentemente incompetente y doloroso. Se va Claudia López, una señora que ocupó el segundo cargo más importante de Colombia y que no supo honrarlo. Ganó con mentiras y gobernó para quienes infringen la ley.
El diagnóstico es amplio y no me corresponde a mi describirlo aquí, los bogotanos, quienes vivimos durante estos cuatro años bajo el régimen de Claudia López sabemos que nuestra calidad de vida empeoró, la seguridad estuvo ausente, los delincuentes se pasearon y se pasean por las calles de la ciudad y la policía no tuvo un protagonismo propio de su trabajo.
En realidad – y no es por estar enfadado con la persona de Claudia López, no pierdo mi tiempo odiando a los demás – su alcaldía fue una de las peores que haya registrado Bogotá y vaya que decir esto es difícil teniendo en cuenta los pésimos alcaldes que la ciudad ha tenido.
Las políticas de Claudia López fueron todas un atentado a la libertad individual de los bogotanos. La inseguridad por doquier, el gasto público desbordado, las peleas incesantes con los mandatarios nacionales, su pelea con la policía, sus ideas impuestas sobre la diversidad sexual, en otras palabras, Claudia convirtió a Bogotá en la Roma de Nerón, solo que esta vez la ciudad no fue incendiada con fuego sino con inseguridad e inmovilidad.
Uno de los graves problemas que tiene el país es que sus instituciones las determinan leyes que NO funcionan, son leyes que son promulgadas para facilitar las obsesiones personales del gobernante de turno y no, como debería ser, leyes que transformen la sociedad de manera positiva. El exceso de leyes está hundiendo al país y, en especial, a Bogotá porque la ruta NO es clara, cambia cada cuatro años.
Bogotá NO debería depender del financiamiento de la nación para hacer sus proyectos, creo que eso limita mucho el accionar de la ciudad para poder avanzar. El ejemplo más claro que se tiene y, creo que, por toda la eternidad, es el relacionado con el metro. Llevamos más de cincuenta años DISCUTIÉNDOLO, y al día de hoy solo hay un avance de más o menos 30%. Esto es una verdadera burla a los habitantes de Bogotá y la responsabilidad es de cada político que ha tenido en sus manos las decisiones sobre la ciudad.
Las sociedades NO se cambian únicamente teniendo un cargo público, creo que las sociedades se pueden cambiar desde las decisiones de cada individuo, libre, responsable e inteligente que no necesita leyes que le prohíban comerciar o hacer negocios o que haya leyes que le diga cómo vestirse (moda) o cómo hablar (lenguaje inclusivo). Bogotá, y más con esta alcaldía, tuvo un descenso en progreso increíble. Porque el progreso no solamente es la infraestructura que, claro, es importante, sino fundamentalmente la composición de valores que tienen sus habitantes.
En este sentido, hago un paréntesis que creo es muy importante. Quienes defendemos las ideas de la libertad NO estamos en contra de la “diversidad sexual”, para nosotros es una decisión personal, respetable y que merece todas las garantías legales. Lo que está mal, muy mal, es que – como lo hizo Claudia López en su administración – se IMPONGA ese sentir personal al resto de la sociedad y conviertan decisiones intimas en discursos populistas que lo único que hacen es enemistar a los individuos dentro de una sociedad. La única igualdad que existe es frente a la ley.
Quiero a Bogotá porque es la ciudad que me vio nacer, la que les dio las oportunidades a mis padres de poder trabajar y con ello darnos un bienestar a mis hermanos y a mi en estudio y oportunidades. Han sido los distintos alcaldes de Bogotá, sobre todo, los del siglo XXI, los que han atrasado el progreso de la ciudad. Bogotá debería estar a la altura de ciudades de los Estados Unidos y a las de Europa. Solo que algunos políticos lo han estropeado todo.
Así que, después de cuatro años de calvario, Bogotá descansa del desgobierno de una señora que se hizo elegir con unas banderas de progreso – como todos los políticos – pero que no cumplió ni una, ahora bien, cumplió algunas de sus promesas de campaña, pero eran las peores y por lo tanto aplicadas en terreno fueron un completo desastre.
Desde este espacio en el que tengo la oportunidad de escribir y que agradezco mucho, seguiré levantando mi voz contra el poder estatal, es un poder que en vez de arbitrar el comportamiento social lo que hace es IMPONER conductas según los criterios del mandatario elegido.
Para terminar, quiero dejar constancia que mi voto por la Alcaldía de Bogotá el pasado veintinueve de octubre fue en BLANCO. Quiero poder controlar la administración distrital sin tener el peso de haber votado por un candidato que, en mi opinión, no tiene nada de diferente para cambiar para bien la ciudad. Espero, eso sí, que temas como la inseguridad y la inmovilidad se arreglen, pero de una vez digo, un gobierno entrante, sea distrital o nacional, que mantenga o aumente la burocracia ya inició mal y el gobierno entrante de Galán quiere mantener la burocracia lo cual hace que el papel estatal esté más presente en la vida de los bogotanos.
Pero esos son los próximos cuatro años, en lo que a mi respecta en esta columna de opinión es que Claudia se va y Bogotá, por fin, tendrá un descanso de una administración verdaderamente agobiante y dolorosa.
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