La película original de la directora rumana Victoria Baltag, único filme de dicha nacionalidad concursante dentro de la selección de Largometrajes Internacionales en la edición número cuarenta del Festival de Cine de Bogotá, que junto al FICCI de Cartagena de Indias es el evento fílmico más importante de Colombia. Este filme lo tiene todo dentro de lo necesario para un género muchas veces poco comprendido, otras veces interpretado por las conveniencias de turno, pero siempre tan necesario para reflexionar de lo que necesitamos para ser mejores personas en sociedad.
Sobre la portada: “El Experimento Pitesti”, largometraje extranjero rumano dirigido por Victoria Baltag que vuelve a las grandes producciones después de nueve años y que se estrenó en el Festival de Cine de Bogotá el pasado 17 de diciembre en la Cinemateca de Bogotá. Cortesía: Embajada de Rumanía/BOGOCINE
MI ADMIRACIÓN POR EL GLORIOSO PUEBLO DE RUMANÍA
Siempre he sentido admiración y respeto por las naciones, sobre todo por la ventana de la cultura, y en especial por el cine, que es y ha sido la ventana más popular de entender y acceder a las idiosincrasia -y eso incluye a la televisión y las plataformas de streaming que son un canal indiscutible de comunicación directa con los públicos y grupos de interés por parte de propuestas audiovisuales, y también de comercialización de la industria-. Y una de las cosas que me hizo enamorar puntualmente de Rumanía, fue su historia, toda, los tres mil años, pero en especial que en el año 1989, año de mi nacimiento, haya coincidido con la liberación de ese Estado del peor régimen dictatorial de toda la Europa Oriental. Corría el año 2011, y en Colombia tuvo lugar la movilización estudiantil más grande desde 1977. Paro absoluto del sistema educativo superior estatal y privado en todo el territorio nacional con duración de dos meses y medio (con excepción de Santander que duró seis meses). Allí, fue, donde desperté de la ceguera e ingenuidad naturales en la deficiencia de formación política y académica de nuestro país. Yo fui uno de los muchos que de jóvenes creían que ser de izquierdas era un sello inconfundible de identidad, un requisito para ser joven. Pero al ver la manipulación, la falta de acciones de incidencia, los símbolos ajenos que dejaban de lado nuestras tradiciones y los manejos políticos de los supuestos líderes, más la violencia de sus métodos, decidí tener militancia abierta desde lo legal y desde el periodismo independiente, donde desde ese año y hasta al presente, gracias a medios como Al Poniente he podido construir pensamiento y opinión, madurando, corrigiendo errores, pero sobre todo prestando y un servicio público para que la venda se caiga.
Nunca me ha dado pena decir que soy anticomunista, no tengo pena de decir que amo a Rumanía como amo a Colombia y a España.
La Revolución de Diciembre de 1989 ha sido un hito para mí de valentía y las mujeres y pueblo de Rumanía un ejemplo de todo lo positivo de Occidente en las vecindades del mundo oriental nacido en esa ruptura del mundo cristiano cuando Constantinopla cae por manos del Imperio Otomano. El pueblo rumano es en esencia bueno, honesto, sufrido, resiliente y noble. Tradicional, coherente y defensor de lo justo. A la altura de Mihai Viteazul o Vlad Tepes está el Estratega que muere peleando y defendiendo un legado sacrosanto en uno de los más conmovedores cuentos de Álvaro Mutis, a quien este año se le conmemora el centenario de su natalicio.
Y los dictadores que fueron derrocados y sepultados para que una semilla de paz, reconciliación, justicia y unidad surgiera están a la altura de los falsos libertadores, presidentes, líderes mesiánicos, terroristas, delincuentes, narcos y empresarios hegemónicos que tarde o temprano serán renovados, lo quieran o no, por una juventud y una nación que recupera sus valores nacionales de cara a la modernidad y al futuro.
Colombia y Rumania somos y seremos hermanos a distancia.
VICTORIA BALTAG, LA CINEASTA ORFEBRE
Socióloga y comunicadora social-periodista de la Universidad de Bucarest, con Maestría en Administración de Empresas-MBA de la Escuela de Altos Estudios Económicos de Bucarest y estudios de nivel de maestría en la Universidad de Birmingham, Reino Unido en historia del Cine y la Televisión. La directora de “El Experimento Pitesti” es un referente de constancia de trabajo, seriedad y disciplina. Un film independiente, sin recursos públicos y poco menos de lo mínimo fundamental por parte del sector privado sin contar los apoyos logísticos. Más de 800 voluntarios en escena y 120 actores, contando con un cartel increíble encabezado por Ion Caramitru, fallecido en 2021, uno de los actores rumanos con más reconocimiento internacional por su experiencia y versatilidad tanto en el cine como en el teatro, llegando a ser incluso ministro de Cultura en la actual República de Rumanía democrática. Particularmente en este caso, las primera escenas fueron rodadas entre 2011 y 2013, pero solamente hasta 2022 se pudo completar y terminar el rodaje, edición y post producción, lamentablemente ya con un actor principal fallecido.
Fotografía original de la realización de la película “El Experimento Pitesti” que el autor ganó en un concurso al final de la proyección del 19 de noviembre en el Teatro Cinemanía, con firma y dedicatoria de la cineasta, empresaria y académica rumana Victoria Baltag, directora del filme. Cortesía del autor.
Otro aspecto para mencionar son las excelentes y muy realistas escenas de acción y de la violencia extrema que enmarca el contexto del inicio de la represión del régimen comunista entre 1947 a 1952 cuando empiezan a proliferar en todo el país cárceles donde estudiantes universitarios son sometidos a métodos de tortura denominados “reeducación”. Allí interviene el genio de las películas de acción a nivel internacional y descendiente de un gran actor de grandes producciones rumanas Cristian Prisecaru, con una gran trayectoria y amor por América Latina, en especial República Dominicana -donde fue el pionero del cine de acción bien hecho, algo que nos falta muchísimo en Colombia, pese a que en técnica, temas y escenarios lo que nos sobra es material, calidad y talento-.
Su primer largometraje que se suma a su joven pero rica y profunda obra cinematográfica (Cortos The Memory of Water, 2010 y Faith and Flame 2013) sumados a la serie de televisión sobre la vida y obra del director de cine rumano Titus Monteanu (1941-2013). Ojalá Bogotá haya convencido a la maestra de que nuestro país es el escenario perfecto para hacer cine de calidad, humano, reflexivo y que permita la construcción de paz.
MAKARENKO, PATESTI O EL PELIGRO DEL EXTREMISMO
No hay una nación que valore más la libertad que la que la perdió y sufrió para recuperarla. Esa libertad es la base civilizatoria para el concepto de la dignidad humana, concepto que durante milenios ha sido debate de diferentes escuelas filosóficas y teológicas, pero que es fundamental para comprender el significado real y las alternativas de aplicación que cada pueblo da a la prioridad de dichos Derechos, sin olvidar el rol social ni el orden.
Cuando una doctrina totalitaria se cree con el derecho de manejar de manera absoluta el poder público, la vida y voluntad de los ciudadanos de un Estado, esa dignidad y los Derechos fundamentales derivados de ella simplemente se vuelven cada vez más difusos. Y es allí, donde una educación de valores humanistas, de transformación con el conocimiento y un énfasis en la ética universal y la dignidad humana es fundamental y transversal a cualquier contexto cultural, religioso o político.
En El Experimento Pitesti, Las torturas con las que el estudiante de Derecho Moraru, es vinculado por parte de la SECURITATE -órgano de Inteligencia Cívil de Seguridad del Estado durante el régimen comunista de Rumania y disuelto por la Revolución de Diciembre de 1989-, donde el quebrantar emocionalmente a los condenados y hacerlos ver como “errores” sus creencias anteriores y adoptar el ideario comunista para depurar de elementos culturales nocivos de otros movimientos que pudieran ser un peligro para la continuidad en el poder del Partido Comunista de Rumania. El autor de cabecera de estos lugares de tortura y prisioneros políticos es el pedagogo soviético A. S. Makarenko, cuyas lecturas realiza Moraru junto a sus antiguos compañeros de los Legionarios de la Guardia de Hierro, movimiento de corte clerical, antisemita y fascista dirigido por el político Horia Sima, caracterizado por su fanatismo religioso extremo y su guerra contra el comunismo durante y posteriormente al hacerse poder.
S. Makarenko y Vigotsky, científicos soviéticos de la pedagogía y la psicología del comportamiento humano, cuyos estudios fueron aplicados por los regímenes comunistas tanto para el indoctrinamiento político, como para la “reeducación” mediante la tortura y destrucción del autoestima, valores y personalidad de los sujetos víctimas en clínicas y prisiones especiales.
Moraru se convierte en un delator, un torturador que pierde el control y es manejado por agentes del Régimen que juegan con su esperanza de regresar a la libertad y regresar con su esposa -hija de un dirigente Legionario, que al renunciar Moraru a unirse a la Guardia de Hierro, pierde su favor y su hija es expulsada del hogar y desheredada- y su hija. Saca lo peor de sí mismo cuando llega a Patesti, cárcel especial para elementos abiertamente hostiles al régimen comunista. Finalmente es ejecutado al ser delatado en confesiones forzadas por parte de sus antiguos compañeros de prisión y cómplices en torturas y asesinatos. El Sistema no reeduca, simplemente extravía la esencia ética y humana. Es lo que llamaría la filósofa Ana Arendt como la No Razón, al referirse a los horrores ejecutados por el gobierno Nacionalsocialista de Alemania.
Directora de El Experimento Patesti (2022) Victoria Baltag (izquierda), protagonista Sergiu Moraru (centro atrás) y papel estelar Ion Caramitru (derecha) durante la grabación de una escena. Cortesía Embajada de Rumanía/BOGOCINE
¿POR QUÉ “EL EXPERIMENTO PATESTI” ES VALIOSA Y FUNDAMENTAL?
Grata noticia para el mundo entero es la designación de Rumanía en la pasada Asamblea General de la ONU como miembro del Consejo de Derechos Humanos del 2023 al 2025, donde como política de Estado, es, desde el proceso de reconciliación, memoria histórica y no repetición de sus experiencias de conflicto, se quiere comunicar a través de la cultura y el arte, el respeto por la vida, la dignidad y los derechos fundamentales de las personas. Así que El Experimento Patesti, aparte de ser un largometraje de gran calidad fotográfica, de escenas impactantes, paisajes únicos y contexto histórico enriquecedor, es una verdadera obra pedagógica audiovisual de la cultura de construcción de paz y reconciliación, muy pertinente para los actuales tiempos de nuestro país.
Podemos tomar de la reseña de la programación oficial del BOGOCINE, el siguiente argumento: «Nuestro objetivo es crear conciencia sobre esta parte oculta de la historia de Rumanía, relevante para muchos otros países (incluido Irán), enfatizando los valores de educación, conocimiento, información precisa, aprendizaje y desarrollo social. Es un homenaje a quienes sufrieron en el pasado por nuestra libertad».
Yo no sé, que decidan los jueces del Festival para la clausura del jueves, pero algo que sí sé, es que en mi corazón, esta película ganó para todos los amantes de la democracia, la libertad y la pedagogía para la vida y no para la muerte.
Hay grandes largometrajes extranjeros, grandes defensores de la libertad, pero nadie se enojará por premiar el compromiso con la paz, la ética y el emprendimiento femenino que es la voz de un pueblo ejemplo para Europa y el mundo.
Dos grandes Ion Caramitru (QEPD) (izquierda) y la directora Victoria Baltag (derecha). Cortesía Embajada de Rumanía/BOGOCINE
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